Cirugía estética en México: no todo lo que brilla es plástico
Leer pdfLa idea de operarse se le metió en la cabeza viendo los cuerpos de modelos y actrices y escuchando conversaciones en su trabajo, en el aeropuerto. Con frecuencia se preguntaba cómo existían mujeres esculturales que habían tenido tres hijos. Ella tenía dos niños en edad escolar y un bebé de año y medio y, tras su último embarazo, se sentía muy insegura respecto a su imagen. Su esposo no estaba de acuerdo en que se operara y ella optó por contarles a pocas personas de su familia. Cuando su jefe envió al personal a casa durante tres meses por la crisis de covid, Rosalía Osorio supo que era el momento: “Entonces yo pienso: es mi oportunidad para quitarme esta panza”.
Pero no fue la única en pensarlo. De acuerdo con datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética, entre 2019 y 2022 la cifra mundial de estas cirugías aumentó 32 %, pasando de once millones a casi quince millones. En México, el número se duplicó: mientras en 2019 se hicieron alrededor de medio millón de cirugías estéticas, para 2022 hubo casi un millón. Los números no bajaron después de la pandemia. Sobre lo que casi no hay duda es que las redes sociales, que nos obligan a ver más y más cuerpos esculturales, han tenido mucho que ver.
En 2022, un estudio para el que se entrevistó a quinientas mujeres jóvenes encontró que aquellas que siguen cuentas de influencers que se realizan cirugías plásticas reportan mayores intenciones de hacerse una.1
Es el caso de Katerin Abascal, quien tiene veintinueve años y vino a México en octubre del año pasado desde Argentina para operarse. “Sigo en Instagram a varias influencers con cuerpazo y dije ‘yo también quiero’.” “Las pacientes se acercan buscando tener, por ejemplo, la cara de Ninel Conde”, dice Ricardo César Pacheco López, cirujano plástico y miembro del Comité Académico de Especialización en Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva de la UNAM, pero Alondra Velázquez, quien trabaja haciendo masajes postoperatorios, cree que ahora las que ostentan el canon de belleza corporal femenina son las influencers.
María Conejo, Pensamiento intrusivo, 2024. Todas las imágenes son cortesía de la artista.
Katerin encontró en redes sociales tres o cuatro grupos de cirugía plástica en México; pasaba horas leyendo referencias de cirujanos. Aprendió que tenía que encontrar uno con certificación; para conocer su desempeño, empezó a pedirles fotos a quienes los recomendaban. Entonces descubrió que, si bien hay médicos con certificación anunciándose, algunos parecen crear perfiles falsos para promocionarse. Le pasó con Sandra López, una cirujana certificada que tiene más de cien mil seguidores en Instagram. Cuando Katerin señaló lo que parecían reseñas falsas, la eliminaron de un grupo de cirugía, dice.
Y es que los creadores de contenido ya no son quienes se operan, sino que a veces son los mismos médicos. En sus cuentas con miles o cientos de miles de seguidores, doctores como Arturo Ruiz, Hugo de León, Sandra López o Sinuhé Llauger exhiben los cuerpos esculturales (y muchas veces semidesnudos) de mujeres que acaban de pasar por el bisturí.
Pacheco López tiene más de 35 años como cirujano plástico y cree que el fenómeno de los médicos influencers es problemático. Una paciente observa una foto sin saber cuál fue el punto de partida de esa silueta. “Antes de llegar conmigo, ya vieron la cuenta de Instagram de otros veinte cirujanos con estos resultados inmediatos que no son reales”, dice.
Es común que un doctor publique la fotografía de un cuerpo que aún está en el quirófano, pero ése no es el resultado final, a decir de la terapeuta Andy Andrade, que se especializa en recuperación postoperatoria. “Las primeras fotografías que suben, y con las que venden, son de efectos que te duran una hora; acabas de salir de la cirugía, pero a las dos horas empiezas a inflamarte.”
De esta forma, se vuelve casi una obligación tener una cuenta de Instagram y, en ocasiones, quien hace más dinero es el más simpático o el que mejor baila, no necesariamente el mejor cirujano. “Yo conozco muchísimos doctores que tienen unas redes sociales increíbles. Mis respetos”, dice Andrade, “pero ya en los resultados dejan mucho que desear”.
Rosalía Osorio encontró los mismos grupos de Facebook que Katerin y muy pronto aprendió la diferencia entre certificado y no certificado. Los primeros tienen especialidad en cirugía plástica. Para convertirse en cirujano plástico, los médicos generales de todo el país deben pasar el Examen de Especialidad de Aspirantes a Residencias Médicas. Luego estudiarán al menos dos años de cirugía general haciendo rotaciones en diferentes especialidades, como neurocirugía o cirugía pediátrica; tras ello, es necesario ser residente durante cuatro años en cirugía plástica y operar alrededor de ciento sesenta personas al año. Además de esto, hay que aprobar el examen que otorga la certificación.
El sentimiento interior II, 2024.
En cambio, los médicos estéticos son, según Javier García Espinoza, cirujano plástico certificado y parte de la plantilla de profesores de la especialidad en la Facultad de Medicina de la UNAM, responsables de un “problema de salud pública”. Se trata de médicos generales que cursan una maestría en medicina estética que puede durar entre seis meses y dos años y que a veces incluso se hace en línea. En el hospital en el que trabaja, el doctor García Espinoza atiende al menos tres casos al mes de pacientes que presentan complicaciones tras operarse con médicos sin especialidad.
En 2022, la periodista Sandy Aguilera denunció, en la rueda de prensa matutina que convoca la Presidencia de la República, que las cédulas otorgadas a médicos esteticistas de una universidad veracruzana no cumplían con los estándares de calidad que exige la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud. Aunque hay más de una maestría en cirugía estética, la más conocida es la que se imparte en la Universidad del Conde, en Veracruz, fundada por Marco Antonio Conde Pérez, quien de acuerdo con el Registro Nacional de Profesionistas no tiene la especialidad en cirugía plástica. “No he encontrado un solo cirujano estético de otra escuela”, dice Jazmín López, abogada egresada de la UNAM, quien empezó a llevar casos de negligencia médica después de que su papá muriera a causa de una.
El 28 de junio de 2023, y en cierta medida a raíz de los señalamientos de Aguilera, la COFEPRIS emitió una alerta sanitaria acerca de “las maestrías en cirugía estética y longevidad que ofertan el Instituto de Estudios Superiores en Medicina y la Universidad del Conde”. A pesar de la alerta, de que Cuitláhuac García asegurara que había revocado a la institución el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE) que en algún momento le otorgó la SEP y de que en septiembre de 2024 el presidente Andrés Manuel López Obrador aseverara que se investigaría si la escuela seguía dando clases, en mayo de este año la institución seguía promocionando en sus redes sociales la Maestría en Medicina Estética y Longevidad.
Parte de este fenómeno está relacionado con la demanda. En contraste con que las cirugías en México se duplicaron, el número de cirujanos plásticos certificados sólo crece en alrededor de 80 cirujanos al año. Actualmente, hay 1 636 cirujanos certificados y vigentes en este país, según datos del Consejo Mexicano de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (CMCPER). De acuerdo con los datos que dio el cirujano Enrique Romero Algara en el foro “El estado actual de la cirugía estética en México”, en el pleno del Senado de la República en agosto de 2022, se calcula que por cada cirujano certificado hay entre quince y veinte médicos estéticos.
Y no sólo faltan profesionales capacitados, sino también capacidad para regularlos. Por ejemplo, aunque en teoría los doctores sin especialidad no deberían mostrar videos de cirugías en redes sociales, las páginas de doctores como Sinuhé Llauger, quien sólo tiene especialidad en cirugía general según el Registro Público de Profesionistas, o las de Gamaliel Valdés Roldán, cuyas clínicas han sido clausuradas varias veces por COFEPRIS, están vigentes.
La cuerpa zodiacal, 2024.
Osorio tenía dos cotizaciones: una de un médico estético y otra de una cirujana plástica certificada; optó por la segunda, que además es muy famosa en redes sociales. Marisol Rosas Ramos tiene más de dos millones de seguidores en TikTok y, en ese entonces, atendía a sus pacientes en el Hospital Ángeles Lindavista. Cuando le preguntó a Rosalía si quería operarse en el hospital o en la clínica Hospital Quirúrgico Norte, optó por este último porque era más barato. Años después descubrió que el nosocomio no tenía permiso para realizar procedimientos quirúrgicos y sólo debía operar como sala de maternidad.
Osorio ha tenido hijos tanto por cesárea como por parto natural, pero el dolor que sintió cuando abrió los ojos después de la abdominoplastia no se comparaba con sus experiencias dando a luz. Gritaba tan fuerte que las enfermeras fueron a callarla varias veces. La doctora Rosas llegó doce horas después y le dijo que era normal, que era una “chillona” y que estaba exagerando, según el testimonio de Rosalía.
Los días siguientes, el dolor en una pierna y en la cadera era tal que le impedía caminar, subir a la cama, cargar a su bebé o sentarse en la taza del baño. Las heridas supuraban y no cicatrizaban; después aparecieron en su piel ronchas que ardían. En teoría, los servicios de Rosas duraban hasta dar de alta a la paciente, pero el trato hacia Rosalía se fue haciendo cada vez más hostil. Asegura que la doctora le suturaba las heridas sin anestesia y que si lloraba o se quejaba la amenazaba con sacarla del consultorio. “Yo tontamente le suplicaba que me atendiera y aceptaba su mal trato.” A veces la citaba a las cinco de la tarde y la veía hasta medianoche. Un día le dijo que la atendía al último por temor a que ahuyentara a las demás clientas. “Nada más me las asustas de que estás gritando y llorando.”
Después de varias semanas sin experimentar mejoría, Rosalía empezó a consultar a otros doctores y a preguntar en los mismos grupos virtuales de cirugía plástica si lo que estaba viviendo era normal, lo que enfureció a Marisol Rosas. Un día, con aguja en mano, le preguntó por qué estaba hablando mal de ella en los grupos de Facebook. “Si tú vuelves a publicar algo en el grupo, si ahorita te dolió, te va a doler peor”, recuerda haber escuchado Rosalía. Después de esa interacción, publicó su historia completa, incluyendo el nombre de quién la había operado. La doctora Rosas siempre le dijo que nunca le había pasado algo así a otra paciente y que su cuerpo era el culpable. “Es tu reacción. Tú no naciste para ser operada. Te hubieras quedado gorda.” Pero tras sincerarse en Facebook, Rosalía se encontró con Elizabeth Cruz, quien fue operada por la misma cirujana un mes antes y había vivido prácticamente lo mismo, y con los casos de María Esther y Karen, quienes murieron tras ingresar a un quirófano con la misma doctora, según relata Rosalía. Finalmente, una biopsia reveló que tenía una infección causada por una falta de higiene, probablemente originada en las cánulas, los tubitos que introducen al tejido durante una liposucción para aspirar la grasa. Cuando Elizabeth se hizo una biopsia resultó que tenía exactamente la misma microbacteria que Rosalía, un organismo resistente a los antibióticos ya que pertenece a un grupo de bacterias que poseen una pared celular rica en lípidos que actúa como una barrera contra los fármacos.
El sentimiento interior I, 2024.
Las cuatro víctimas interpusieron demandas, dieron entrevistas que se volvieron virales y desataron la ira de Marisol Rosas, quien las acusó de estafadoras, mentirosas y de querer obtener dinero de ella. “Si les molesta mi brillo, pónganse lentes”, dice en un video en el que trata el tema. Las víctimas que denunciaron y otras que no se han animado a hacerlo se reunieron con la entonces directora de la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva (AMCPER), quien les comentó que necesitaba entre quince y veinte denuncias formales para comenzar a tomar cartas en el asunto, según la víctima.
Rosalía quisiera que más gente denunciara, pero entiende por qué otras mujeres no lo hacen. Su primera denuncia penal fue descartada porque la interpuso después de un año; la civil sigue vigente, pero no ha dado resultados.
A Rosalía le ha tomado años dejar de culparse por lo que le pasó. En su denuncia asienta que la doctora le dijo: “¿Quieres que te enseñe las fotos de cómo estabas antes? Asquerosa”.
Cuando se sometió al procedimiento, su bebé tenía un año y debido a las complicaciones no podía cargarlo o cambiarle el pañal, incluso abrazarlo le dolía. Su esposo, que le reclamaba, la abandonó algunos meses después de la cirugía, cuando, además de hacerse cargo de ella y su recuperación, tuvo que ver por el cuidado del hogar y de los hijos. Y como ella no podía cuidarlos, perdió su custodia por un tiempo. El resto de su familia pasó meses sin hablarle. “¿Para qué? Si no lo ocupabas”, le decían. “Tú solita te arriesgaste.”
García Espinoza, cirujano plástico, cree que una de las cosas positivas que han aportado las redes sociales es una actitud combativa ante el estigma. Él mismo ha escuchado confesiones abochornadas de pacientes hombres que temen que al operarse sean considerados homosexuales y pacientes mujeres a quienes sus esposos se lo prohíben.
Osorio sigue esperando que algo pase con su demanda y poco a poco ha entendido que el calvario por el que pasó no fue su culpa. “Yo sólo me quería ver más bonita”, dice.
Anne-Mette Hermans, Sophie C. Boerman y Jolanda Veldhuis, “Follow, filter, filler? Social media usage and cosmetic procedure intention, acceptance, and normalization among young adults”, Body Image, vol. 43, diciembre de 2022, pp. 440-449. ↩