El último hombre del mundo

Abya Yala / dossier / Abril de 2019

Joca Reiners Terron

Traducción de: Paula Abramo

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Es el último vivo de su tribu, dicen, el hombre más solitario del mundo, y me mandaron aquí para que lo vigilara, porque quieren matarlo, dicen, un indio solo no puede tener derecho a tantas tierras, dicen, los hacendados, taladores y acaparadores de tierras lo dicen, los gobernantes y políticos y curas y milicos lo dicen, esta zona es crucial para defendernos contra el enemigo, dicen, contra los enemigos, porque son muchos, están por todas partes, dicen, la frontera de este país es vasta, tenemos demasiados vecinos y todos nos odian, dicen, así que ve y vigila al indio pero ten cuidado, no te vaya a soltar uno de esos flechazos, porque los suelta, ten cuidado, porque quiere seguir solo, no quiere tener vecinos, es violento porque hace más de veinte años mataron a sus seis últimos compañeros, dicen, y todo este tiempo ha vivido solo, no sabemos cómo se llama su pueblo, no conocemos su lengua, nunca tuvo contacto con los blancos, dicen, ni con los indios, pues el indio más cercano está a más de cinco mil leguas al sur y arriba sólo hay río y más río, ocho días de barco en el río, y luego otro país, y otro más, vecinos que nos odian y han de odiar hasta a ese indio solitario, ese indio que duerme en una choza al lado de un agujero, nadie sabe para qué sirve el agujero, dijeron, así que fíjate bien en el agujero porque queremos saber para qué sirve, unos dicen que es una trampa para capturar acaparadores de tierras, porque fueron los acaparadores los que una noche de hace veinte años asesinaron a sus últimos compañeros,

Gilvan Samico, Julia e a chuva de prata, 2005. Fotografía de João Liberato. Cortesía de la Galeria Estação

y a su mujer, y a su hijo, dicen, pero a mí eso no me convence, porque esos indios aislados casi nunca tienen hijos, dicen, cuando les nace un hijo lo celebran y toman de esos venenos que hacen con hierbas, tanta es su alegría cuando les nace un hijo, dicen, y hablando de hierbas y venenos, ten cuidado, dijeron, ten mucho cuidado, no vayas a andar por ahí mordisqueando lianas y tallitos de hierbas porque allá hay un chingo de venenos y uno no sabe nada de esas plantas, y luego ya sabes, dijeron, capaz que te envenenas y te mueres solo allá en el monte, solo como ese indio, más solo que un tenista que gana un partido por W.O.,1 dijeron, en los tres meses que vas a pasar allá no va a aparecer nadie, dijeron, ni un misionero o indigenista o soldado, dijeron, pero puede que aparezcan garimpeiros, acaparadores, taladores, hacendados o animales, todos asesinos, así que aguas, dijeron, porque la caballería no va a ir a rescatarte a ese fin del mundo, para llegar hasta allá se necesitan dos días en un helicóptero de la Fuerza Aérea Brasileña, dijeron, más un día en barco porque ahí no hay claros para que aterricen los helicópteros, así que ponte pilas, si no, te come un jaguar, o te mata un garimpeiro o el indio del agujero te dispara una flecha, y si andas piradito porque te comiste alguna hierba, ahí sí que ya valió, carnal, ahí sí te conviertes en chicharrón pa’ los predadores, así que no te vayas a comer ningún hierbajo, eh, ni te vayas a hacer tés con las lianas, me entiendes, porque si no te chingaste, carnal, vas a salir dando de tumbos por el monte y te vas a caer en el agujero del indio, que dicen que es una trampa para garimpeiros asesinos, dijeron, un agujero para atrapar a los acaparadores asesinos que mataron a su familia hace veinte años y que todavía quieren matarlo, porque quieren sus tierras, unas tierras que ni él sabe que tiene, porque para un indio solo me imagino que la propiedad no existe, dicen, y cómo saber si la indiada entiende qué es la propiedad, no hay manera, pero nosotros sí que entendemos, y si no vigilamos a ese indio solitario, a ese indio latifundista, como dicen los del agronegocio, si no le sacamos fotos y lo filmamos y grabamos los ruidos que hace en la selva cuando caga, pesca, caza, se hace puñetas, se trepa a los troncos o mea, cantar sí que no, eso no lo hace nunca pa’ que no lo encuentren, dicen, ese indio es solitario pero no es pendejo, quiere vivir y seguir solo, más vale solo que mal acompañado, ha de pensar ese indio, pero cómo saber qué piensa un indio, para colmo un indio que no sabemos ni qué lengua habla, y si no conocemos su lengua, tampoco sabemos qué piensa, dijeron, así que cuidado con el agujero, mucho cuidado con las flechas y más cuidado con los venenos de la selva, dijeron, porque a veces sale uno por ahí, dando brinquitos en el yucal y corta una flor bien chula y se mete la ramita en la comisura de la boca y se va todo contento y se tropieza y se traga la pinche ramita ésa y a los cinco minutos se da cuenta de que la ramita está ponedora, dicen, y los viajes en el monte están cabrones, se te revuelven todas las ideas y estar podrido en la selva es una mierda, dicen, te tripeas bien feo, acabas yéndote directito al agujero, así que concéntrate en la misión, en la chamba, en la vida cotidiana del indio, en el diario, en el telescopio, en la cámara, en el dron, que esa chingadera hace un pinche escándalo que casi acabé con una flecha en el culo por su culpa, dijeron, porque por el ruido de las hélices el indio cachó que yo andaba por ahí, dicen, y se puso a echar flechas hacia donde estaba, y eso que estaba como a trescientos metros del pinche indio, pero igual una de sus flechas me arrancó pulpa del trasero, me agarró de refilón, y todo por el aparato ése, chingá, y también por la hierbita veri creizi que me tragué, qué predicamento, carnal, dijeron, así que tú no la vayas a cagar igual, tú mantente firme, ponte buzo y sigue tu rutina, siempre lejos del indio del agujero y del agujero del indio, las dos cosas son importantes, dicen, y lejos de los vecinos del indio, que también son nuestros vecinos y nos odian casi tanto como a él, al indio encovado, dijeron, tú encárgate de tu vidita de hueva, cómete tus frijolitos enlatados sin prender fogatas porque si el indio ve el humo, ya valió, ahí sí se te echa encima, machete en mano, o tacapé2 en mano, o palo en mano, que en mano de un indio un palo sirve para todo, dicen, y ahí sí que ya te chingaste, carnal, entonces concéntrate en los registros, en las fotitos y videítos y grabacioncitas porque necesitamos todas esas madres para probar que el indio sigue solo y vivo y firme y fuerte, y sólo así vamos a poder preservarlo en la reserva sin que esos garimpeiros, acaparadores, taladores, gobiernistas, políticos, curas y milicos invadan la reserva del indio del agujero, la reserva particular de ese pinche indio, dicen todos, ese indio millonario de mierda que nomás usa sus ocho millones de hectáreas para cagar y plantar maíz y yuca y hacer agujeros y chaquetearse contra el tronco de un plátano, ese indio hijo de puta, dicen todos, ese indio hijo de la chingada que está impidiendo, él solito, el progreso de la patria, ese fokin indio que ni picha ni cacha ni deja batear, dicen todos ellos, así que lo que quiero decirte es: tú haz tus registros del indio bien bonitos para que podamos probar que esas tierras todavía tienen dueño y a lo tuyo, no comas hierbitas ponedoras, plantitas del chamuco, no te eches tecitos de liana, que te va a ir bien, me entiendes, loco, y bien abusado con las flechas del indio, mi buen, y en tus ratos libres fíjate en el agujero del indio, a ver si descubres para qué chingados sirve, porque quién hace una choza y abre un agujero al lado, mira, ese indio está solo desde hace un chingo de tiempo, seguro ya se le botó la canica, no hay más, porque yo llevo veinticinco años partiéndome el lomo en la Fundación Nacional del Indígena y conozco dos mil tribus diferentes, pero ni una que haga agujeros al lado de sus casas, nomás a este indio le da por eso, dicen, a ningún otro, dijeron, y por eso lo llaman el indio del agujero, dicen, pero, pa’ que lo sepas, yo acá tengo mis teorías, porque yo ya cumplí con mi etapa de vigilante, de monitoreo, como dicen los gabachos de las ONG, y ya pasé tiempo venadeando al indio ése, y también hice de las mías, dicen, y me puse a comer hierbitas que no debía, dicen, y me hice el perdedizo, dicen, y casi me petateé en esa selva del demonio, dicen, pero he aquí que en el acelere del pasón, cuando estaba yo bien loco, no mames con el viaje, carnal, desarrollé mi teoría sobre el indio del agujero pero más que nada sobre el agujero del indio, dicen, y es la siguiente: ese indio no hace el agujero junto a su choza para cazar animales, tampoco hace el agujero para atrapar garimpeiros y acaparadores asesinos, para vengarse, como dicen, lo que yo creo es que a ese indio le arrastra el colmillo y lo que hace es cavar su propio agujero, el agujero adonde va a caer muerto, el agujero hacia el que va a rodar muerto cuando lo asesinen, o cuando se muera de enfermedad, un agujero para él y para nadie más, su agujero asignado, personal e intransferible, porque ese indio es el hombre más solitario del mundo, como dicen, y es el último hombre del mundo, y como lo sabe, como sabe que es el último y se acuerda de que enterró a sus compañeros muertos, también sabe que no habrá nadie para enterrarlo a él, así que carga con su agujero por la tierra, carnal, arrastra su propio agujero por el mundo, y en eso es bien distinto de nosotros, dicen, porque nosotros sabemos que alguien nos va a enterrar cuando nos llegue la hora, dicen, y él, en cambio, no quiere que lo entierre su enemigo. No quiere que lo entierre su propio asesino.3

Imagen de portada: Abel Rodríguez, La maloka, 2018. Cortesía del artista y de Instituto de Visión

  1. W.O. significa en el ámbito deportivo ganar por “walkover”, es decir, por la ausencia del contrincante [N. del E.]. 

  2. Especie de palo toscamente labrado [N. del E.]. 

  3. Este cuento está basado en hechos reales. El indígena “del agujero” sigue vivo y aislado desde hace más de veinte años en la tierra indígena Tanarú, en el estado de Rondônia, Brasil, en una zona que gracias a su sola existencia sigue preservada en medio de extensiones de tierras explotadas por la tala y el agronegocio. Es el último sobreviviente de su grupo. Desde que Jair Bolsonaro asumió el gobierno de Brasil, la Fundación Nacional del Indígena, que venía monitoreándolo desde 1996, se encuentra en manos de un ministro de medio ambiente que tiene estrechos vínculos con los intereses del agronegocio [N. de la T.]