Editorial

Tiempo / editorial / Marzo de 2018

Guadalupe Nettel

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El tiempo, junto con el espacio, es uno de los ejes que permiten orientarse a los seres humanos. Sin embargo, se trata también de una abismal interrogante tanto para el arte como para las ciencias. Carpe diem, quam minimum credula postero, así los latinos aconsejaban aprovechar el día, vivir a fondo el presente sin pensar en el futuro. La época en la que vivimos parece haber malinterpretado esta máxima. Vivimos en la era de la inmediatez, pero ésta en lugar de permitirnos experimentar el presente, lo vuelve en extremo superficial y perecedero. En esta era las peores tragedias tienen una vigencia similar a las películas en la cartelera del cine, el tiempo que tarda en llegar el estímulo siguiente. La adicción a lo instantáneo es la causa de un nuevo oscurantismo: estamos hipnotizados por nuestra voraz necesidad de consumo y de satisfacción inmediata. Sobre este tema tan fundamental a nuestros ojos, discurre el ensayo de Romeo Tello. “La rapidez se ha vuelto un valor absoluto, una victoria alada sin cabeza ni pies”, asegura el ensayista y editor. Melina Gastélum, neurocientífica de la UNAM, explica cómo la experiencia humana del tiempo está condicionada por las emociones y los juicios, mientras que el genetista Pablo Meyer describe la forma en que nos afectan los ritmos circadianos y la manera en que envejecen las células. Nuestro cuerpo es un reloj que, lo queramos o no, acusa el paso del tiempo. Desde hace décadas, la cultura occidental ha tenido la obsesión de viajar en el tiempo. Sobre esto habla Paciencia, la novela gráfica de Daniel Clowes, uno de los artistas más influyentes en este género. El ensayo de los filósofos Miguel Ángel Sebastián y Angélica María Pena Martínez explora las posibilidades lógicas y físicas de viajar en el tiempo, mientras que el texto de Sergio de Régules explica con generosa claridad en qué consiste la flecha del tiempo y por qué, según la física, éste avanza en una sola dirección. Quisimos también contrastar la visión occidental sobre el tiempo con la de otras culturas que lo experimentan de maneras muy distintas a la nuestra. Es lo que hacen Carlos Mondragón y Fernanda Samaniego en sus respectivas entregas. Los mexicanos tenemos una forma muy particular de evocar el tiempo y el futuro. Todos sabemos que la palabra “ahorita”, tan empleada en nuestro vocabulario, puede abarcar desde unos minutos hasta un tiempo hipotético e imposible. Sobre esto discurre Juan Pablo Villalobos con gran sentido del humor, mientras que el cuento del brasileño Joca Reiners Terron demuestra que la ciencia ficción puede ser un género sutil y poético. Este mes, la sección Panóptico inaugura un nuevo apartado. Se trata de una columna de entrevistas a escritores enfocadas en el oficio de escribir, uno de los más lentos y parsimoniosos que existen. El arte y la reflexión exigen un ritmo mucho más pausado del que nuestro mundo nos permite. Por eso te pedimos un favor, querido lector: tómate tu tiempo para leer este número. Aunque sea mensual y corresponda a marzo, no te sientas obligado a consumirlo en treinta días; degústalo con la lentitud que verdaderamente necesites.

Imagen de portada: Albert Aymé, Paradigma azul, amarillo, rojo, 1980.