periódicas Gótico OCT.2025

Gabriela Frías Villegas

George Smoot y el origen del Universo

El pasado 24 de septiembre, en París, se apagó la vida del gran científico norteamericano George Smoot, a los 80 años. Especialista en cosmología, la disciplina que explora el origen y la evolución del Universo, Smoot fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 2006 por sus investigaciones sobre la radiación cósmica de fondo: un antiquísimo remanente del Big Bang, la gran explosión que hace 13,700 millones de años dio origen a todo lo que conocemos.

​ George Fitzgerald Smoot III nació el 20 de febrero de 1945 en Yukon, un pequeño poblado de Florida. Siempre reconoció en su familia la chispa que encendió su vocación científica. Su padre, que en un inicio había pensado seguir la tradición familiar y convertirse en abogado, cambió de rumbo tras la Segunda Guerra Mundial para dedicarse a la ingeniería y a la ciencia, pasión que supo transmitir a su hijo. Su madre, maestra de ciencias, también fue una influencia decisiva, alimentando desde temprano la curiosidad de su hijo por el conocimiento.

​ Uno de los recuerdos de infancia que marcaron a Smoot ocurrió durante un viaje nocturno que realizó por Alabama. En el asiento trasero del coche descubrió que la luna parecía seguirlos kilómetro tras kilómetro. Fascinado, preguntó a sus padres cómo era posible. Ellos le explicaron que, debido a la enorme distancia entre la Tierra y la luna y el tamaño de nuestro satélite, su posición apenas cambiaba en el cielo. Más tarde recordaría el modo en que aquella experiencia transformó su manera de mirar el mundo, pues se dio cuenta de que los fenómenos naturales podían tener explicaciones racionales. También contaba que, cuando era pequeño, su familia era pobre y no tenía televisión. Por ello, de día jugaba con sus amigos y de noche observaba las estrellas y se hacía preguntas sobre ellas, sobre los planetas y sobre el universo en conjunto.

​ Su formación académica comenzó en la Upper Arlington High School, de Ohio. Mientras cursaba el bachillerato ahí, ocurrió otro acontecimiento que lo marcaría para siempre: el lanzamiento del satélite soviético Sputnik 1, en 1957. Se trataba del primer satélite artificial de la historia, que dio inicio a la era espacial. El mundo entero volvió entonces la mirada hacia la ciencia y el espacio. En casa, sus padres alimentaron el interés de Smoot por lo científico: su madre le daba clases de ciencia e historia, mientras su padre, le enseñaba trigonometría y cálculo, materias que no se impartían en su escuela. Al mismo tiempo, George comenzaba a experimentar por su cuenta, ensamblando primero una radio de “cristal” (que funciona sin baterías ni fuente eléctrica externa) y después una radio de transistores.

​ Su interés por la ciencia lo llevó al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde obtuvo una doble licenciatura en Matemáticas y Física. Poco después completó un doctorado en Física de Partículas. En 1970 se incorporó a la Universidad de California en Berkeley y al Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, dentro del grupo liderado por Luis W. Álvarez, ganador del premio Nobel de Física en 1968 por sus investigaciones en física de partículas, el área que estudia los ladrillos fundamentales que componen nuestro universo. Allí comenzó su gran aventura: buscar evidencias del Big Bang.

​ La teoría del Big Bang, propuesta en 1927 por Georges Lemaître, un sacerdote y astrónomo belga, describe que todo el universo se originó a partir de una diminuta región, extremadamente caliente y densa, que comenzó a expandirse con rapidez. En los primeros instantes aparecieron las partículas elementales, y tras 380,000 años de oscuridad, el universo se enfrió lo suficiente para que la luz quedara libre. A ese primer resplandor se le conoce como radiación cósmica de fondo, que es una especie de primera fotografía de nuestro cósmos.

Mapa bidimensional del universo que incluye el universo temprano (hacia la izquierda) y hasta nuestros días.

​ Smoot fue uno de los impulsores del satélite COBE (Cosmic Background Explorer), lanzado por la NASA en 1989, diseñado para medir esa radiación con una precisión sin precedentes. Gracias a COBE, él y su equipo demostraron que el universo no era perfectamente uniforme: aquella radiación presentaba diminutas variaciones de temperatura, pequeñas “arrugas” que serían las semillas de las galaxias, como la Vía Láctea, donde se encuentra nuestro planeta: también dieron lugar a la orquesta cósmica formada por las estrellas y los planetas, entre ellos nuestra Tierra, donde surgió la vida. Smoot describió la emoción de aquel hallazgo diciendo que observar los datos del COBE era “como ver el rostro de Dios”. Relataba también que, el día que recibió los datos del satélite que confirmaban la teoría del Big Bang, sentía como que volaba al caminar de pura felicidad.

​ El físico y matemático estaba convencido de la importancia de comunicar de la ciencia, por ello publicó en 1993 publicó el libro Arrugas en el tiempo, donde relata la historia del descubrimiento de las pequeñas irregularidades en la radiación cósmica de fondo gracias al satélite COBE. Smoot también tenía un gran sentido del humor. Prueba de ello fue su aparición en la serie televisiva The Bing Bang Theory, donde Sheldon Cooper, uno de los personajes principales, trata de convencerlo de colaborar con él, sin éxito.

​ México tuvo el privilegio de recibirlo en varias ocasiones, pues tenía una colaboración cercana con científicos de nuestro país. En una de dichas visitas, el 6 de julio de 2010, tuve la oportunidad de conocerlo cuando ofreció una conferencia magistral en la sala Nezahualcóyotl de la UNAM, el primer “concierto científico” del recinto, ante más de dos mil asistentes, donde explicó la maravillosa historia del principio de nuestro universo, complementando la explicación con hermosas imágenes del espacio.

​ Después de esa ocasión, lo entrevisté a distancia para un programa de radio y coincidí con él en varios eventos; por ejemplo, cuando visitó México en 2015 para impartir una conferencia en la Danza de las neuronas, un festival de arte y ciencia dentro del Festival Internacional Cervantino. Después de la conferencia, junto a mi querido amigo, el escritor y comunicador José Gordon, fuimos a comer. La plática fue estimulante y enriquecedora. Hablamos del satelite COBE, de las arrugas en el tiempo y de la posibilidad de que se comprobara la existencia de las ondas gravitacionales, que son como las “olas” que se forman en el espacio-tiempo cuando ocurre un evento cósmico muy violento, por ejemplo, cuando dos agujeros negros chocan o cuando dos estrellas de neutrones giran y se fusionan. De hecho, su existencia se confirmó en 2016 gracias a los experimentos Ligo y Virgo. Smoot también nos habló de cuánto había disfrutado ver las ballenas mexicanas, pues había viajado recientemente a Cabo San Lucas para asistir a un congreso académico. Esa fue la última vez que conversé con él.

​ Con gran tristeza, me enteré recientemente de que George Smoot murió en su casa en París, donde vivía desde 2009 como director del Centro de Física Cosmológica de París (PCCP). Su muerte deja un vacío inmenso en la ciencia. Su legado perdura en cada mapa del universo temprano, en cada teoría que busca explicar nuestros orígenes y en la certeza de que, gracias a su trabajo, hoy entendemos un poco mejor de dónde venimos. Hoy George Smoot ya es polvo de estrellas y viaja libre por el universo que tanto amó.

Imagen de portada: La naissance de la lumière dans le cosmos par George Smoot, Prix Nobel de Physique, APC Paris / U. Berkeley, Wikimedia.