Walk the Night

La noche / dossier / Junio de 2021

Carlos Velázquez

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¿Qué vamos a hacer mañana, Cerebro? Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinky, tratar de conquistar el mundo.



Los días suelen ser todos iguales, pero las noches todas son distintas. De noche los hombres se convierten en lobos, las mujeres en vampiros, en lechuzas y en bolas de fuego. Los dientes de Drácula destellan como efectos de sonido en casas encantadas. La luna desquicia a los sensibles. Las sombras reclaman. El insomnio incordia. Las sustancias emergen. Los malos hábitos se exacerban. La soledad muerde. La enfermedad demanda. El terror aflora. La muerte ronda. Pero también, de noche, surge la fiesta. La noche como smash cut. Como fade out. Como close up. Como invitado especial al reality que es la existencia. La noche como motor. Como inspiración. Como protagonista. Como dominio público. Como pueblo mágico. Como refugio. Como fuente de sabiduría. Como elemento sorpresa. Como muro de los lamentos. Como viaje que no tiene fin. La noche es su propio tema. Es decir: todos los temas. Abunda Borges en “Historia de la noche”:

A lo largo de sus generaciones los hombres erigieron la noche. En el principio era ceguera y sueño y espinas que laceran el pie desnudo y temor de los lobos. Nunca sabremos quién forjó la palabra para el intervalo de sombra que divide los dos crepúsculos; nunca sabremos en qué siglo fue cifra del espacio de estrellas. Otros engendraron el mito. La hicieron madre de las Parcas tranquila que tejen el destino y le sacrificaban ovejas negras y el gallo que presagia su fin. Doce casas le dieron los caldeos; infinitos mundos, el Pórtico. Hexámetros latinos la modelaron y el terror de Pascal. Luis de León vio en ella la patria de su alma estremecida. Ahora la sentimos inagotable como un antiguo vino y nadie puede contemplarla sin vértigo y el tiempo la ha cargado de eternidad.1

Es innegable: la noche es la depositaria de nuestros miedos. Pero también potencia nuestras alegrías. Y nuestra imaginación. Sólo de noche un paseo puede convertirse en una coreografía de zombies que bailan al ritmo de “Thriller”. O retroceder en el tiempo, como en Medianoche en París (Woody Allen, 2011). O invocar al diablo en El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1995). Pocas cosas para conocer la noche como cubrir la nota roja de algún diario. Mientras la ciudad descansa ciertas historias tienen lugar. Existen personajes que nunca se muestran a la luz del sol. Pero en cuanto oscurece, salen. Son estos noctámbulos la carne que hace funcionar el engranaje borgeano. Fiesteros, borrachos, prostitutas, bohemios, enfermeros, patrulleros pueblan los rescoldos de la Noche, con mayúscula, y de las noches. Todas distintas, pero una sola. Territorio donde sucede esa otra noche, la Oscura Noche de los Tiempos, donde todos estamos inmersos y a la que algún día miraremos de frente. Los sonidos de la noche disparan las historias. El ruido de una sirena. La música que sale del antro. El ladrido de los perros callejeros que de madrugada hacen suya la ciudad. La noche única. La madre de todas las fantasías. Imperecedera. Tonight’s the Night, dice Neil Young. Cada noche es un comienzo.

Early to bed and early to rise

Documentar la noche ha sido una tarea que el creador ha abrazado con fervor. Las sensaciones que despierta han sido retratadas con pasión por las mentes más esplendentes de cada generación. Desde La noche estrellada hasta “Strangers in the Night”, pasando por La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), la obsesión por el tema permea la historia.

Zombie Walk, 2017. Fotografía de Kevin Decherf Zombie Walk, 2017. Fotografía de Kevin Decherf

La noche y sus peligros son también un argumento seductor. Una de las mejores novelas al respecto es Noches de cocaína, de Ballard. Un estudio sobre las drogas y el sexo ilícito descrito por uno de los escritores más brillantes que hayan existido. La noche como móvil. Y las drogas como su eterno aderezo. La droga y la noche están unidas como el hueso y la carne. Es el campo natural para el crimen. Pero también para la comedia. Sin Saturday Night Live el humor sería distinto a como hoy lo conocemos. Por ese programa circularon grandes leyendas del negocio de la risa. De entre las infinitas posibilidades que ofrece la noche una de ellas es quedarse en casa el fin de semana a disfrutar un show de TV. La noche como evento cultural. Una velada en la ópera siempre es más emocionante que un día en las carreras. Queen no podía dejar de rendirle tributo a la zona horaria que los nutrió. Las mejores cosas suceden en el anonimato, en secreto, reza el axioma. Si nos detenemos a considerarlo, en la mayoría de los procesos creativos está involucrada la noche. En los cientos de conciertos que dieron bandas desconocidas que luego se volvieron famosas, en bares de mala muerte. En las noches en vela que pasa cada cineasta rumiando su obra. En cada escritor que invierte sus horas de sueño en pergeñar sus textos. En cada adolescente que sueña con convertirse en estrella de rock y se revuelca en su cama al anochecer. Todo lo anterior lo condensa A Night At The Opera en una canción: “Bohemian Rhapsody”, que cobró un segundo significado cuando apareció en Wayne’s World. Cuatro sujetos que parodiando el videoclip original se suben a un coche y a los gritos cantan la canción. Lo que demuestra esa escena, además de la majestuosa rola de Queen, es que la noche no ha sido por completo escrita. Que todavía es posible acercarse a ella de nuevas maneras. Subirse a un auto y dar vueltas escuchando tus canciones favoritas es, desde ese momento, el mejor plan posible para un sábado en la noche. O un viernes. O cualquier noche de la semana. La noche. La gran noche. La noche de Denver, en la que se perdió el padre de Neal Cassady, héroe de On the Road. La noche forastera. La noche beat mexicana. La noche del cónsul. La noche en Garibaldi. “The Aztec Night”, “The Mix Toltec Night”, “The Saragossa Night”, “The Tarasco Night”, del “Coro 138” de México City Blues de Jack Kerouac. México City Bop. La noche burroughsiana. La que engendró Ciudades de la noche roja. La misma noche de Otra noche de mierda en esta puta ciudad, la espléndida novela de Nick Flynn. La de Night on Earth de Jim Jarmush. La noche en la que cada luz en el cielo se nos antoja un avistamiento ovni.

One drink call it an early night

El amasiato entre la noche y la música es tan vasto que sería imposible consignarlo aquí. Pero de entre todas las bandas y cantantes que le han dedicado sus alabanzas a la noche, nadie ha hecho de la madrugada su filosofía como Morphine. Si alguien pregunta a qué suena la noche la respuesta es darle play a Cure for Pain o a The Night mismo.

You’re the night, Lilah A little girl lost in the woods You’re a folk tale the unexplainable You’re a bedtime story The one that keeps the curtains closed And I hope you’re waiting for me ‘Cause I can’t make it on my own I can’t make it on my own,

canta Mark Sandman con una voz que parece salida del resquicio más profundo de la noche. Sandman, el hombre arena, se entregó como pocos al auspicio de la noche. Desde ahí conformó un cancionero que celebró a la noche como ninguna. Para muestra: “Early to Bed”. Una oda a la vida nocturna. A Sandman se lo tragó la noche. Ésa a la que le cantaba. Una noche en que sufrió una sobredosis sobre el escenario. Es imposible dejar de asociar la noche a Patti Smith, quien con “Because the Night” le imprimió voz a toda una época. Otro que también hizo de la noche y sus sucedáneos la preocupación central de su obra fue el gran Roky Erickson. Se adelantó a las modas de los zombies, de Crepúsculo, de The Vampire Diaries. Antes de que las criaturas de la noche se volvieran mainstream él ya las había llevado al pop. En medio de toda su obra brilla The Evil One. Su música es un goth psicodélico no exento de humor y melodías pegajosas. Con canciones entrañables como “I Walked with a Zombie”, “Night of the Vampire” o “Stand for the Fire Demon”. Si existe otra música que suene a puritita noche es la de Tom Waits. Sobre todo la que corresponde a su primera etapa, cuando era el poeta de Sebastopol. El operachi romántico. En esos discos en los que presume que es el piano quien ha estado bebiendo y no él. Nighthawks at the Diner es un reporte del tiempo emocional sobre sus días como vagabundo, en los que se refugiaba en los cafetines a altas horas de la madruga sorbiendo un café que te destrozaba las entrañas. O “The Heart of Saturday Night”, su himno a todo lo que la noche significa. El desamparo, pero también la esperanza. La eterna búsqueda que acompaña al noctámbulo explorador de las altas horas.

Well, you gassed her up, behind the wheel With your arm around your sweet one in your Oldsmobile Barreling down the boulevard You’re looking for the heart of Saturday night
And you got paid on Friday, your pockets are jingling Then you see the lights and you get all tingling Cause you’re cruising with a six You’re looking for the heart of Saturday night

Leonard Cohen, Nick Cave, Stevie Nicks, Billie Holiday, Amy Winehouse, también han utilizado la noche como materia prima. Lo mismo que la música mexicana. De varios géneros. Ranchero, mariachi, música norteña. Nadie mejor para representar la noche que Javier Solís, nuestro man in black que gritó “Me voy por el camino de la noche / dejando que me alumbren las estrellas”. Las noches las hago días, cantó Mario Saucedo. Porque la noche es un epílogo.

Makes a man or a woman miss out the night life

¿A quién no le gusta la fiesta? “Nightclubbing, we’re nightclubbing”. La noche y sus excesos. La noche de neón. Sólo existen dos estados: la vida y la muerte. Pero la vida verdadera es la nocturna. Cuando llega la hora de salir del ataúd. La noche tiene sus estrellas. Si alguien ha sabido cabalgar el after como nadie son Paris Hilton, Lindsay Lohan y Demi Lovato. Desde los tiempos en que Studio 54 estaba en su máximo esplendor nadie, el nombre que se les ocurra, puede hacerle sombra a este trío en cuanto a echar desmadre. Son el corazón de la party. Su alcurnia y su glamur. Si eres hija del magnate Hilton y al nacer te bautizan como Paris, estás condenada a ser el alma de la fiesta. La reina de la noche. Y Paris ha decidido responder al llamado. Es célebre por su tipo de fiesta. Por algo los paparazzi la persiguen todo el tiempo. Parrandea como profesional. ¿Experimentará crudas morales? Es un misterio. Aunque en ocasiones la fiesta alcanza niveles de escándalo, por lo que Paris tiene que guardarse hasta tres meses. Basta buscar en google su nombre asociado a la palabra fiesta para obtener miles de imágenes. Si internet no miente, Paris se dedica de tiempo completo al party. Vive de noche. Y, frivolidades aparte, es el mejor trabajo que pueda existir. No vende la imagen de chica mala; por el contrario, es una celebridad hasta cierto punto transparente. Sin embargo, se ha visto envuelta en líos, como ser interceptada por la policía mientras una nube de polvo inundaba todo su coche. Se ha tomado en serio el lema “vivir a tope”. Esperemos que no se retire nunca. ¿Qué sería de la noche, de la fiesta, sin su presencia? Otra pesada de la noche era Fiona Apple, quien dejó la cocaína después de salir de una de muchas noches de parranda con Tarantino. Porque, demostrado está, la noche es un estilo de vida. Y nadie como Sally Lippman se entregó a las garras de la misma. Nacida en 1900, era la sensación en el Studio 54. Todos se peleaban por bailar con ella, hasta el mismísimo Truman Capote. “Disco Sally”, le pusieron como sobrenombre, porque la pista era su trinchera. Y de ahí sólo la sacaron muerta. Amaba la libertad que la noche prodiga. Disco Sally murió en la línea de fuego. En la pista. A los 82 años. Cuenta la leyenda que, cuando se derrumbó, tuvo un último instante de lucidez para pedir que no apagaran la música. Deseaba que mientras abandonaba este mundo la gente a su alrededor continuara bailando. Si alguien ha andado la noche es Sally Lippman. Porque ella, como Paris, sabe que la noche se hizo para recorrerla de punta a punta. Como invitan los Skatt Brothers:

Hey, walk the night Hey, gonna walk the night Hey, walk the night Hey, gonna walk the night.

Imagen de portada: Luces nocturnas. Fotografía de Matthew LeJune. Unsplash

  1. Fragmento de Jorge Luis Borges, “Historia de la noche”, Poesía completa, Penguin Random House, Madrid, 2011.