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Ana de Anda

Cien años de los Ensayos de Novo: el desfile de lo cotidiano

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A finales de 1925, con apenas veintiún años, Salvador Novo publicó el que se puede considerar su primer libro: Ensayos. Ya no se trataba de una selección de textos ajenos, como habían sido Antología de cuentos mexicanos e hispanoamericanos, publicado dos años antes, y Lecturas hispanoamericanas (1925), sino que era una recopilación de sus propios escritos. Muchos de éstos habían aparecido en algunos de los medios periodísticos en los que colaboraba en ese momento: las revistas Antena y La Falange, y los semanarios La Antorcha y El Universal Ilustrado.

​ Editado por Talleres Gráficos de la Nación y acompañado con grabados de Roberto Montenegro (creador de algunas de las ilustraciones más conocidas de Novo y del mítico perrito que aparecía en el libro de texto gratuito de primer grado de primaria), Ensayos fue una edición de autor. Éste la supervisó distante y negligente y por ello está plagada de erratas que siempre lamentó.1 Quizá por tratarse de su primer libro, tuvo un tiraje reducido: quinientos ejemplares numerados, más otros cinco en papel fino y fuera de comercio. Aunque la fecha exacta de publicación es incierta, dos reseñas publicadas en octubre de ese mismo año, junto con la publicación en agosto del último texto recopilado en el libro, permiten suponer que Ensayos apareció en algún momento del mes de septiembre.2

​ Dividido en dos secciones, la primera parte contiene una recopilación miscelánea de textos en prosa, en tanto que la segunda sección o, como la llamó Novo, el apéndice,3 se tituló “Ensayos de poemas” y, como lo indica el subtítulo, consiste en una serie de veinte poemas. Mientras que esta segunda parte no presenta problemas de clasificación y nadie pondría en duda que esos poemas son poemas, lo heterogéneo de los textos en prosa dificulta leerlos todos como ensayos, a pesar de que el título del libro sugiera lo contrario. Dado que buena parte del primer apartado fue una selección de textos periodísticos, varios no tuvieron una génesis ensayística. Fueron prosa en la que hubo dramaturgia (“Divorcio. Drama ibseniano en cinco actos”), aforismos y diálogos breves (como “Confesiones de pequeños filósofos”, que apareció bajo el género de cuento en la revista El cuento años después). Así que no sólo la temática de Ensayos fue miscelánea, también lo fue su configuración formal. En realidad, Novo jugó con el significado de ensayo literario y la acepción de ensayar como experimentar.

Roberto Montenegro, retrato de Salvador Novo para Ensayos, s. p.

En sus escritos había menciones que parecían, casi, inserciones pagadas. Por ejemplo, en el ensayo “Alrededor de las barbas”, después de un listado de personajes barbados, aparece la frase: “La aparición de la Gillette marca una etapa nueva en la humanidad”. Los rastrillos de la famosa marca se anunciaban entre las páginas del semanario.


​ Se puede decir que tanto los poemas como el apartado en prosa se ajustaron al contenido de las publicaciones en las que aparecieron originalmente. Por un lado, hubo textos sobre literatura, como “El Pensador Mexicano”, enfocado en José Joaquín Fernández de Lizardi, o “El buen té y la poesía de Vachel Lindsay”, que comentaba la obra del poeta estadounidense. Por el otro, Novo escribió sobre la cultura de masas, con temas como la moda, los deportes, los objetos del universo doméstico (camas, anteojos o la radio y también productos cosméticos y alimentos de la canasta básica como el pan o la leche). Ambos tipos de colaboraciones (las de literatura y aquellas sobre elementos cotidianos) formaron parte de la estética común de revistas y semanarios que reunían a los intelectuales del momento para escribir sobre las novedades culturales, pero que no ocultaban su faceta de divertimento y que buscaban ser consumidos por un amplio espectro de lectores.

​ El material de corte más frívolo dialogaba con la publicidad y el contenido de sus soportes originales, especialmente de El Universal Ilustrado, donde se publicaron la mayoría de los textos de Ensayos. Como en muchas otras publicaciones periódicas, las notas y los artículos del semanario iban acompañados de publicidad, pues los editores comprendieron que, para mantener bajos los precios de suscripción y de venta, eran necesarios un tiraje elevado y vender suficiente publicidad para recuperar la inversión de cada entrega. Según Antonio Saborit, “los editores aprendieron a trabajar tanto con los anunciantes como con el equipo de dibujantes de la casa, lo que hizo de la revista una suerte de catálogo de productos de interés, algunos para leer y muchos más para consumir”.4

Portada de El Universal Ilustrado, 26 de noviembre de 1925.

​ Novo, quizá más que otros colaboradores de El Universal Ilustrado, estuvo consciente de la estrecha relación entre cultura y publicidad. Si hacia 1925 era una intuición visible, en 1968 escribió Apuntes para una historia de la publicidad en la Ciudad de México. Allí notó que, a partir del siglo XIX, se abrió una brecha en la que la publicidad, como profesión gemela del periodismo, empezó a especializarse y a emplear a los dibujantes, escritores y poetas freelance como redactores de anuncios.

​ De esta manera, en sus escritos había menciones que parecían, casi, inserciones pagadas. Por ejemplo, en el ensayo “Alrededor de las barbas”, después de un listado de personajes barbados, aparece la frase: “La aparición de la Gillette marca una etapa nueva en la humanidad”.5 Los rastrillos de la famosa marca se anunciaban entre las páginas del semanario. Otro producto cosmético que se menciona en este texto es el París Cristal, usado por su virtud astringente después del afeitado: “Las peluquerías, en que hoy se cortan pelo y barba indiferentemente y en que no se saca ya siempre sangre —cosa que, de pasar, se detiene con el París Cristal— han sido siempre refugio de gente perezosa”.

Los aspectos que Monsiváis elogió no son solamente una ocurrencia ingeniosa de Novo, sino que algunos de los poemas también se publicaron en la prensa y por ende dialogaban con su contenido. Pero llama la atención que lo que en poesía Monsiváis considera un recurso novedoso, en los ensayos no le despierta el mismo interés.


Portada de El Universal Ilustrado, 5 de noviembre de 1925.

​ En “Meditaciones sobre los anteojos”, tras presentar el desarrollo histórico de los lentes, se describe un examen de la vista: “Después de un cuidadoso y lento examen más emocionante que el de un dentista, puesto que no duermen los ojos del paciente, sino que los obligan a abrirse en gesto de asombro, se le coloca frente a letreros luminosos de diversos tamaños, hasta que no ve. Luego se le tiene en capilla algunas horas, hasta que no están sus anteojos, generalmente al otro día”. Este ensayo apareció junto a un anuncio de perfección física y salud en el que, entre otros males, se trataba la vista débil.

​ En “Ensayo sobre la leche”, luego de enlistar las bondades lácteas, el joven escritor menciona que “se nos obligará a tomar leche de lata, de esa evaporada marca Pet’s o Carnation que venden en las grocerías, como ya se obliga a los niños de pecho —que ya sólo lo son nominalmente— al biberón y al Glaxo’s, a la harina lacteada y al Lactobebe, o a cualquiera de esas puerquezas”. Esas y otras marcas de “puerquezas”, sustitutas de la leche fresca, se anunciaban entre las páginas del suplemento.

​ Lo que comenzó como una supeditación a la línea editorial de las revistas eventualmente evolucionó a una poética que Novo supo explotar. Además de los textos recopilados en Ensayos, entre 1925 y 1926 escribió sobre las neverías, el automóvil y las carnicerías. Varios de estas colaboraciones las recopiló en su siguiente libro de ensayos: En defensa de lo usado (1938), en el que, desde el título, es evidente la relación de las piezas que lo componen con los hábitos de consumo.

Postal promocional de la leche Carnation, 1909. Seattle Public Library, dominio público.

​ Bastante pronto, Novo tomó la decisión de separar la sección poética de Ensayos del resto de los textos. El 19 de noviembre de 1925, aproximadamente mes y medio después de la publicación original, “Ensayos de poemas” apareció como un folleto aparte, del que se imprimieron únicamente doscientos ejemplares fuera de comercio, con el título XX Poemas. Esta decisión adelantó la preferencia de Novo de su poesía sobre sus ensayos, que repercutió en la recepción de estos últimos. Mientras que XX poemas continuó editándose y, hasta la fecha, aparece dentro del tomo Poesía, del mismo autor, editado por el Fondo de Cultura Económica, Ensayos no volvió a aparecer como fue publicado originalmente y la sección en prosa únicamente vio la luz en dos recopilaciones tardías: Toda la prosa (1964) y Viajes y ensayos (1996).

​ Carlos Monsiváis consideró que los poemas de la segunda sección del libro eran lo realmente loable porque ofrecían una tesis innovadora: “poesía es lo no previsto por las tradiciones disponibles y es, también y por lo mismo, lo no consagrado, la metamorfosis de las cosas comunes, el desfile de sardinas, máquinas noisy Steinway, películas de Paramount, calamares en su tinta, un masajista de Nueva York, redes telegráficas para jugar tenis”.6 Los aspectos que Monsiváis elogió no son solamente una ocurrencia ingeniosa de Novo, sino que algunos de los poemas también se publicaron en la prensa y por ende dialogaban con su contenido. Pero llama la atención que lo que en poesía Monsiváis considera un recurso novedoso, en los ensayos no le despierta el mismo interés. Pese a todo, para el escritor, XX poemas no alcanza la perfección de los siguientes libros de poesía de Novo: Espejo y Un nuevo amor.

Anuncio de un rastrillo Gillette, 1920, en United Cigar Stores Premium Catalogue, United Cigar Stores Company of America, New York City, 1922, dominio público.

​ Es posible que el menosprecio de la faceta ensayística provenga del propio autor quien, hacia el final de su vida, se lamentó profundamente por desperdiciar su creatividad y talento como poeta en lo que llamó trabajo prosístico de coyuntura:

La gimnasia que entraña escribir a tantos rounds con límite de tiempo en los periódicos, mientras se aspira a convertir a quien la practica en un atleta, puede también con facilidad conducir a la acrobacia. Mi estilo se hizo claro y ágil; pero diferí, engreído en el columpio, el acometer la empresa más ardua de una obra menos efímera […] a mí me arrastró la prostitución, circunstancia de la que me consuela la esperanza de haberla un poco ennoblecido.7

​ El ninguneo ensayístico de Novo influyó en críticos como Guillermo Sheridan, para quien el pastiche fue una de las principales estrategias creativas de Ensayos y el “fusil” del saber enciclopédico, la materia prima de los textos.8 Como nota Sheridan, “Ensayo sobre la leche” fue tomado casi íntegramente de la entrada “leche” de la Enciclopedia Universal Ilustrada de Espasa Calpe de 1916. Frente a esto, Blanca García Monsiváis, cuyo trabajo sobre Ensayos sitúa el libro más allá de las consideraciones del mismo Novo, distingue una escritura que recurrió a la apropiación textual de diversas fuentes, como señala Sheridan, pero con un resultado novedoso y muchas veces cómico: “Novo aprovecha la constante característica ‘fragmentaria’ […] para organizar combinaciones en desacuerdo con la entonación solemne y grave”.9

​ Quizá por el desprecio que hacia el final de su vida les profesó a sus ensayos, el autor influyó poco en los ensayistas de generaciones posteriores. Con la falta de modestia que lo caracterizó, tuvo que admitir que en la prosa fue un punto de partida y no un epígono.10 Aunque no hubo una influencia directa, Novo se anticipó un siglo a varios recursos usados actualmente, como el pastiche textual, muy socorrido en el ensayo contemporáneo, y la exploración de la minucia cotidiana que, hoy y hace cien años, funciona como un reflejo de diversas prácticas sociales.

Imagen de portada: Salvador Novo, portadilla de Ensayos, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1925.

  1. Guillermo Sheridan, Los contemporáneos ayer, FCE, Distrito Federal, 1985, p. 212. 

  2. Las dos reseñas conforman una nota de Pablo Leredo en “Libros y revistas que llegan”, El Universal Ilustrado, año IX, núm. 440, 15 de octubre de 1925. La otra crítica es de Enrique Fernández Ledesma y apareció en Magazin Dominical, suplemento de El Universal, 25 de octubre de 1925. El último texto publicado en un diario antes de publicarse Ensayos fue “Ensayo sobre la leche”, El Universal Ilustrado, año IX, núm. 433, 27 de agosto de 1925. Estos datos los consigna Guillermo Sheridan y es posible comprobarlos si se consultan las fuentes originales. 

  3. Emmanuel Carballo, Protagonistas de la literatura mexicana, Alfaguara, Ciudad de México, 2005, p. 328. 

  4. Antonio Saborit et al., El Universal Ilustrado: antología, FCE/El Universal, Ciudad de México, 2017, p. 20. 

  5. Todas las citas proceden de Ensayos, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1925. 

  6. Carlos Monsiváis, Salvador Novo: lo marginal en el centro, Era, Ciudad de México, 2000, p. 73. 

  7. E. Carballo, pp. 332 y 333. 

  8. G. Sheridan, p. 215. 

  9. Blanca M. García-Monsiváis, “Salvador Novo: el ensayo, la risa, la duda”, El ensayo mexicano en el siglo XX: Reyes, Novo, Paz, desarrollo, direcciones y formas, UAM-I, Distrito Federal, 1995, pp. 97 y 98. 

  10. E. Carballo, p. 340.