dossier Gótico OCT.2025

Luis Jorge Boone

La mente hueca

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Dallas, Texas, 20 de agosto de 1977

Querida Rose:

Por algún lado hay que empezar. Pienso que nueve años sin dar señales de vida son razón suficiente para escribirte. Dado que lo natural es abrigar esperanzas acerca de las promesas recibidas, estoy seguro de que tendrás expectativas sobre el fruto de mis empeños, así que empezaré por el final: me será imposible enviarte el libro que te prometí hace tiempo. Estoy seguro de que jamás dejaste de creer en mis aptitudes, pero no estuve a la altura: no llegué a escribir siquiera la primera página.

​ En cuanto al dinero, no estoy y no estaré en el corto plazo —que es todo lo que me queda— en posibilidad de restituir a West Canyon Press el adelanto que me entregaron. Quedar mal con mi editorial no me hace feliz, pero qué se le va a hacer. Por cierto, sé que te nombraron editora en jefe hace tiempo. ¡Va mi enhorabuena, con retraso, pero sincera! Debo pedirte que trasladen aquella cantidad al rubro de las cuentas incobrables, el pozo sin fondo al que van a dar los montos con los que premian las promesas que sus autores, esas almas alebrestadas, hacen en momentos de gran necesidad, de sincero y desesperado entusiasmo. No me lo tomes a mal. Tuve ambos, ahora no tengo nada.

​ Conoces mi vida, mis peregrinaciones por los calvarios de la creación, mis coqueteos con el hada madrina del prestigio artístico y mis suspiros ante la veleidad de las diosas del encumbramiento literario. Nunca fui un desconocido ni tampoco un incontestable. Mis libros daban, con suerte, lo justo para comer; a veces ni eso. Las dádivas con que la sociedad compensa su indiferencia ante ese rebaño suyo de la intelligentsia —premios, becas, conferencias— me permitieron sobrevivir.

​ Esto de ninguna manera es un reproche. Tú supiste aquilatar el poco o mucho genio de mis libros entre la abundante producción de la época. Éramos tan jóvenes. El tiempo se ha encargado de ponernos a ambos en donde merecemos: a ti, en la cumbre de tu profesión; a mí, en esta antesala donde llamo, a diario, a las puertas de la muerte, con esta mano derecha, la única que me queda, sentado, porque hace tiempo mis piernas se quedaron en el camino.

​ Soy un despojo viviente y no queda tiempo para explicaciones ni grandes relatos. Te ahorraré mis divagaciones; todo lo que puedo arrancarle al lenguaje son balbuceos.

​ Instruí a Marina para que te envíe estas páginas cuando las termine, si es que no terminan antes conmigo. Mar es mi compañera. Es mucho más joven que yo, ojalá pudieras conocerla. Es risueña, dulce y decidida. Me ama, según dice, y yo le creo. Uno debe creerlo cuando alguien se lo dice. Puede ser cierto. Al menos te da la posibilidad de olvidar durante un instante el horror.

​ Conocí a Mar en Wichita. Mexicana, nació en un pueblo de Coahuila; de su infancia recuerda breves calles polvorientas y cielos heridos por el rojo del atardecer en el desierto. Sus padres emigraron cuando ella tenía siete años. Lamento dejarla pronto. Es una alegría que no esperaba de la vida. Un ángel de ojos marrones y piel morena.

​ El mundo esconde el fondo de horror que lo moldea, erige su realidad y lo mantiene andando. Qué afortunados son quienes jamás llegan a verlo. Ya sólo espero que todo termine pronto para mí. Y que la muerte sea el verdadero final.

Paulina Silva Hauyon, Guiño asma asma asma, 2023. Todas las imágenes son cortesía de la artista.

Dallas, Texas, 1 de septiembre de 1977

Querida Rose:

Dije que ya no te molestaría. Incluso anuncié mi muerte. Creí que la anterior sería mi última carta. Más pronto cae un hablador. Desde el instante en que puse el punto final, fui consciente de que hubo cosas que no aclaré y que quizá mereces saber.

​ Estuve hojeando algunos de mis libros. Siete novelas y tres colecciones de cuentos. Para eso alcanzó. Cuatro décadas empeñado en asuntos truculentos, pesadillescos, medrando en los conocidos páramos del relato de terror, ¿para qué? Para alimentar el masoquismo de personas deseosas de sentir desasosiego, angustia, miedo.

​ Expuesta por la realidad a horrores cada vez más gráficos y extensos, la sociedad se ha vuelto insensible. Los escritores de mi generación pronto se dieron cuenta de que continuar implicaba salpicar con más sangre las páginas, describir una oscuridad más honda, monstruos más y más hiperbólicos. Ofrecer un espanto más gratuito, innegable. Y ahí fuimos todos.

​ Así empezamos a repetirnos. Aspirando a la novedad, inventamos terrores sublimes y ridículos: criaturas radioactivas y asesinos sin explicación, espectros vengativos y entes con desenfrenados apetitos sexuales, espeluznantes sátiras y humanas bestias y dioses exterminadores y muertos llenos de maldad y rencores que extienden su sombra por toda la faz de la Tierra. La parodia y lo político, la mitología, lo infernal.

​ Y nos cansamos. Me ruborizo al recordar las absurdas tramas de mis trabajos: una epidemia de personas que mueren por combustión espontánea, el misterio de una sacerdotisa reencarnada en peligro de muerte, y más por el estilo. Todo falso, impreciso, exagerado.

​ ¿Cuántos se dieron cuenta? ¿Cuántos desistieron y cuántos, ante el reto, se tiraron a matar? Cada quien eligió su camino.

​ El mío desembocó en oscuridades que ahora me arrepiento de haber conocido.

​ Ambicioné ir más allá y regresar para escribir un gran libro y la visión que obtuve superó por mucho mis expectativas, mi inteligencia de la creación, que antes creía divina, y mi cordura. Enfrentarme al horror oculto del mundo tuvo el devastador efecto de una podadora: me despojó de cualquier sueño que no fuera ese que me sigue atormentando cada vez que se le antoja, cuando me distraigo, cuando entra en mí su viento helado. Entonces veo los cimientos de la realidad tal cuales son: desolados, hambrientos, infinitos. Es como si me congelaran la cabeza. Privado de cualquier otra posibilidad, habito esa dimensión de muerte. Durante su influjo, sólo veo ruinas.

​ Quise ver y ahora no puedo cerrar los ojos. Busqué cruzar la línea y ya no puedo ver el otro lado, volver atrás.

​ La mente es un lugar desolado, es lo único que existe. No hablo de la mente humana. Pensamos que tenemos una, pero nuestra existencia es un reflejo de esa otra, única. Ni siquiera somos obreros de una colmena, sino ondas dibujadas sobre el agua que se creen fuertes, duraderas. No.

Cruz, mar de fuego, 2023.

New York, 6 de noviembre de 1977

Apreciable Sra. Marina Hilario:

Me parece que ha habido un error. Cuando recibí las cartas firmadas por el señor Hunter Momian que usted me ha ido enviando, en un principio decidí desecharlas; responder me parecía un despropósito. ¿Qué sentido hay en destruir la fantasía de los últimos años de un hombre? Traté de sacarme de la cabeza el asunto sin conseguirlo. Así que recurro a usted para separar la realidad de la agónica ficción producida por una mente que supongo agotada; si no lo hago para ella, al menos para usted, su testigo.

​ En efecto, las obras de Hunter Momian formaron parte del catálogo de WCP hace bastantes años. Las vueltas y revueltas del mercado nos obligaron a ejercer la cláusula de destrucción. Seguro está en el contrato, aunque al parecer nuestra copia continúa extraviada. En cuanto al adelanto que menciona, no tenemos evidencia de él en nuestros registros. No deseo lastimar los sentimientos de un anciano, pero las obligaciones de mi cargo se imponen.

​ Por último, debo aclarar que la amistad que el señor Momian atesora es otra ilusión. Puede ser que nos hayamos visto hace años —quizá conservo el vago recuerdo de algún encuentro o dos, entre tantos que sostuve con nuestros autores—, pero de ninguna manera hemos sido tan cercanos como él describe. Me parece extraño tener en su memoria el lugar de una aliada y confidente.

​ Estoy segura de la inutilidad de comunicarle a él todo esto. Supongo que no le hará daño conservar su versión. Lo dejo, obviamente, a su discreción.

​ Les deseo la mejor de las suertes.

Dallas, Texas, 31 de enero de 1978

Apreciable Mrs. Rose Tattley:

Le escribo porque me parece lo correcto para seguir aclarando este embrollo. Antes que nada, le comunico que el señor Hunter Momian falleció la víspera del año nuevo. Un ataque fulminante. A su entierro asistimos únicamente el reverendo encargado de las exequias y yo. No le quedaban en el mundo parientes ni amistades. Me pareció, por el contenido de su carta, que era inútil informarla oportunamente del deceso o el servicio.

​ Siendo que hizo usted precisiones que considera importantes, me siento en la necesidad de hablarle de mi circunstancia: no soy y nunca he sido la esposa o la amante del señor Momian. Él fue mi patrón. Me contrató en Wichita, en efecto, para que atendiera las necesidades de su vejez. Los últimos ocho años viví en el ático de su casa, cociné para él, limpié, me encargué de sus medicamentos, escuché sus gritos por las noches cuando despertaba de sus pesadillas, soporté los extravíos que lo volvían una presencia incómoda.

​ De que fuera escritor me enteré hasta que recibí su carta, señora Tattley, junto con las de Momian. Le resultaron tan ajenas que las envió de regreso. La entiendo: la persona a la que iban dirigidas no existe, o sólo existió para Hunter. Siento lo mismo. ¿A quién veía cuando me miraba? ¿Qué mundo se inventaba? Estaba peor de lo que suponía.

​ Llevo semanas vaciando esta casa llena de cacharros, periódicos, ropa vieja y toda clase de objetos rotos e inservibles. Me la dejó en herencia. Así lo estableció en una de las ocasiones en que de milagro actuó con lucidez. Mi intención es venderla y regresar al sur de la frontera. Estoy harta de esta vida prestada. De ir de un lugar a otro, de un trabajo ingrato a otro, de un amo al siguiente. De tanta locura.

​ Leo de nuevo las palabras con las que me describe el finado Hunter y no sé cómo las expresiones “alegre” o “ángel” podrían estar cerca de describirme. ¿Debo sentirme burlada o halagada? La verdad, no importa.

​ He decidido enviarle adjunta a esta carta otra de Hunter, que encontré mientras vaciaba el escritorio. Estaba dentro de su sobre, sellada. No entiendo por qué no me la dio como las otras. Se la mando quizá por la única razón de que tuvo usted la decencia de responder. Para completar el círculo.

​ Me despido.

Defensa del ídolo, 2012.

Prometí que no te diría los pasos que seguí. Pero ardo en la necesidad de contarlo. Presta atención: Hay muchas maneras de lograrlo. Llegar a la orilla de la razón, de la percepción, lo que desnuda la verdad del mundo. Tropecé muchas veces con charlatanes y engaños. Fui afinando puntería. Intentar, caer, fallar. Al final, todo fue cuestión de suerte. De fe. Fui hipnotizado por un mentalista ciego [me prometió que vería en sus ojos lo que en su muerte viva ven]. A diario durante un año. Pronuncié 50 050 050 veces el atributo más antiguo de la destrucción [en una antigua lengua extinta proveniente del lugar que ahora es el Tíbet] el demonio sin origen, mientras se renuncia al resto del lenguaje. Invocar a todas y cada una de las entidades creadas por la humanidad. Que tu alma sea capaz de gritar todos sus nombres al mismo tiempo. Matar, desde luego. Con una vez no fue suficiente. Beber las llaves de las puertas de la percepción, hasta que los candados abran el. Sacrificar partes del cuerpo. Incluso órganos internos. Hacer el corte uno mismo. Elevarse. Con el poder de la mente. Renunciar. Tantos caminos por recorrer. Te lo cuento porque estoy seguro de que no emprenderás ninguno. Ya no puedo más. A veces me despierto una amnesia pesada.Vivo en otro mundo [realidad paralela]. ¿Realmente he vivido en alguna de ellas? ¿Vengo del segundo anterior a éste o fui creado nuevo? ¿Soy los restos de un universo que colapsó? ¿un eco? ¿Vivo falsificando mi vida? No sabría qué en el

Dallas, Texas, 26 de abril de 1978

Apreciable Mrs. Rose Tattley:

Por más que intento enterrar el asunto, no lo consigo. Estoy a punto de marcharme a mi país. Sin embargo, una inquietud no me deja en paz. Encontré debajo del colchón del señor Momian una carpeta con varias hojas escritas a mano. Algunas estaban rotas, incompletas en su mensaje. Otras se repetían. Por motivos personales he decidido conservarlas, aunque no las entiendo. De hecho, tenerlas frente a mis ojos me hace sentir incómoda. Al intentar leerlas, termino desistiendo. Sólo sé que no puedo desprenderme de ellas. Siendo honesta, tal vez sí quise un poco al pobre Hunter. No creo que sea ya un pecado. En dos o tres semanas partiré casi con lo puesto.

Posdata:

San José de Aura, Coahuila, 28 de mayo de 1978

Apareció un comprador para la casa más pronto de lo que pensé y al atender los trámites me olvidé de lo demás. Tengo unas semanas en el pueblo, y apenas ahora puedo mandarle mi carta. Tal vez usted les saque algún provecho. Sólo puedo pensar en que ojalá él se haya puesto en manos de Dios antes de partir. Le envío también la transcripción de los papeles que me hizo un mecanógrafo. No podrá leer su caligrafía temblorosa, pero el contenido es lo importante.

​ Así cierro estos años de mi vida. No puedo hacer más por nadie.

…dentro de una mente desolada, vacía. Una mente hueca. Era ser con ella, dentro de ella, ser ella. Carcasa, armadura vacía que alguna vez había contenido vida, pero ahora, una cueva. La vida era su eco. Todo estaba cubierto de ceniza. Lugar de exilio, muerte. Hasta donde alcanzaba la vista, restos [todo iba tomando lentas lentísimas formas conocidas, pero muertas] cascarones de pequeñas cajas, muebles, partes de algo que pudo haber sido, un cuchillo, anteojos, carcomidos por un tiempo más hambriento que el que nosotros conocemos. Tiempo ciego, de múltiples mandíbulas.

estructuras asomaban entre las dunas. Esquinas, armazones, esqueletos desintegrados por una furia sin idioma. [sitio maldito] la ceniza, a pesar de su inerte naturaleza, se pegaba a mis dedos, como aferrándose. ¿Era el futuro? ¿Ese lugar nos espera? Toqué algo, podía ser un barrote de madera, horadado por túneles de nada. la ceniza triturada se levantaba del suelo, en espirales de viento, que nunca dejó de barrer el paisaje desolado, se pegaba a mi frente, mis muñones, se entrelazaba Aún hoy, tengo la necesidad de tomar un baño, ducharme, abrir las llaves con toda la potencia del agua pegándome en la espalda, el pecho, tallarme, sacarme del cuerpo algo que ya no está y que no puedo limpiar…

Cruz, mar de fuego 1, 2023.

…falto a la verdad. Estaba en un desierto, me arrastraba por él, pero incluso entre esos restos de presencia humana, se presentía algo, un eco, que lo habitaba. La tela raída, la placa oxidada, el bastón partido a la mitad. Todo estaba tocado por una presencia. No viva, sino autónoma, no podría explicarlo[como si un mecanismo de odio se activara, y un campo de reacciones se desencadenara por el simple hecho de mi presencia] he tenido tiempo para pensarlo y es así como mejor puedo recuperar la textura de esa horrenda experiencia: una trampa que persiste, aun cuando sus ejecutores no estén presentes, o persistan en otro lugar, presiente el movimiento de algo vivo, se activa y se apresta a hundir sus lanzas, a derramar sangre, a lastimar, tal es su función, su razón para existir. Sin que medie intención o juicio alguno o quepa posibilidad de retractación. Activar una catapulta, una polea, un molino, cualquiera de esas máquinas simples, y el resultado será. Eso era. Yo estaba dentro de una máquina que se activaba con mi puro andar. Supe que esa máquina producía pensamientos y yo era un subproducto de su mente mecánica. Un reflejo en el agua muerta del tiempo. Lo que creaba lo destruía, la mente hueca…

…movía, pero era el vacío moviéndose. Nada de esto lo pude pensar durante mi tiempo en ese lugar. Todas estas palabras que he dicho y las que me quedan por decir, las he podido ir acomodando. ¿La máquina funcionaba igual que el primer día? ¿Era ésa su verdadera función? ¿O se había rebelado y buscado otro camino para sus propios apetitos, degradándose en su pesquisa, corrompiéndose? La máquina es decir la realidad es decir la existencia es decir el universo… Una máquina sin hacedor. Una máquina que odia y mastica. Nunca lo sabré, pero no por eso he dejado de preguntármelo. ¿Con qué intención fue construida? ¿Cómo? ¿Se hizo a sí misma, sin dios ni enemigo?Su función era llenar el vacío con lo que había en la mente de su presa. La ceniza se pegaba a la superficie, el eco que era producido por la máquina incorpórea… un mecanismo autómata y sin sentidos físicos… una máquina de éter… se fijaba a las paredes interiores de la cabeza, allanando sus resquicios y reconociendo sus fisuras. Enseguida los contenidos de la mente de la presa empezaban a aparecer, por instantes que se sucedían como relámpagos, en la mente hueca del lugar.

…cambiabas de pensamiento, el lugar cambiaba, iba siempre detrás de ti, a torcerlo todo, a degradarlo, ensuciarlo. Alguna vez te has preguntado cómo sería presenciar la materialización de las cosas que guardas en tu cabeza, latigazos de tu propia conciencia. Cosas que nunca hemos visto, pero recordamos

…presenciar cien sueños al mismo tiempo, todos en su desastrosa, confusa, eléctrica forma, y recibir las mil variaciones que de ellos se extienden en las oceánicas rutas del cerebro. No eran imágenes ni era posible entender relato alguno. Insoportable. Demasiado. Los sentidos, la cordura, ya no estaban. Busqué golpearme la frente contra el suelo, la ceniza amortiguaba cada embestida. No pude, me perdí…

New York, 6 de agosto de 1978

Estimada Sra. Marina Hilario:

Su jugada ha tenido efecto sobre mí y ardo en deseos de conocer el resto del material en su poder. Veo potencial. Si se trata de pocas páginas, podríamos trabajar también a partir de su testimonio, basta que se someta a una serie de entrevistas. Le prometo que procederemos con total profesionalismo. La memoir de quien vivió al lado de una persona con tal nivel de desequilibrio psíquico apelará con fuerza al morbo de los lectores.

​ Considero de gran importancia acceder al manuscrito completo de Hunter Momian. Le ruego comunicarse conmigo de inmediato, mediante llamada por cobrar, al teléfono 555-322-7686, la extensión de mi oficina es la 302. Le dejo también el número de mi casa: 555-389-5124.

​ En West Canyon Press nos entusiasma la posibilidad de negociar con usted los derechos de publicación. Podremos ofrecerle una cantidad que con seguridad despertará su interés.

​ Espero su respuesta.

DIRECCIÓN DESCONOCIDA. DEVOLVER AL REMITENTE.

Imagen de portada: Paulina Silva Hauyon, Cruz, mar de fuego 1, 2023. Cortesía de la artista.