Sobre los huesos de los muertos, Olga Tokarczuk

¿Quiénes son los muertos?

Sexo / crítica / Julio de 2020

Nayeli García Sánchez

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Olga Tokarczuk recibió el Premio Nobel en 2018 “por una imaginación narrativa que con pasión enciclopédica representa el cruce de fronteras como una forma de vida” y Sobre los huesos de los muertos (traducida al español por Abel Murcia) cumple esta máxima en varias dimensiones de la trama: la narradora, una mujer en el umbral de la vejez, vive en la frontera entre Polonia y Chequia; entre el inglés y el polaco; entre la posición de los planetas y su interpretación, y en medio de una realidad cansada de explicaciones manidas que permanece a la espera de una lectura refrescante. La anécdota arranca con el descubrimiento de un asesinato peculiar: a mitad de la noche Pandedios acude a Janina para decirle que un vecino en común está muerto. Como un par de detectives improvisados entran a la escena del crimen y, mientras visten al cadáver para evitar que la policía lo encuentre tieso y en paños menores, se dan cuenta del motivo de su muerte: un hueso de ciervo le atravesó la tráquea a media cena. Más pronto que tarde, Janina señala que debió tratarse de una venganza natural, puesto que el difunto era conocido en la región por cazar y tanto el cadáver de su última presa como las huellas de unos venados (que probablemente pertenecían a la misma familia) constituyen un texto que puede interpretarse. En ese primer capítulo, el lector ya tendrá todas las piezas para desentrañar la serie misteriosa de muertes que se sucederán a lo largo de la narración. Aunque su conjetura parezca extraña, Janina la desarrollará puntualmente hasta convencernos de que en el llano acontecer de las acciones verosímiles que conforman una vida está cifrado su desenlace. Fanática de la lectura de los signos celestes hasta el punto de imaginarse en una isla solitaria únicamente acompañada de su libro de efemérides astrológicas, Janina Duszejko intentará explicarle a la policía (y a cualquier público disponible) su forma de ver el mundo. A pesar de que es obvio que la mayoría de sus escuchas la consideran loca, su detallada capacidad de observación, así como su habilidad para desentrañar la correspondencia entre los acontecimientos en la Tierra y los movimientos planetarios, hacen de ella una narradora confiable. Cada objeto y cada personaje tienen un lugar reasignado por ella en un orden perfecto.

Hay que tener los ojos y los oídos abiertos, aprender a relacionar los hechos. Ver semejanzas allí donde otros ven diferencias, recordar que ciertos sucesos tienen lugar en niveles distintos o, por decirlo con otras palabras, que acontecimientos diferentes son diversos aspectos de un mismo fenómeno. Y que el mundo es una gran trama, un todo en el que no hay hecho aislado (p. 72).

Los nombres de los personajes (Pandedios, Pie Grande, Buena Nueva, Susurro y demás) son los que la narradora ha elegido para ellos siguiendo una serie de asociaciones libres. Imitando esa forma de apropiarse del mundo, ella misma, Janina Duszejko, podría identificarse con el mote de “Mostaza”. Sabe preparar tan bien una sopa con ese ingrediente que no se me ocurre un mejor nombre, ni siquiera las variantes Iradivina o Alasarmas propuestas por ella misma que, me parece, revelan demasiadas pistas. Casi al final de la novela, cuando más cerca nos encontramos de resolver los crímenes que la articulan, Iradivina prepara una sopa para compartirla con sus amigos, pero la plática se alarga, los platos se enfrían y nadie cena esa noche. Una intuición que había permanecido latente a lo largo de diecisiete capítulos deviene en una verdad cuando es pronunciada por primera vez en voz alta y confirmada por un grupo de personas. La región donde se desarrolla la historia tiene un clima muy adverso en invierno, así que gran parte de las casas sólo se habitan en verano. El resto del año Iradivina se encarga de su mantenimiento y seguridad. Cada cierta temporada la gente se reúne a recolectar setas y eso, aunado a la pequeñez del pueblo, permite que todos se conozcan bien. Básicamente la recolección y la cacería son las actividades más lucrativas del lugar, con contadas excepciones: en algún momento aparece en escena un entomólogo, Boros, que vive un romance tierno con Iradivina durante su investigación sobre el Cucujus haematodes, un tipo de escarabajo que suele aparearse en los bosques aledaños. Entre los personajes excéntricos que se refugian en este rincón apartado del mundo también están una escritora, llamada Cenicienta por la narradora, un dentista alcohólico (que parece ser el único que cree en la hipótesis de los animales vengadores) y un empleado de la policía que traduce a William Blake en sus tiempos libres con ayuda de Iradivina. Cuando no está ocupada en cuidar las casas o en dar sus paseos habituales por los alrededores, ella imparte algunas clases en la única escuela del lugar. La mayoría de sus días están reservados, sin embargo, a satisfacer sus indagaciones sobre los actos inmorales de sus vecinos y a la actualización de las efemérides astrales en su vida cotidiana. A partir de esos intereses y de la traducción de Blake, se articulan los capítulos de la novela (que llevan por epígrafes versos del poeta inglés) y una visión de mundo particular en la que los seres animales y vegetales poseen una especie de profundidad espiritual y se defienden de la violencia humana, por medio de acciones tan concretas como los movimientos planetarios que a su vez determinan todo lo que ocurre en la Tierra. El título de la novela es un verso de los “Proverbios del Infierno” de Blake: “guía tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos” y, aunque parece un llamado a considerar la experiencia de los ancestros antes de actuar, en la narración adquiere una serie más amplia de significados que ponen en duda las nociones de libre albedrío y destino. El mundo es un lugar cruel que pone el bienestar humano por sobre el de todos los demás seres vivientes. Sus leyes son hipócritas y traicioneras: la cacería, por ejemplo, se divide en legal e ilegal sin obedecer realmente a las consecuencias que tiene para el equilibrio ambiental. Iradivina sabe lo raro que es encontrar siquiera a una sola persona con la que pueda hablarse sin reparos de las cosas importantes y, para guiarse entre la variedad de personajes a su alcance, indaga sus propensiones concretas y sus deseos en las fechas y horas de nacimiento. En tal contexto, las muertes que conforman la intriga no pueden ser coincidencias. Es probable, por ejemplo, que los planetas hayan dispuesto los escenarios y las herramientas necesarias para consumar una restitución justiciera. En una época en la que el cambio climático se ha vuelto una verdad indiscutible y es urgente tomar acciones para contrarrestar sus efectos, las ideas de Iradivina sobre el equilibrio y las correspondencias cósmicas todavía pueden sonar disparatadas; no obstante sus métodos pseudocientíficos, lo que ella defiende es la capacidad de compartir una casa común, recuperar el sentido de conexión entre todos sus habitantes y reforzar vínculos empáticos. De tal manera, la narración propone una apropiación de un destino que pudo decidirse en la conjunción particular y específica de condiciones durante nuestra llegada al mundo, para encaminar las acciones personales en una dirección que refuerce la continuidad de la vida en la Tierra.

Océano, Ciudad de México, 2009

Miquel Angel Pintanel, The Deer Hunt (Prehistoric Dream), 2016