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Cien años de Rosario Castellanos

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En torno a la figura y la obra de Rosario Castellanos no hay medias tintas: poeta excepcional, ensayista lúcida, precursora del teatro y la novela indigenistas, supo mostrar en su trabajo la realidad mexicana sin velos, pero con un registro sensible y compasivo. Al mismo tiempo, consiguió honores y un espacio inusitado para una mujer de su época. Tal reconocimiento oficial la hizo embajadora en el que sería el último y precoz capítulo de su vida. Tras el trágico accidente en que murió, conocimos las Cartas a Ricardo, que revelan a su autora frágil y vulnerable, completando así el retrato de una escritora que vivió (y escribió) intensa y apasionadamente.

​ Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México. La muerte prematura de sus padres, de origen chiapaneco, la confrontó con una independencia anticipada e inusual para una mujer de su época. Quizá fue gracias a estas circunstancias que escribió el preclaro Mujer que sabe latín.

​ Para conmemorar el centenario de su nacimiento publicamos una serie de fotografías y documentos que forman parte de la muestra Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos: archivo inédito, organizada por la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura de la UNAM en el Colegio de San Ildefonso. Acompañamos esta selección con fragmentos de su obra con la intención de propiciar nuevas lecturas.

Rosario Castellanos a luz dividida, s.f.

El indio sube al templo tambaleándose, ebrio de sus sollozos como de un alcohol fuerte. Se para frente a Dios a exprimir su miseria y grita con un grito de animal acosado y golpea entre sus puños su cabeza.

El borbotón de sangre que sale por su boca deja su cuerpo quieto.

Se tiende, se abandona, duerme en el mismo suelo con la juncia y respira el aire de la cera y del incienso.

Repose largamente tu inocencia de manos que no crucificaron. Repose tu confianza reclinada en el brazo del Amor como un pequeño pueblo en una cordillera.

“La oración del indio”

César Castellanos, padre de la autora, con un grupo de lacandones, 1918.

Ha presenciado alegres ceremonias y ha visto cómo deudos diligentes colocan en su marco orlas de luto.

Y ni se regocija ni consuela.

“Retrato de antepasado”

Fotografía de Adriana Figueroa y César Castellanos, padres de la autora, 1937.

Y bien. La juventud, aunque grave, no fue mortal del todo. Convalecí. Sané. Con pulso hábil aprendí a sopesar el éxito, el prestigio, el honor, la riqueza.

Tuve lo que el mediocre envidia, lo que los triunfadores disputan y uno solo arrebata. Lo tuve y fue como comer espuma, como pasar la mano sobre el lomo del viento.

“Monólogo de la extranjera”

Fotografía coloreada de Rosario Castellanos posando en un jardín, s.f.

En vano, en vano fue correr, destrenzada y frenética, sobre las arenas humeantes de la playa.

“Lamentación de Dido”

Rosario Castellanos recostada en una playa de Acapulco, 1945.

Cuando me di cuenta de que el lenguaje filosófico me resultaba inaccesible y que las únicas nociones a mi alcance eran las que se disfrazaban de metáforas, era demasiado tarde. No sólo estaba a punto de concluir la carrera sino que ya no escribía ni endecasílabos ni consonantes ni sonetos. Otra cosa. Anfibia. Ambigua. Y, como la cruza de especies diferentes, estéril.

Mujer que sabe latín…

Rosario Castellanos camina junto a sus compañeros, 1947.

He sido alumna atenta de quienes sólo saben que no saben nada y maestra de quienes ni siquiera saben que saben más que yo.

“Inventario: páginas autobiográficas”

Credencial de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1944.

La maternidad redime a la mujer del pecado original de serlo, confiere a su vida (que de otro modo resulta superflua) un sentido y una justificación. […] Exalta la institución del matrimonio hasta el grado de la estabilidad absoluta, vuelve ligero el yugo doméstico y deleitoso el cilicio de las obligaciones. Sirve de panacea infalible para las más hondas y desgarradoras frustraciones personales.

“Sociedades enfermas: los dos niveles: la palabra y el hecho”, Excélsior, 16 de marzo de 1968

Rosario Castellanos con su hijo Gabriel, 1963.

He criado hijos —uno solo de los cuales era de mi sangre—; he luchado a muerte contra el hombre que me complementa; he sobrevivido a mis padres; he dicho adiós a mis hermanos.

“Inventario: páginas autobiográficas”

Fotografía de la familia Guerra Castellanos, s.f.

Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas, junto a la cocinera, sobre el costo de la vida y el ars magna combinatoria del que surge el menú posible y cotidiano.

“Válium 10”

Páginas de la libreta de gastos de la casa.

En general, rehúyo los espejos. Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal y que hago el ridículo cuando pretendo coquetear con alguien.

“Autorretrato”

Retrato de la escritora reflejada en un espejo, s.f.

Pero si es necesaria una definición para el papel de identidad, apunte que soy mujer de buenas intenciones y que he pavimentado un camino directo y fácil al infierno.

“Pasaporte”

Pasaporte de Rosario Castellanos.

Todavía los “hombres necios, que acusáis” de Sor Juana sigue siendo nuestra protesta más audaz. Habría que preguntarse por qué el feminismo, que en tantos otros países ha tenido sus mártires y sus muy respetadas teóricas, en México no ha pasado de una actitud larvaria y vergonzante. ¿Es masoquismo? ¿Es temor al ridículo?

“Feminismo a la mexicana”, Excélsior, 7 de diciembre de 1963

Rosario Castellanos dando cátedra en un salón, s.f.

Cecilia dejó caer el libro sobre su regazo y apoyó la frente contra la ventanilla polvorienta. Sus ojos traspasaron la opacidad del vidrio para llenarse de un paisaje al que la exuberancia no rescataba de la monotonía. Sobre la capa inmóvil de los pantanos medraba una vegetación tan compacta que producía el engaño de una superficie sólida. Pero bastaba el más ligero soplo de brisa para abrir temblorosas grietas a través de las cuales amenazaba una profundidad sucia cuya longitud era calculable gracias al tamaño de los arbustos que emergían desde el fondo.

Comienzo de Rito de iniciación

Índice manuscrito de la novela Rito de iniciación.

Imagen de portada: Rosario Castellanos en su biblioteca, s.f.

Todas las imágenes y los documentos son cortesía de Gabriel Guerra Castellanos.