Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor

M68 / crítica / Octubre de 2018

Lucía Treviño

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La develación de la indiferencia y la desesperanza azotando a voces

Es una voz la que nos describe la procesión de niños que avistó el cadáver en el canal. La historia continúa a dos voces, tres y hasta diez, hasta acumular los aires del pueblo, de quienes lo han visto todo, o una parte del todo, alzándose como huracanes para contarnos lo que pasó “ese día”. Después de la temporada de huracanes que azotó en el 78, cuando resurgía la comunidad de La Matosa y sus alrededores, una segunda temporada de huracanes, formada por la desesperación y la desesperanza, alcanza su punto álgido para hacer que varios personajes reaccionen hasta arrasar con la vida de la Bruja. El cadáver queda suspendido como el ojo de un huracán, como una cámara que transgrede tiempo y espacio, que observa el arremolinamiento de las historias que se tejieron en el pasado y se relacionaron hasta llegar a él. Los capítulos son de largo aliento, las voces desbocadas desarrollan un lenguaje a manera de huracán, avanzando a un ritmo que no le permite pausa al lector, donde cada capítulo sucede hasta que se termina de narrar de una vez por todas. Los cambios en la voz se deben a que la novela condensa todas las voces que la forman. Cuando se repite lo que pasó desde otro ángulo, hay una reverberación de los aires atrapados, con lo que se refuerza el ritmo desenfrenado, la cadencia aumenta de velocidad, se introducen nuevos aspectos de la historia y se confirma lo que sí pasó. Después del primer capítulo se abre una caja china y se nos presenta a los personajes involucrados: sus gestos, su pasado, sus emociones, ilusiones y sueños; el carácter de cada uno se define poco a poco y las acciones los van cruzando. El registro de la novela hace revolotear las historias: huracanes cargados de rayos, de agua, de súplicas y de maldiciones, chismes, mitos y supersticiones, que truenan desde la viva voz de sus personajes. A veces quien escuchó la anécdota es el que la cuenta; otras, el personaje involucrado relata a manera de confesión. Fernanda Melchor reproduce la estructura de los chismes: una primera versión de hechos se constata con una segunda que aporta nuevos detalles. La verdad se arma con posibilidades, mientras que lo que unifica a esa voz es el tono del terreno, ecos que se expanden dentro del paisaje desolado. Temporada de huracanes es una novela en la que Fernanda Melchor entrelazó los huracanes creados por las voces reveladoras de las pulsiones de estos personajes, hasta contagiarnos con su desesperanza: ésa que lleva al abandono de una familia, al maltrato de una nieta, a estar continuamente drogado y alcoholizado, a dejarse seducir por el padrastro y quedar embarazada para luego abortar, y a cometer un asesinato. La autora sugiere una proyección de la condición humana donde, al perder toda esperanza, se sucumbe a la violencia, a la huida y a la muerte. Temporada de huracanes es una novela que devela la voz de la indiferencia y la desesperanza de un país que se ha acostumbrado al horror.

La acumulación: los huracanes se forman cuando una serie de tormentas eléctricas se acumulan y se desplazan sobre aguas oceánicas cálidas.1

Temporada de huracanes es una novela tejida con una acumulación de voces que narran lo ocurrido en La Matosa. Aires desenvolviéndose para tomar fuerza con cada capítulo que transcurre, contándonos la vida de cada personaje y lo que sucedió hasta llegar a la escena del cadáver. La imagen del cuerpo muerto funciona como el símbolo final de la acumulación de la desesperanza; en los capítulos subsecuentes se revelan las voces que fueron parte de esa acumulación, las acciones que profundizaron el sentimiento hasta alcanzar el hecho final.

Elevación: el aire de la tormenta y la brisa del mar se combinan y comienzan a elevarse, esto sucede bajo presión en la superficie del océano.

Desde el segundo capítulo la cámara se eleva para retroceder en el tiempo, y así darnos a conocer a los personajes y los eslabones que armaron la historia para, entonces, cerrar el círculo y completar el paisaje, aunque pareciera que una vez sellado continuará circulando. Sin que el lector lo sepa, en el segundo capítulo se evidencia de quién es el cadáver en el canal, y se nos presenta a la Bruja. A partir de aquí la narración es una mezcla de voces: un personaje nos habla sobre otro, relatando un chisme que todo el pueblo conoce, como una corriente de aire donde escuchamos la voz del personaje que lo confirma, y no es que se presente en una estructura de diálogo, sino que aparece abruptamente tomando la narración con su viva voz.

El giro: los vientos que circulan en direcciones opuestas hacen que la tormenta comience a girar. La elevación del aire cálido hace que la presión disminuya a mayor altitud.

La historia pudo haberse quedado como una nota roja, algo que describiera los hechos de un título como “Encuentran cadáver de travestida en el canal”. Sin embargo, la acumulación de las voces narradoras del pueblo nos arroja a mayores profundidades, es el giro que nos sumerge en las grietas del suelo de cada personaje, ya que se ahonda en su carácter y en las motivaciones de las acciones que culminaron con el asesinato de la Bruja. Otro aspecto destacado es que el tercer capítulo inicia apuntando hacia “ese día”, o sea el del asesinato, porque cuando en la novela se nos habla de “ese día”, se evidencia que el resto de las historias y de las pulsiones suceden en torno a los detalles que llevaron a los personajes al momento del asesinato.

Baja presión: el aire se eleva cada vez más rápido para llenar este espacio de baja presión, atrayendo a su vez más aire cálido de la superficie del mar y absorbiendo aire más frío y seco hacia abajo.

En cada capítulo se menciona a un personaje en específico; conocemos su biografía y su historia, su carácter y los detalles que lo forjaron. Por eso la novela aparece como una especie de caja china: después de abierta la primera caja hay una segunda en la cual se le cede el spot a los diferentes involucrados, e incluso hasta se les “pasa el micrófono” para conocer su parte en la historia. Primero está el cadáver, después los detalles de la infancia de la Bruja, de su madre, y el mito del tesoro. Y los siguientes personajes: la vida de Yesenia, de su primo Luismi y de su abuela. La confesión de Munra que sucede frente al Ministerio Público de la Villa. Pero antes aparece Norma, quien funciona como un atisbo de ánimo para Luismi, y a quien él y Munra terminan llevando al hospital para que no se desangre por un aborto al que recurrió, alentada por Chabela, la madre de Luismi. Él sale deshecho del hospital, y es cuando se encuentra con Brando, que busca huir del pueblo, y entonces planean ir a casa de la Bruja. Munra los lleva creyendo que van a hacerle una broma a la travestida, pero Brando y Luismi van a buscar el tesoro del que tanto se habla que ella conserva, y terminan matándola. Una serie de decepciones particulares se acumulan en cada uno de ellos, y en medio de este ambiente, unidos por la desesperación y la desesperanza, es cuando llevan a cabo el asesinato de la Bruja.

Velocidad: a medida que la tormenta se va desplazando sobre el océano, va absorbiendo más aire húmedo y cálido. La velocidad del viento aumenta cuando el aire va siendo chupado por el centro de baja presión. Pueden pasar horas o varios días hasta que la depresión se convierte en huracán.

Mediante la repetición de los hechos, cuando los diferentes personajes van confirmando lo que les pasó, creando una versión de la verdad, se producen las historias como aires, los aires como historias, hasta que se vuelven huracanes que se levantan, conformados por lo que se cree, por lo que se siente, por las confesiones que son arrastradas y empujadas por la sensación de una desesperanza que sólo va en aumento. En el caso de los personajes que son asesinos, si la decepción no hubiese continuado escalando, tal vez no hubieran llegado hasta ese punto. La desesperación cobra el tono de la desesperanza cuando la acumulación de los acontecimientos representa fracasos, y es tan grande que la salida se torna un hoyo negro, una fuerza que lleva a la muerte, un cuerpo que finaliza en la fosa común.

Ojo: los huracanes están formados por un ojo o centro de vientos calmos rodeados de una banda nubosa de fuertes vientos y tormentas con pesadas precipitaciones.

El ojo en la novela Temporada de huracanes es el cadáver de la Bruja, pero también lo es La Matosa, un lugar desolado y triste, que nos recuerda a la Comala de Rulfo o a la Santa María de Onetti. Un terreno con pocos habitantes, donde no hay trabajo ni comercios ni bienes por explotar, con excepción de las parcelas de caña, árboles de mangos y el río con un canal. La Matosa renace años después del huracán del 78, gracias a la construcción de la carretera que une al puerto y a la capital con los pozos petroleros descubiertos en Palogacho. Una obra que atrae la creación de fondas, cantinas, posadas, y congales, pero también La Matosa se petrifica cuando muere la Bruja. El primer capítulo es el final, y al final la historia cierra cuando el abuelo recibe el cadáver de la Bruja en la fosa común. Quedan circulando en espiral, como huracanes contenidos con las anécdotas que se desatan en cada personaje y sus sueños, sus miedos y sus tragedias. Su desesperación y la consumación de una desesperanza que los termina uniendo. En ese capítulo se propone un atisbo de luz, a manera de celebración de los muertos, de las creencias en México con respecto a la muerte, cuando el abuelo recibe el cuerpo de la Bruja en la fosa común y lo escuchamos: su voz de viejo encaminando las almas hacia la luz, transmitiendo que, ahora los muertos, aun después de la peor de las muertes, descansan en paz.

Penguin Random House, México, 2017

Imagen de portada: Huracán sobre el Polo Norte de Saturno, tomada por la sonda espacial Cassini de la NASA.

  1. Los párrafos en cursivas están tomados de “Cómo se forman los huracanes en 6 pasos”, BBC Mundo, octubre de 2016.