periódicas Chile: Literatura JUL.2025

Lya Montiel Nepote

Madres del desierto: buscadoras de la justicia y de la memoria en Chile y México

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¿Qué cosa es el cuerpo cuando está perdido? SARA URIBE, Antígona González


¿Qué se hace cuando a una le duele la memoria y el recuerdo?

Desierto es una palabra que carga consigo significados múltiples y variados. Detrás de ella podemos descubrir un espacio, una imagen, un paisaje, un vacío, un proceso; incluso el preámbulo de un futuro por venir. También es un lugar de desapariciones, un vertedero de huesos y de restos, un escondite de crímenes y violencia; una representación sobre lo que implica y significa: peligro, miedo, desinterés, muerte, vacío. Si se escarba un poco, se revela la imagen auténtica. La (re)producción espacial1 moderna ha designado como “desértico” lo salvaje, lo no domesticado y lo que carece de civilización. La imposibilidad, la carencia, lo inhóspito son vértices del marco que encierra esta concepción del desierto. La línea se vuelve frontera que no se permite cruzar ni romper. Se niega cualquier forma que no siga los trazos preestablecidos; se ignoran las diferentes maneras de relacionarse con el desierto, eliminando su potencia y su memoria. Sin embargo, esto no quiere decir que otras posibilidades y realidades no existan y resistan.

​ En este ensayo pretendo tejer la búsqueda de desaparecidxs que han hecho y hacen miles de mujeres con el espacio que significa y puede resignificar el desierto, específicamente en el norte de México y en Chile, a través de la organización colectiva como práctica de resistencia ante la violencia que se expande por todo el lienzo de dichos espacios.

​ Lo que se considera desierto no se reduce a una serie de características climáticas, hidrológicas, geográficas, geológicas y biológicas. Es decir, lo que las ciencias “exactas” y sus leyes determinan. Y aunque la primera imagen que se presenta es la de ausencia de vida, pocas veces nos preguntamos de dónde viene esta significación. El término desierto se localiza en un locus enredado de imaginarios, paisajes, historias, imágenes, construcciones y espacios.2 Lugar de escasez, inhabitable y hostil, el desierto se ensambla —por la fuerza— dentro de la maquinaria moderna de (re)producción y (re)organización del espacio. Encuentra el espacio perfecto para materializarse.

​ Pero la contradicción de su paisaje y sus significados proviene de que, por un lado, parece que hay que preocuparse por él, por la vulnerabilidad “intrínseca” que tiene por naturaleza; al mismo tiempo, se procura la enajenación, la distancia y la negación de cualquier potencialidad que pueda tener. Vive un constante vaciamiento para posibilitar un llenado de características sociales. Mientras tanto, quienes habitan el desierto (humanxs y no humanxs), son desplazadxs forzosamente y, en algunos casos, exterminadxs, erradicadxs.

Patrick Hamilton, Atacama #6, 2022.

​ Una vez desdibujada la imagen del desierto moderno, es momento de intervenirla con los hilos y las cuerdas compartidas por las mujeres buscadoras. Para ello, quiero poner sobre la mesa la relación mujeres-desierto. Los llamados padres del desierto son conocidos por ser los pioneros del monacato cristiano. El desierto egipcio desempeñó un rol importante en la búsqueda de la perfección espiritual y la santidad; favorecía el impulso de renunciar al mundo y a cualquier tipo de lujos o tentaciones. Los hombres fueron protagonistas en este viaje de soledad, pero también existieron ammas que sobresalieron por sus conocimientos, enseñanzas y sabiduría espiritual. No obstante, sus atribuciones son representadas bajo un imaginario y una óptica masculinos, en los que las fórmulas y los estereotipos de lo que es correcto, virtuoso y modélico en una mujer hacen difícil discernir entre lo real y lo ficcionado, lo construido.3 La presencia de las mujeres en el desierto se piensa en términos de servidumbre y cuidado a los padres, o como redención y expiación de sus pecados. La espiritualidad solitaria, el viaje, la travesía, la contemplación, la búsqueda no son cosas de mujeres. La posibilidad de renunciar a cualquier tipo de apego, aún menos. Mejor evitar el trayecto y crear el desierto propio en la privacidad del hogar, espacio que sí le corresponde a la amma, donde también podrá alcanzar la perfección espiritual, en compañía de su familia y su comunidad.

​ Parecería que desierto y mujer pasan por procesos que, si bien no son iguales, comparten algunas similitudes. Ambos cuerpos son vaciados material y simbólicamente para llenarse de algo más, algo que pasa por un sinnúmero de relaciones de poder y de explotación. Con esto no pretendo hacer una antropomorfización del desierto para dotarlo de pechos y vulva y volverlo madre. Me refiero más bien al proceso característico de lo desierto (vaciado-llenado), que se ha replicado en los cuerpos feminizados. Carolyn Merchant publicó, en 1980, The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution, un libro en el que habla, entre otras cosas, del imaginario de la “naturaleza”como hembra, indisociable de lo femenino y la mujer. El mundo moderno, sobre todo a partir de la Revolución científica, se ha caracterizado por presentar a la naturaleza como algo que hay que mecanizar y racionalizar a través de su dominación, por todas las formas posibles.4

​ Cuando hablo de las ammas lo hago porque, siglos después, otras madres del desierto se dedican día y noche a explorar su territorio en búsqueda de sus seres queridxs. En su radiografía sobre la maternidad, Adrienne Rich escribe alrededor de la experiencia del dolor, compartida por todas las madres, pero experimentada como algo individual, que le toca a cada una por su cuenta y en intimidad. ¿Qué sucede cuando el dolor es atravesado por la violencia sistemática? ¿Cuando el dolor no se debe a ser madre, sino a que, de un día a otro, ya no ves más a tu hijx? La desaparición de personas es una realidad que impregna el aire de varios países, como México, en las últimas décadas, y Chile, durante la dictadura cívico-militar. Se trata de un dispositivo de dominio, poder y exterminio; de silencio y olvido. Y es precisamente esta experiencia de dolor frente a la violencia lo que empuja a las madres de desaparecidxs a crear colectivos o integrarse a alguno; a rastrear montes y desiertos hasta encontrar los cuerpos de sus familiares o a ayudar a otras mujeres a hacerlo. Entonces, podemos hablar de una feminización de la búsqueda. No porque los hombres no se den a esta tarea o no formen parte de estos colectivos, sino por las implicaciones, en término de cuidados, que estas acciones conllevan. Buscar también es cuidar, es accionar, es amar incondicionalmente, es gritar, es vivir en permanente duelo; es desesperación, es impunidad; es reparar, es recordar.

​ En el México de hoy, la violencia palpita desde la primera hasta la última esquina del mapa. El norte es conocido por ser territorio “caliente”; se produce y representa como un espacio donde la vida no puede ser más que hostil. Las mujeres que se dedican a recorrer el desierto para localizar los restos de lxs desaparecidxs se enfrentan a dos paisajes infinitos: el de la arena, las rocas y el sol y el de la búsqueda.

​ La organización de colectivas5 de búsqueda es una forma de frenar el proceso de normalización del desaparecer y la violencia que este acto implica. La ontología del desaparecidx,6 como subraya Caterina Morbiato, reitera una paradoja que se queda atorada en lo más profundo de quienes buscan a sus seres queridxs: el deambular imposible entre el estar y el no estar. Al buscar se rompe, se trasciende esa vacilante ontología. No se trata de traer de vuelta a la vida, de aparecer aquello que se cruzó con el truco de magia por excelencia del Estado-nación. Se trata de no olvidar lo que una vez tuvo vida y voz y cuerpx, alma y risa, sueños y palabras. Lo que se procura es colectivizar el dolor de la pérdida y de la ausencia: el duelo como una experiencia propia de un conjunto social.

Patrick Hamilton, Atacama #5, 2022. Todas las imágenes son cortesía del artista.

​ El documental Nostalgia de la luz (2010), del director chileno Patricio Guzmán, retrata a las mujeres que, hasta la fecha, siguen buscando en el desierto de Atacama a sus desaparecidos. Se estima que durante la dictadura de Augusto Pinochet, un aproximado de mil doscientas personas fueron desaparecidas, la mayoría de ellos hombres, según la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura. El desierto de Atacama fue un espacio indispensable dentro de las acciones que redundaron en violaciones a los derechos humanos: campos de concentración, prisiones, recintos de detención temporal y de tortura… El miedo y la represión avanzaban al paso de la Caravana de la Muerte, nombre con el que se conoció a la comitiva del Ejército de Chile. Esto no detuvo ni frenó la organización de las mujeres, mucho menos la movilización y la denuncia.

​ Ni el desierto ni las mujeres de Atacama están vacíxs de movimiento y llenxs de silencio. La pérdida nos une… con sus seres queridxs, con lxs desconocidxs; pero también con el desierto mismo, con sus tierras y sus lotes baldíos, con sus montes y sus espinas. Me gusta imaginar que, como las ammas, las mujeres buscadoras conjuran palabras de invocación, de petición y de súplica para-con el desierto. Que, así como en el filme de Guzmán, las mujeres pueden dialogar con el desierto y con el cielo que lo resguarda. Que desierto y mujeres no somos espacio(s) vacío(s), que la lucha desde la búsqueda es resistencia y memoria.

​ El tejido que se construye es grande y complejo. Un juego de cuerdas, recuperando la metáfora de Donna Haraway, que se enlaza con procesos sumamente violentos, pero también con prácticas que pretenden enunciar desde otros lados —distintos—, la resistencia y re-existencia para-con el desierto. Los casos particulares de los desiertos del norte de México y Chile, así como las colectivas de búsqueda que los habitan, son un claro ejemplo de este tipo de prácticas. Significar el desierto desde aristas opuestas es un reto difícil debido a la carencia teórica con la que una batalla cuando hace el intento. Sin embargo, hay más mundo y sobrepasa los límites académicos: es ahí donde las vivencias cotidianas entran en juego con toda su importancia y fuerza.

​ No hay producción de espacio sin producción de corporalidades y sus respectivas performatividades. El desierto y las mujeres (los cuerpos feminizados) son ejemplos de cómo la desaparecedora maquinaria moderna también es espacio-cida. Se procura el olvido, el silencio y el vacío. La angustia, el miedo, el dolor y la falsa memoria ocupan los lugares de lo que alguna vez fue algo más, un espacio de posibilidad y de tranquilidad. La búsqueda como práctica política, en el contexto específico en el que se dé, recupera esa posibilidad. Significa leer el espacio, conocerlo, recorrerlo, indagar en él, aprender técnicas para moverse más fácilmente, más liviana; implica producirlo fuera de la maquinaria, porque el diálogo que se entabla con él no pasa por las relaciones de poder de la producción espacial hegemónica. Es de esta manera como se reúnen, tanto las mujeres de Chile como las de México, a partir de la pérdida y el dolor para imaginar y significar al desierto desde la búsqueda, el acompañamiento y la organización; para re-llenar la memoria y evitar el vaciamiento de sus recuerdos.

sólo el desierto puede guardar esos secretos

Imagen de portada: Gonzalo Reyes Araos, Wormhole [registro de una acción artística en el desierto de Atacama], 2017. Cortesía del Studio Gonzalo Reyes Araos.

  1. El término refiere a un proceso donde el espacio es parte fundamental de la producción: al mismo tiempo que es producido por relaciones sociales de poder, genera dichas relaciones. Para profundizar en el tema, revisar la obra de Henri Lefebvre. 

  2. Samia Henni, “Against the Regime of ‘Emptiness’”, Deserts are not Empty, Samia Henni (ed.), Columbia University Press, Columbia, 2022, pp. 9-22. 

  3. Purificación Ubric Rabaneda, “Ammas, las madres del desierto: ¿Maestras espirituales con voz propia?”, Hijas de Eva. Mujeres y religión en la Antigüedad, Eduardo Ferrer Albelda y Álvaro Pereira Delgado (eds.), Editorial Universidad de Sevilla, Sevilla, 2015, pp. 175-190. 

  4. Carolyn Merchant, The Death Of Nature: Women, Ecology, And The Scientific Revolution, Harper & Row Publishers, San Francisco, 1990. 

  5. Usaré la palabra en femenino para hacer énfasis en la participación mayoritaria de mujeres, tanto en la conformación de los colectivos como en su fundación, difusión y mantenimiento. 

  6. Caterina Morbiato, “Prácticas resistentes en el México de la desaparición forzada”, Trace, núm. 71, Ciudad de México, 2017, pp. 138-165.