Maryam y María en Gaza
Como señala Sidney H. Griffith en The Bible in Arabic, los primeros oyentes de las recitaciones de las azoras del Corán, en el siglo VII, fueron cristianos y judíos de la península arábiga. Los textos de los cristianos ya circulaban en lengua árabe, tanto oralmente como por escrito, antes del surgimiento del islam. Así, María ya tenía un nombre árabe: Maryam. Con ese nombre volvió a ser mencionada y representada en el Corán en múltiples ocasiones. En este poema, publicado en árabe el 31 de enero de 2024, María habla con Maryam en lo que se puede leer como un diálogo entre las dos tradiciones y un monólogo de la mujer palestina.
La paz en esta tierra no es para nosotras, ni es para tu hijo, ni para el mío: se decían entre sí Maryam y María. Hermana mía, hermana de mi tierra y de mis pasos sobre ella, hermana del alma y de mis rezos, hermana de la claridad de la mañana y de mi muerte tumultuaria en este sitio y de lo que nos queda por morir y lo que nos queda por vivir: la paz en esta tierra no es para nosotras. El cielo, arriba, ¿no es capaz de vernos? ¿Será por la cruz que cubre nuestra espalda en los campos amargos de sangre?
La paz en esta tierra no es para nosotras. Esta paz es para nuestros enemigos —¿verdad, Dios?— y para los aviones de guerra y para la muerte si baja o sube, si habla, si miente, si baila… La muerte siempre quiere más: más sangre —desgarradora o bella—, más de nuestra sangre derramada en el mar y en los valles y los montes, sobre la tierra y la arena; más sangre para las preguntas, más sangre para las respuestas, más de nuestra sangre en el norte y en el sur, en tiempo de guerra y en tiempo de paz. Esta paz es para nuestros enemigos —¿verdad, Dios?— y para aquellos que los guardan en tierras lejanas y cercanas; para aquel hermano que vino a asediarnos, cual enemigo, y caminó sobre nuestra muerte y aseguró su trono, entre nuestras ruinas, cuando ya habíamos partido.
Ilustraciones de David Rocha, 2025.
La paz en esta tierra no es para nosotras, se decían entre sí Maryam y María. La paz es para otras, para sus pequeños —no para los nuestros—. La paz es para el silencio entre una masacre y otra. Antes de masacrarnos, después de masacrarnos, gritáramos o guardáramos silencio, la paz es para el silencio, y para aquella voz que nos acusa —¡mátenlos!— y deja que nos maten [con el silencio.
La paz en esta tierra no es para nosotras, se decían. Es para los tiranos, los presidentes-gallos y todos los ejércitos polvorientos. Es para la destrucción y para aquellos que asesinan a los pequeños sobre [la tierra… Y asesinan a los viejos. Es para aquellos que atan el horizonte con cadenas, derraman la sangre, odian al mártir y asesinan las lápidas. La paz es para un tirano aquí y otro allá; para una cola ladradora aquí y para todo el espectro de armas siseantes allá. La paz es para el que revienta mi ojo para que ya no pueda verte.
Dios: llévatelo todo y déjanos, aquí, cerca de nuestro mar, aquí, cerca de las tumbas de los nuestros y de nuestros hogares, aquí. No nos iremos, nos quedaremos cerca. Nos llevas, si quieres. Nos dejas, si quieres. Cuando se haga tu voluntad, como se haga tu voluntad. No estamos lejos del ojo de tu corazón. De no ser así, Dios: sé nuestra muralla. No huiremos, si cae la noche, de [nuestra muerte. Dios: aquí nos quedaremos a las puertas de tu espíritu. Me refiero a las iglesias, las mezquitas y el mar; me refiero a la tierra y a las palmas. Me refiero a la vida, aquí, si queda algo de vida. De no ser así, Dios: llévanos y deja, aquí, algo de nuestras almas, cerca de lo que nos queda de casas y de umbrales, mutilados como [nuestros cadáveres. La paz en esta tierra no es para nosotras.
Aquella paz que ansiamos, amamos, soñamos y añoramos, no es para nosotras. Aquella paz simple, como la lágrima de mi madre el día de mi boda, no es [para nosotras. La paz que vuela como un ala y se posa como un ala, la que es placentera como una canción y familiar como nuestra risa y [nuestra gatita, antes de que la asesinaran… Dios: desde que la mataron, la gatita tiene hambre: maúlla, añora, ronronea y, desde una habitación en el norte hasta una carpa en el sur, nos sigue.
La paz en esta tierra no es para nosotras, se decían entre sí Maryam y María. No es para Ghazza, Gaza, ni siquiera cuando recibe la primavera con alegría; ni para Akka, Acre, desvelada mil años sólo para cuidarnos, como hicieron [nuestras abuelas; ni para la hermosa Yafa; ni para Jesús, quien resucitó en medio de nuestra sangre, nuestro cuerpo, [nuestra tierra y nuestra resurrección. La paz en esta tierra no es para nosotras. No es para Jerusalén, Al Quds, que es [tu ciudad santa, tan alta y santa por nuestro profeta y nuestro Corán. La paz en esta tierra no es para nosotras.
La paz en esta tierra es para mí, Dios —para mí y para ti—; para las mariposas que revolotean entre los dedos de los hijos de mi alma desde que subieron al cielo hacia ti. Salvo los pedazos de sus cuerpos, no permanece, para mí, nada permanente. No me queda nada permanente, salvo una mañana doliente, las plumas de [una paloma sobre los umbrales, y sus nombres. Sus dedos son el sol de las mariposas y la herida del horizonte. No les dije nada a las mariposas aquí. Dejé a las mariposas, como a mi alma, aletear entre sus dedos y viajar [entre la ceniza y el rocío. Por ellos cantaré, en el nombre de los veinte mil, los cincuenta mil, que están resucitando sobre nuestra tierra. No diré: la paz es para aquellos que asesinan y arrancan. No diré: la paz es para aquellos que asesinan y queman. La paz en esta tierra era para nosotras, desde antes de la llegada de aquéllos, [aquí. La paz en esta tierra quedará para nosotras, después de la marcha de aquéllos, [aquí. La paz es para nosotras.
Imagen de portada: Ilustraciones de David Rocha.