Prosas reunidas de Wisława Szymborska

Éxodos / crítica / Febrero de 2018

Lukasz Czarnecki

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Llenar un vacío

El título Prosas reunidas es equívoco, pues este libro sólo incluye las “lecturas no obligatorias” de Szymborska, que además de escribir poesía y ensayos, dominó otros géneros prosísticos difíciles de clasificar, entre ellos los liméricos, moskaliki (textos humorísticos sobre las costumbres de los extranjeros), lepieje (que comenzaban con la palabra “lepiej”, que significa mejor), odwódki, altruitki, podsłuchańce y otras formas cortas. Destacan los kolaże (collage): después de ganar el Premio Nobel de Literatura escribió utilizando material cortado de distintas revistas, cartas, postales, estampillas, entre otros.1 Por ejemplo, entre los odwódki (que viene de la palabra “wódka”, vodka) se encuentra éste: “Por culpa de śliwowitza, piensas subir a Chichén Itzá”.2 Por eso vale la pena tomar en cuenta ese abanico de prosas que harían falta para que las Prosas reunidas fueran “Prosas completas”. La publicación de Malpaso Ediciones incluye los ensayos sobre libros que Szymborska escribió entre 1967 y 1981 para el semanario Życie Literackie (“La vida literaria”), en la columna “Lektury nadobo­wiązkowe” (cuya traducción literal sería “Lecturas por encima de la obligación”). No son lecturas literarias canónicas, pues incluyen un sinfín de libros de diversos temas: ciencias exactas, filosofía, biología, ornitología, sueños y animales nocturnos —al igual que sor Juana Inés de la Cruz, Szymborska se fascina por todo tipo de “aves nocturnas” de la literatura—. La autora recomienda leer algunos libros, como los Ensayos de Montaigne, “con estupor”; hay otros que ella considera estúpidos y sugiere no comprar, como Los cien mayores tiranos de A. Langley; en otros casos, hace correcciones y da consejos a editores y traductores sobre obras vertidas al polaco con torpeza. La fascinación de Szymborska por el proceso de creación literaria está plasmada de muchas maneras en estas Prosas reunidas. A la luz de esto, considera que hay que acabar con la “incontestable superioridad” de la poesía, y prestar atención a todas las formas en que un libro llega a existir. Bruno Schulz escribe sobre “el libro” como una forma que “encierra un suspiro impotente, una silenciosa capitulación ante lo transcendental”.3 En todos los casos, escribir una obra presenta un desafío mayor; para algunos es personal, porque tratan de exponerse, cruzar la frontera de lo privado hacia lo público, confrontarse. Muchos no logran culminar el esfuerzo, como Konrad (en este caso, el estudio sobre el oído) en Das Kalkwerk de Thomas Bernhardt; otros duermen todos los días como Oblómov, en la obra homónima de Goncharov; en fin, sobran “hombres comunes” como los de Chéjov (malenkij chelovek) hasta el José García de Josefina Vicens. En uno de los ensayos, la autora comparte la forma en que comenzó su aventura de escribir. Ocurrió cuando ella leía un libro: “Finalmente llegó aquel cruel instante en el que leí la palabra ‘Fin’. Bajo aquel rótulo jadeaba un vacío que traté a toda costa de llenar con algo. Pero ¿qué podía hacer? Fue entonces cuando decidí escribir mi propia novela”. Llenar un vacío significa acabar con la ausencia; buscar herramientas para alzar un edificio; construirlo para alcanzar las alturas. Mientras que algunos escritores se obligan a publicar un libro cada año porque tienen jugosos convenios con casas editoriales, Szymborska se tardaba mucho más. Por ejemplo, escribir un poema sobre su cantante favorita, Ella Fitzgerald, le llevó más de una década. Calculé esta cifra inverosímil leyendo un ensayo sobre la biografía de Fitzgerald de Stuart Nicholson; en 1995 la autora escribe: “Durante mucho tiempo he querido dedicarle un poema a la gran (tanto en sentido literal como figurativo) Ella. Por algún motivo no fructificó. […] Su voz me reconcilia con la vida y, simplemente, me consuela”. ¿Cuánto es mucho tiempo? Pues no fue sino hasta 2009 cuando publicó “Ella w niebie”,4 poema de apenas trece versos dedicado a la cantante de jazz. El tiempo de creación es muy relativo y no se refiere al tiempo lineal, sino a la contingencia cósmica sui generis: “siempre me han fascinado el azar y sus impredecibles actos”, escribe sobre el libro Momias de James Putnam. Prosas reunidas se divide en tres partes: “Lecturas no obligatorias”, que comprende los ensayos (porque si alguien los llama reseñas “se llevará un desengaño”) de libros publicados entre 1968 y 2001; en la segunda, “Otras lecturas no obligatorias”, entre 1971 y 2002; y la tercera, “Más lecturas no obligatorias”, libros entre 1967 y 1971. Me hubiera parecido una excelente idea (lo digo al estilo de Szymborska) que el traductor y prologuista, Manel Bellmunt Serrano, analizara, por ejemplo, la periodización: los textos leídos por la autora en los años setenta, ochenta, noventa y dosmil no son los mismos. ¿En qué estriban las diferencias? También hay algunas imprecisiones históricas; en la nota al pie sobre el “periodo sajón” se afirma que se trata del “periodo de la historia de Polonia que comprende el siglo XVII y, mayormente, el XVIII. El periodo sajón concluyó con la supresión de Polonia en el año 1795”, lo cual no es cierto, pues el periodo sajón duró de 1697 a 1762; después reina un polaco, Estanislao Augusto Poniatowski (1764-1795). Las “Lecturas no obligatorias” tienen un valor testimonial indiscutible que echa luz sobre las influencias de la autora, pero ¿qué tienen que ver las obras polacas o traducidas al polaco con el lector mexicano? Estos ensayos presentan una reflexión profunda sobre lo que perdura en las distintas obras que aborda —Horacio diría: non omnis moriar—. Szymborska busca en ellas la sabiduría cotidiana, la manera en que cada autor expresa la hermosura de las cosas pequeñas. Me parece que esa búsqueda es universal. Otro aspecto valioso de sus lecturas es la capacidad inmensa de asombro sobre el lugar donde vivimos, abordado siempre desde ángulos originales; así sucede con el tema, por ejemplo, de la cocina mexicana, sobre la que dice: “Hay ingredientes que no pueden cultivarse en Polonia, o que no pueden importarse en barco o en avión. ¿Cómo podría transportarse ese clima, ese paisaje, esas estrellas?”. Para cerrar, una invitación a los lectores que llegaron hasta este punto; en su testamento, Szymborska establece un premio de poesía otorgado por la Fundación que lleva su nombre; es el mejor pagado en Polonia y pueden participar poetas extranjeros, siempre y cuando la obra sea traducida al polaco; se trata de una oportunidad para llenar un canal vacío entre México y Polonia.

Malpaso, Barcelona, 2017

  1. Esas obras fueron publicadas en el libro Rimas para niños grandes de Wisława Szymborska, (2003), Rymowanki dla dużych dzieci, Wydawnictwo a5, Kraków. 

  2. Anna Bikont y Joanna Szczęsna, Trastos, recuerdos. Una biografía de Wisława Szymborska, Pre-textos, Valencia, 2015, p. 581. Habría que añadir que śliwowica (se pronuncia: śliwowitza) es un tipo de vodka de ciruela. 

  3. Bruno Schulz, “El libro” en Sergio Pitol y Rodolfo Mendoza, Elogio del cuento polaco, Cien del Mundo, Conaculta/Universidad Veracruzana, México, 2012, p. 132. Bruno Schulz (1892-1942) fue uno de los autores más importantes de Polonia en los años treinta del siglo pasado. 

  4. Wisława Szymborska, Tutaj, Znak, Kraków, 2009. Título en español: “Ella en el cielo”, en el poemario Aquí