Tsunami

La ola que nos convoca

Abya Yala / crítica / Abril de 2019

Majo Delgadillo

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Si una no presta atención, parecería que las preguntas están agotadas. Se les escucha, lee, retuitea una y otra vez: ¿qué más se puede decir, que no se haya dicho ya, sobre la experiencia de la feminidad? ¿Qué más se puede escribir sobre el cuerpo que no esté plasmado y compartido ya en algún museo, algún libro o en un rincón del internet? ¿Qué espacios faltan por conquistar? ¿No somos ya todas, por decreto de la cultura popular, feministas? Si no prestáramos suficiente atención, podría parecer que las preguntas son incluso necias. Sin embargo, en un país donde se calculan nueve feminicidios al día, es difícil no atender a lo que se dice y a cómo se dice. Poner atención es nuestro trabajo. Por eso sabemos que las preguntas no son necias, ni están agotadas. Al contrario. Las interrogantes sobre qué más decir, cómo contar nuestras experiencias, a quién confiarle nuestras palabras, dónde y, sobre todo, cómo podemos ocupar espacios, nos las hacemos todos los días y, sin exagerar, nos permiten mantenernos vivas. Tsunami, escrito con la participación de doce autoras provenientes de contextos diversos, es un ejercicio que nos permite asomarnos a las maneras en las que ellas se responden esas preguntas y abren otras. Las colaboradoras: Brenda Lozano, Cristina Rivera Garza, Daniela Rea, Diana J. Torres, Jimena González, Margo Glantz, Sara Uribe, Verónica Gerber Bicecci, Vivian Abenshushan, Yásnaya Elena A. Gil y Yolanda Segura, con edición y participación de Gabriela Jáuregui, son mujeres nacidas en un lapso que va de 1930 al 2000, con ideas, cuerpos, y procesos de acercamiento al feminismo contemporáneo sumamente distintos. El libro nos interpela bajo la consigna de que “lo personal es político”, a través de diferentes aproximaciones a la experiencia de ser mujer: “Mientras las niñas duermen” de Rea sigue el recuento de su experiencia maternal alejada del panorama idílico; “Medalla o estigma” narra un asalto que sufrió Torres y detona una reflexión sobre cómo la visibilidad del género nos vulnera; la soledad compartida entre Uribe y su madre en “Solas” ahonda en la realidad de la violencia contra las mujeres en México, y la historia del trauma intergeneracional femenino de una familia en “Las otras” de González es un reflejo de que la violencia más dolorosa puede ser también la que nos acecha en nuestra propia casa. Tsunami es un espacio para la reflexión compartida, ensayística y desapropiada. Gerber, por ejemplo, trabaja con un texto de Semónides de Amorgos, para hacer evidente la violencia misógina del lenguaje literario, que resulta en la pieza “Mujeres polilla”; A. Gil habla en “La sangre, la lengua, el apellido” sobre estos tres elementos que recorren las políticas identitarias generadas por el Estado para las mujeres indígenas en diversas partes de las Américas. Rivera Garza, Abenshu­shan, Jáuregui y Segura escriben, cada una desde experiencias personales, acerca del ejercicio de la escritura: en comunidad, en talleres, en redes sociales o como acto de reconocimiento a un legado familiar. Glantz propone una genealogía que desemboca en el ejercicio del movimiento #MeToo, y que responde a un recuento histórico con especial atención en las perspectivas machistas que confluyeron en él. Tsunami es el primer paso en una carrera que las editoriales mexicanas deberían recorrer si están atentas a los puntos en común de los intereses de los lectores y lectoras contemporáneos. La práctica de permitir a doce voces que se identifican como mujeres escribir alrededor de sus experiencias como escritoras, como cuerpos sexuados, como hijas y madres, responde a un agotamiento de los lectores, y sobre todo de las lectoras, frente a los discursos patriarcales y canónicos. Pero hay que recalcar que a este libro, y a sus doce autoras, no les corresponde finalizar esta carrera, ni ser las responsables únicas del debate que se genere acerca de las experiencias femeninas y feministas desde la literatura. En especial porque aunque las voces de Tsunami provienen de contextos sociales, políticos, y generacionales distintos, y denotan el esfuerzo de Jáuregui por buscar en el panorama literario actual una muestra de vivencias corporales variadas para unirlas desde el lenguaje, no son las únicas que escriben, leen y experimentan la violencia en el presente del país. Tsunami no puede hablar desde todas las perspectivas. No lo hace. No es su responsabilidad hablar exhaustivamente desde todos los cuerpos, de las violencias y sus posibles relaciones. En todo caso, la responsabilidad de este libro es abrir una puerta. Mostrar tanto a las editoriales como a los lectores que preguntas como: de qué forma contar lo personal, cuáles son los espacios que nos quedan por conquistar, qué puede hacer la palabra, por qué hablar desde y con el cuerpo son, más que nunca, espacios que deben explorarse. Uno de los grandes aciertos que nos ha dado el feminismo interseccional —ese ejercicio de reconocimiento sobre los privilegios desde donde existimos y de nuestra capacidad de ser tanto opresoras como oprimidas— es que la conciencia ha migrado no sólo hacia reconocernos como mujeres compuestas por los contextos que nos rodean y afectan directamente, sino también hacia reconocer las relaciones que componen a las otras, que experimentan la vida desde distintos puntos geográficos, políticos, sociales, económicos, y que también nos conforman e interpelan. Por ello, no todas las experiencias descritas en las páginas de Tsunami pueden hablar, personalmente, a cada uno de sus lectores. Tampoco lo hacen. Incluso es mejor que no lo hagan. Si un libro nos permite conversar, nos permite también estar en desacuerdo con sus autoras, contrastar sus experiencias con las nuestras. Lo que el libro nos deja ver, entonces, es el abanico de posibilidades a través de las cuales las mujeres que nos hablan se construyen a sí mismas, comparten y generan conocimiento. El que exista un libro como Tsunami es un acontecimiento que ocurre gracias a la relación ineludible entre la temporalidad, los hechos actuales, la posibilidad de escucharnos por medio de las redes sociales (en la vida física y en la digital) y el surgimiento de una nueva ola de feminismo que no existiría sin todas sus agentes y sin las aristas anteriores. Simone de Beauvoir, citada varias veces a lo largo de Tsunami, escribió que “una no es mujer, sino que llega a serlo”. Quizá lo que nos quiere decir esta antología es que una puede llegar sola a ser mujer, pero que no tiene por qué ser así. Tal vez, al final este libro puede compartirnos una comunidad que escucha, lee y resiste. Acaso se trata de pensar en las preguntas que nos atraviesan y responderlas de otra manera: con cuerpos y con palabras que ocupan espacios dentro de la literatura que hay que reclamar como propios.

Imagen de portada: Oswaldo de León Kantule, Mar de los delirios, 2012. Cortesía del artista

Sexto Piso, Ciudad de México, 2018