dossier Bibliotecas NOV.2025

María Andrea Giovine Yáñez

Las bibliotecas: contrapuntos, laboratorios de ideas y espacios de libertad

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De la biblioteca de Alejandría o la de Pérgamo a las actuales bibliotecas digitales, contar con espacios dedicados a reunir los saberes colectivos ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. De los rollos de papiro y pergamino a los libros de bolsillo en encuadernación rústica, los libros de artista, la fragilidad de las páginas de los periódicos y los textos configurados con bits y bytes, sus colecciones nos cuentan la historia de las ideas y, también, la de su circulación. La historia de las bibliotecas es asimismo la de nuestra relación con el conocimiento y, por tanto, con nosotros mismos y nuestras inquietudes más profundas.

​ En un tiempo en que se ha confundido la cantidad con la calidad, y la inmediatez con la veracidad, la relevancia de las bibliotecas no ha menguado; por el contrario, ha mutado y se ha magnificado. Lejos de ser meros almacenes de libros, las bibliotecas de hoy son ecosistemas vivos, catalizadores de pensamiento crítico y, sobre todo, guardianas del conocimiento verificado ante la amenaza silenciosa de la desinformación.

Sala Mexicana de la Biblioteca Nacional de México, 2017. Fotografía de Armando Canto. Todas las imágenes a color son cortesía de la BNM.

​ El siglo XXI ha generado una enorme paradoja: la conformación de una sociedad que, aun con un universo de información al alcance de la mano, parece más vulnerable que nunca al engaño y a la manipulación. Una sociedad infoxicada, cuya atención está en constante disputa por consumir contenidos monetizables. Los neurocientíficos han demostrado cómo, en los últimos años, nuestros periodos de atención han disminuido drásticamente porque nos hemos habituado a consumir contenido audiovisual de unos segundos de duración. Varios intelectuales y activistas del conocimiento han alzado la voz para plantear que pensar se está convirtiendo en un lujo y que día a día se erosiona una habilidad clave para nuestro desarrollo individual y social. Cada vez permitimos menos la ensoñación, la fantasía y la divagación, pues por miedo a aburrirnos, cuando hay un minuto de silencio, sacamos nuestro teléfono móvil. ¿Cómo pueden competir La guerra y la paz de Tolstói, los siete tomos de En busca del tiempo perdido de Proust o los poemas de Rosario Castellanos con la cultura de los shorts? Leer libros nos conecta con un espacio de intimidad y la lectura profunda fortalece nuestro cerebro y nuestra atención. De ahí que las bibliotecas y sus estrategias de promoción de la lectura sean claves como contrapuntos de una dinámica cultural cada vez más asentada.

Antigua Biblioteca Nacional de México y estatua de Humboldt, ca. 1904.Fotografía de Guillermo Kahlo. Fototeca Nacional, INAH, dominio público.

La Biblioteca Nacional de México y la Hemeroteca Nacional de México, las cuales se encuentran bajo custodia de la UNAM desde 1929, constituyen uno de los fondos documentales más importantes de América Latina. En sus colecciones se encuentran manuscritos, incunables y primeros impresos novohispanos, fotografías, carteles de cine, discos de vinilo, libros en braile, materiales didácticos históricos, archivos, así como millones de revistas y periódicos.


​ La arquitectura algorítmica de las redes sociales y los motores de búsqueda, diseñada para reforzar nuestras cámaras de eco, nos ha aislado en un autismo informativo, en el que la realidad se moldea a la medida de nuestros prejuicios. En este panorama de espejismos, la biblioteca es un contrapunto, un refugio analógico y digital donde la verdad no se vende, no se viraliza y no se tergiversa. Recordemos que, en 2025, por segundo año consecutivo, el “Informe de riesgos globales” del Foro Económico Mundial, ubicó la desinformación como el mayor riesgo que enfrentará la sociedad global a corto plazo, en especial por sus efectos en el debilitamiento de la democracia. La biblioteca es un laboratorio de ideas donde aprendemos a distinguir la fuente primaria de la copia, a desentrañar los sesgos ocultos en las narrativas y a construir, con rigor y paciencia, nuestra propia forma de comprender el mundo. Esta función educativa es, en esencia, la primera línea de defensa contra el asedio de la posverdad.

Interior del gran salón de la antigua Biblioteca Nacional de México, ca. 1909. Fotografía de Guillermo Kahlo. Fototeca Nacional, INAH, dominio público.

​ Más allá de la mera consulta, la misión de la biblioteca actual se centra en una labor más profunda y trascendental: la alfabetización del conocimiento. Este concepto, que trasciende la simple capacidad de leer y escribir, es la habilidad de interrogar, discernir y tejer hilos de significado en redes complejas de información. La biblioteca moderna es una incubadora de esta habilidad, un taller donde se forjan ciudadanos no sólo informados, sino también intelectualmente autónomos. A través de catálogos con motores de búsqueda cada vez más robustos, bases de datos académicas, publicaciones de acceso abierto, proyectos de investigación y programas formativos, estas instituciones empoderan a estudiantes, académicos y públicos amplios para que dejen de ser consumidores pasivos de contenido y se transformen en productores de saber. En este empoderamiento reside la verdadera batalla contra la desinformación, pues la capacidad de cuestionar y verificar es el antídoto más poderoso contra la falsedad. Ante la desinformación histórica, como un problema endémico de nuestras sociedades, el acceso a las fuentes primarias y verificadas que estas bibliotecas custodian es crucial para un debate público sano y para la formación de conciencias críticas. La biblioteca se convierte así en un gimnasio mental donde se ejercitan las facultades reflexivas, esenciales para una ciudadanía robusta.

Acervo de la Hemeroteca Nacional de México, 2019. Fotografía de Ana Laura Peniche Montfort.

​ En esta vasta red, las bibliotecas nacionales y patrimoniales ocupan un lugar de suma importancia. Son custodias de la memoria colectiva, depositarias de la identidad intelectual de una nación. Su misión, como si se tratara de una arqueología del saber, es un acto de preservación que asegura que el legado de una cultura —desde el manuscrito antiguo hasta el libro digital de vanguardia— permanezca inalterable para las generaciones venideras. En un mundo digital donde la obsolescencia y la volatilidad son la norma, estos espacios garantizan la permanencia de las ideas. El patrimonio que resguardan no sólo es un conjunto de objetos, sino una narrativa viva, un testimonio tangible de la evolución del pensamiento y de la creación humana. La digitalización de sus acervos, lejos de ser un simple proceso tecnológico, es un acto de democratización, un puente que conecta el pasado con el presente y lo hace accesible a una audiencia global, nutriendo, a gran escala, la alfabetización del conocimiento y permitiendo a los ciudadanos conectar con sus raíces de una manera profunda.

​ La labor de las bibliotecas es un contrapunto poético a la efímera vorágine del contenido digital. Mientras las plataformas online priorizan la inmediatez y la superficialidad del clickbait, las bibliotecas nos invitan a la pausa, a la inmersión, a la reflexión. Sus colecciones históricas y patrimoniales, además de ser un depósito de información y de datos, son narrativas en sí mismas que revelan la construcción del conocimiento, los errores del pasado y los triunfos del ingenio humano. Al preservar grabaciones históricas, periódicos y revistas de décadas atrás, fotografías, grabados, libros de arte, documentos únicos y correspondencia de figuras ilustres, estas instituciones ofrecen un contexto inigualable para comprender el presente y resistir las narrativas simplistas que buscan reescribir la historia.

Libros de coro en la Sala Mexicana de la BNM, 2024. Fotografía de Alhelí Rivera.

​ Además de su papel como pilares de la memoria colectiva y guardianas de nuestra herencia cultural, las bibliotecas son faros de vanguardia, espacios de investigación y creatividad. Son el punto de encuentro entre la erudición del pasado y la innovación del futuro. Facilitan el diálogo entre disciplinas, inspiran nuevas obras y alimentan la curiosidad intelectual a través de exposiciones, conferencias y programas especializados. Su contribución a un ecosistema de conocimiento diverso y robusto es un desafío directo a la homogeneización cultural que a menudo promueve la esfera digital. La biblioteca es un lugar de descubrimiento, un sitio donde el pasado ilumina el camino hacia nuevas ideas y donde la sabiduría acumulada de los siglos se pone al servicio de la innovación.

​ En definitiva, la importancia de las bibliotecas en el siglo XXI no se mide por la cantidad de libros que albergan, sino por la naturaleza de su misión. En un mundo inundado de ruido informativo, ofrecen un espacio de autonomía individual en el que el sujeto elige desde su subjetividad y no desde lo que un algoritmo le quiera mostrar. Hoy, su papel en la promoción de la alfabetización del conocimiento es más vital que nunca, pues proporciona a los ciudadanos las herramientas necesarias para navegar el complejo panorama mediático y resistir las narrativas falsas. Las bibliotecas nacionales y patrimoniales, en particular, desempeñan una labor insustituible en la preservación de la memoria colectiva y en la contextualización de nuestro presente a través de las fuentes originales. Son la promesa de que el conocimiento es un legado que debemos proteger y nutrir, un tesoro que no se consume, sino que se comparte y se multiplica. En un futuro incierto, el rol de las bibliotecas como centros de conocimiento y patrimonio será la piedra angular de una sociedad informada, resiliente y, sobre todo, libre.

Área de digitalización del Departamento de Preservación y Reprografía de la HNM, s. f.

​ La Biblioteca Nacional de México y la Hemeroteca Nacional de México, las cuales se encuentran bajo custodia de la UNAM desde 1929, constituyen uno de los fondos documentales más importantes de América Latina. En sus colecciones se encuentran manuscritos, incunables y primeros impresos novohispanos, fotografías, carteles de cine, discos de vinilo, libros en braile, materiales didácticos históricos, archivos, así como millones de revistas y periódicos. En nuestros acervos puedes consultar los manuscritos de la conformación de las primeras cátedras de matemáticas en el continente americano, tratados de herbolaria que fusionan los saberes indígenas con las prácticas europeas, documentos que llevan la huella de la censura de la Inquisición, archivos sobre movimientos sociales del siglo XX, colecciones hemerográficas de temas como Ayotzinapa, la migración o la era Trump. Millones de documentos que resguardan millones de ideas. Pluralidad de voces y de pensamientos. Diversidad. A un cuarto de inicio del siglo XXI, buscamos consolidarnos como un centro de conocimiento e información de vanguardia, un lugar de todos y para todos, un espacio abierto a la libertad. La biblioteca es el corazón de una nación.

Imagen de portada: Interior del edificio de la BNM, 2017. Fotografía de Armando Canto.