dossier Nacionalismos DIC.2025

Rashid Khalidi

La soledad de los palestinos

Entrevista con Equipo editorial

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Rashid Khalidi es un historiador perteneciente a la diáspora palestina y profesor emérito de la cátedra Edward Said en la Universidad de Columbia, de la que se apartó por su definición de antisemitismo y su “capitulación ante Trump”.1

En 2020 publicó The Hundred Years’ War on Palestine2 que, a raíz de la última guerra con Israel, permaneció más de treinta semanas en la lista de los títulos más vendidos del New York Times. Esta obra no sólo resume su labor historiográfica, a la que dedicó su vida académica, y su experiencia como consejero en la negociación de los Acuerdos de Oslo, sino que se revela como un crítico implacable tanto de los gobiernos de Israel, Gran Bretaña y Estados Unidos como de los líderes palestinos, incluido Yasir Arafat. Según el autor, el colonialismo de los primeros y la incompetencia de los segundos han impedido, a lo largo de cien años, que la nación palestina se constituya como un Estado.

​ Su trabajo académico también ha rendido fruto. Durante medio siglo, ha investigado con rigor y por medio de fuentes inéditas la historia de su país. Libros como Palestinian Identity3 se alejan de las coyunturas políticas que, según él, han distorsionado el relato histórico sobre su patria. Así, Khalidi le ha brindado un servicio a Palestina, pues no hay nación sin historia. En años recientes, ha entrado de lleno en los medios occidentales, quizá con la intención de enmendar el que, a decir del escritor, fue uno de los peores errores de Arafat: descuidar la tarea de persuadir a la opinión pública europea y estadounidense.

La Revista de la Universidad de México publica una entrevista exclusiva con Khalidi, por primera vez en México.

Revista de la Universidad de México (RUM): Es posible que los palestinos estén más lejos que nunca de tener un Estado nación, sin embargo, el reconocimiento mundial de su identidad nacional nunca ha sido más fuerte o más visible. ¿Cómo explica esta paradoja? ¿Y qué revela el actual genocidio en Gaza sobre la resistencia, o transformación, de esta identidad?

Rashid Khalidi (RK): En efecto, es irónico que ése sea el caso, y que uno de los peores episodios en la historia de los palestinos haya producido el mayor grado de reconocimiento global de su narrativa. Este giro favorable es, en parte, el efecto acumulado del asiduo trabajo, durante muchas décadas, de académicos, escritores y artistas palestinos, así como de los activistas pro-Palestina.

​ Por otra parte, es resultado de la transmisión en vivo de dos años de absoluta masacre, que reveló a todos la verdadera naturaleza del Estado de Israel y su barbarie hacia los palestinos, pues logró atravesar el delgado velo de la engañosa propaganda diseminada por los medios de comunicación corporativos. Las redes sociales y los medios de comunicación independientes y alternativos han mostrado esta realidad a las audiencias que antes no eran conscientes de ella, lo que ha provocado cambios dramáticos en la opinión pública en Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo. Sin embargo, será necesario un esfuerzo concentrado para traducir estos cambios en políticas capaces de concretar los derechos nacionales palestinos.

RUM: Al respecto, usted ha escrito que la “soledad” de los palestinos ha reforzado su nacionalismo, dado que los Estados árabes vecinos no han logrado ayudarlos o se han negado a hacerlo a pesar de su retórica de hermandad. ¿Cómo se han comportado esos Estados en la guerra actual? ¿Sus fallas han debilitado la noción de una identidad árabe compartida?

RK: La falta de voluntad de cualquier Estado árabe, con excepción de Yemen, para hacer algo por detener el genocidio de los últimos dos años es sintomática de una situación que ha prevalecido por lo menos desde la última guerra árabe-israelí de 1973, y en muchos sentidos precede esa fecha. Dichos Estados no actuarían ni actuarán con firmeza —o en lo absoluto— en favor de los palestinos. De hecho, muchos regímenes árabes han conspirado en contra de los intereses de los palestinos, incluso desde los años treinta. Todos están motivados por los intereses de sus Estados nación y no por el panarabismo. Sin embargo, la opinión pública árabe apoya enormemente a los palestinos. Aunque este apoyo popular es amordazado por los regímenes dictatoriales, su existencia los pone bajo presión, y ése es un indicio de que tal identidad compartida existe.

Mujeres triturando aceitunas en Jerusalén, ca. 1900-1920. Fotografía del American Colony Photo Department. Library of Congress CC 2.5.

Desde 1967 ha existido sólo una autoridad estatal en todo el territorio que estuvo bajo el mandato británico de Palestina: la de Israel. La creación de la Autoridad Palestina no cambió en nada esta realidad; únicamente reordenó las tumbonas del Titanic y le regaló un indispensable escudo palestino a la colonización y ocupación israelí. Enfrentado al coloso Estado de Israel, hay un pueblo colonizado al que se le niegan derechos equivalentes y la capacidad de ejercer su derecho a la autodeterminación nacional, una situación que ha persistido desde que el principio de autodeterminación se estableció a nivel global tras la Primera Guerra Mundial.


Rashid Khalidi, The Hundred Years’ War on Palestine, pp. 204-205.


RUM: En su artículo “Arab Nationalism: Historical Problems in the Literature”4, señala que el islam, como identidad trasnacional, es otra fuerza que desafía las lealtades nacionalistas en la región. De acuerdo con su análisis, para Hamás, los Estados nación árabes son una herejía. ¿Los movimientos radicales islamistas, tales como Hamás, socavan el nacionalismo palestino o lo transforman?

RK: Hamás, pese a toda su retórica islamista y a sus raíces, pues surgió de la Hermandad Musulmana trasnacional, es un movimiento nacionalista y, a la vez, islamista. Su estatuto revisado, que apareció en 2017, acepta la idea de un Estado palestino y hace mucho tiempo que abandonó algunos de sus propósitos panislamistas. Sin embargo, Hamás ha transformado el nacionalismo palestino, le ha dado un carácter mucho más religioso.

RUM: Usted describe cómo Al-Quds al-Sharif (Jerusalén)5 fue percibida, desde hace siglos, como un sitio sagrado para los árabes; más tarde, fue también un centro administrativo otomano. Tras el colapso de dicho imperio, la ciudad se convirtió en un símbolo político nacionalista. Puesto que Israel controla el acceso de los palestinos a esta urbe, ¿cómo se piensa en ella hoy en día, como una capital prohibida? En ese sentido, de acuerdo con el lingüista Mohammed Sawaie, la poesía palestina del siglo XX representaba la nación como a un ser amado inasequible, como un amor no consumado.

RK: El día de hoy Jerusalén tiene, en todo caso, una importancia simbólica mayor. Cada hogar palestino tiene una representación de Jerusalén en su pared. Al ataque de Hamás [del 7 de octubre de 2023] se le dio el nombre de “operación al-Aqsa”, que es también como los palestinos al interior de Israel llamaban al levantamiento de 2021 en Cisjordania, que fue detonado por las restricciones israelíes en el complejo de la mezquita al-Aqsa.6

RUM: Alrededor de setecientos mil palestinos fueron expulsados de sus tierras ante la creación del Estado de Israel, en 1948; muchos se refugiaron en los países vecinos, como Líbano, y otros huyeron a América. ¿Qué papel han jugado las distintas diásporas en la preservación de la identidad nacional? ¿Cómo se conciben a sí mismos los palestinos que viven en el mundo occidental y los que habitan en los países árabes? ¿Hay diferencias claras o patrones comunes entre estas diásporas?

RK: Como ocurre en muchos movimientos de liberación nacional, la diáspora puede tener un papel crucial, lo que ciertamente sucede en el caso palestino. Fueron sobre todo los palestinos en la diáspora quienes reanimaron el movimiento nacional después de 1948.

​ Ahora bien, los palestinos en el mundo árabe están sujetos a varias jurisdicciones y restricciones, pero su animadversión generalmente está dirigida a los regímenes —no democráticos, en su mayoría— que imponen dichas restricciones, en lugar de a los pueblos árabes, que suelen apoyar bastante la causa palestina. Hay grandes diferencias entre los estatus de las diásporas en distintos países: en Jordania gozan de ciudadanía plena, pero están excluidos de los escalafones superiores del sistema político (la monarquía, el ejército, los servicios de seguridad), aunque desempeñan roles importantes en la esfera económica, educativa y cultural; en Siria tienen la mayoría de los derechos ciudadanos sin dejar de ser refugiados, mientras que en Líbano son discriminados. Cada caso es distinto.

RUM: Algunos han leído Palestinian Identity y The Hundred Years’ War on Palestine como una refutación académica y política de la postura que afirma que los palestinos no “inventaron” su nación sino hasta 1948. No obstante, la Nakba (en árabe, “catástrofe”, como se conoce a la expulsión multitudinaria que ocurrió en ese año) fue una ruptura que redefinió la conciencia palestina. ¿Cómo sostiene esas dos verdades al mismo tiempo: la larga evolución de dicha identidad, previa a 1948, y la transformación demoledora en 1948?

RK: La conciencia siempre está en proceso de evolución. En el caso palestino, el sentido de nación pasó de estar menos definido, hace más de un siglo, a estar bien delimitado. El periódico Filastin,7 fundado en Jaffa en 1911, y el Club Deportivo Palestino, que los inmigrantes palestinos establecieron en Chile en 1920, son evidencia de dicha conciencia. Las experiencias traumáticas, como la derrota de la revuelta de 1936-1939, la Nakba o la expulsión de la Centro de Investigación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Beirut, brindaron un ímpetu para esta autodefinición posterior. Los historiadores, sin duda, verán los últimos dos años de genocidio en Gaza como algo que proporcione un ímpetu semejante.

Marcha por Palestina en la Ciudad de México, agosto de 2025. Wikimedia Commons CC 4.0.

RUM: En el libro Palestinian Identity, usted investiga los antecedentes históricos del nacionalismo palestino y retrocede incluso al periodo otomano. Al respecto, afirma que los campesinos que se enfrentaron al despojo inicial de tierras, mucho antes de 1948, fueron los primeros en expresar un sentimiento nacionalista palestino-árabe. ¿Cómo se ha recordado a estos campesinos en la memoria nacional: como una clase, por medio de individuos emblemáticos o como varios episodios de despojo masivo? Y, dado que la confiscación de tierras continúa en Cisjordania al día de hoy, ¿cómo se comparan el nacionalismo y la resistencia que ocurren ahí con aquellas formas más tempranas?

RK: La columna vertebral de la revuelta árabe en Palestina, entre 1936 y 1939, y de la resistencia frente a una ocupación sionista en 1947-1948 fueron los campesinos y una parte de la población urbana. Lo mismo puede decirse de finales de los años cincuenta y de la década de los sesenta, cuando revivió el movimiento de resistencia, cuya población, en su mayoría, vive hoy en campos de refugiados, que eran y siguen siendo el núcleo de la resistencia palestina. La mitad de la sociedad del país fue rural hasta 1948, lo que explica la importancia del campesinado antes de esa fecha. Hoy en día, una proporción mucho menor de la población vive de la agricultura en Cisjordania o entre los ciudadanos palestinos de Israel. La mayoría de las personas que vive ahí o en la Franja de Gaza ahora es urbana, de modo que el papel de los campesinos, naturalmente, ha disminuido.

RUM: Una de las mayores paradojas del nacionalismo palestino es que brotó y echó raíz sin un Estado y, por ello, careció de las instituciones que suelen dar forma a la identidad nacional. Por mucho tiempo, por ejemplo, no hubo un sistema de educación pública que transmitiera una colección de ideas, valores y creencias nacionalistas a toda la población. Usted agrega que, a finales del siglo XIX y principios del XX, los diarios locales no perduraban. ¿Cómo se forjó el nacionalismo palestino, pese a tener todo esto en contra? ¿Compararía este caso tan peculiar con otros?

RK: Hay unos cuantos ejemplos comparables: el nacionalismo armenio y el sionismo surgieron y se convirtieron en fuerzas políticas potentes antes de que existieran instituciones estatales soberanas que los sustentaran. Sin embargo, a partir de 1917, los británicos proporcionaron el marco para la creación de un para-Estado controlado por el movimiento sionista, que poseía la mayoría de los atributos de un Estado, salvo por la soberanía formal.

​ Incluso sin un Estado, los palestinos se beneficiaban de contar con suficientes medios de comunicación, como la prensa y las publicaciones periódicas, al igual que con instituciones como el OLP y el Instituto de Estudios Palestinos, de modo que su literatura nacional y su escritura académica y política pudieron florecer. Esto le dio un fuerte ímpetu al desarrollo de su identidad.

RUM: En Palestinian Identity, usted recurre a pensadores como Benedict Anderson, Ernest Gellner y Eric Hobsbawm, quienes postularon que las naciones son “comunidades imaginadas”. ¿Hasta qué punto esos modelos nos ayudan a entender la experiencia palestina y dónde se quedan cortos?

RK: Estos modelos son aun más importantes en situaciones en las que no ha surgido un Estado y son particularmente relevantes para entender el caso palestino. Los palestinos tienen una noción bastante uniforme de sí mismos como nación, una que se ha ido definiendo aún más a medida que las experiencias colectivas compartidas —la mayoría, traumas—, como la Nakba de 1948 y el genocidio en Gaza, han soldado su unión con mayor firmeza. De hecho, creo que estos modelos son apropiados para entender no sólo el caso palestino o el armenio, sino también otros como los de Turquía, Israel o Egipto, y ciertamente algunos casos un poco más antiguos como Francia e Inglaterra: basta con voltear a ver a Shakespeare o a Rousseau y Diderot para hallar ejemplos de cómo dichas comunidades imaginadas también cobraron forma antes del inicio del Estado nación moderno.

Imagen de portada: Frank Scholten, niña con canasta de naranjas [detalle], ca. 1896-1942. Biblioteca de la Universidad de Leiden, dominio público.

  1. Esta definición, elaborada por la International Holocaust Remembrance Alliance y adoptada por la universidad, “confunde lo judío con Israel a tal punto que cualquier crítica contra Israel, y aun cualquier descripción de sus políticas, se interpreta como una crítica contra los judíos”, lo que, de acuerdo con el historiador, provoca “un efecto de censura”. R. Khalidi, “I spent decades at Columbia. I’m withdrawing my fall course due to its deal with Trump”, The Guardian, 1 de agosto de 2025. 

  2. Este año la editorial Capitán Swing lo tradujo al español, con el título Palestina: cien años de colonialismo y resistencia

  3. El título completo es Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness [Identidad palestina: La construcción de la conciencia nacional moderna] y fue publicado por la Universidad de Columbia en 1997; no existe traducción al español. 

  4. [Nacionalismo árabe: problemas históricos en la bibliografía]; no existe traducción al español. 

  5. De acuerdo con Khalidi, Jerusalén es la traducción del nombre hebreo de la ciudad, mientras que Al-Quds al-Sharif es su nombre en árabe. El uso generalizado del topónimo “Jerusalén” es, según el autor, una muestra del predominio de la perspectiva israelí. 

  6. Para el islam, esta mezquita es el tercer sitio sagrado más importante, después de La Meca y Medina. El Estado de Israel argumentó que las restricciones a la entrada de los fieles tenían la intención de evitar la propagación del covid. Esta medida desató disturbios y enfrentamientos. Durante muchos años, el complejo de al-Aqsa ha sido uno de los puntos más contenciosos entre Israel y Palestina. En el último Ramadán, Israel únicamente permitió la entrada de musulmanes mayores de 55 años, en el caso de hombres, y de 50 años, en el caso de las mujeres, así como de niños menores de doce años. 

  7. Filastin significa “Palestina” en árabe.