Aprendizaje artificial
Leer pdfDesde que surgió el internet, los profesores se enfrentan a la ardua tarea de motivar a sus alumnos para que sean los verdaderos autores de los trabajos encomendados. Con la aparición de programas como ChatGPT, el problema ha crecido y es, hoy en día, más grave que el plagio. Al utilizar estos softwares, el estudiante renuncia a desarrollar habilidades cognitivas e intelectuales indispensables, como la escritura, la investigación y la verificación. La educación está ante una forma inédita de crear contenido como el que se solicita en las actividades cotidianas dentro de las aulas: resúmenes, ensayos, narraciones, imágenes, resolución de ecuaciones. Esta producción de contenido original a partir de diferentes inteligencias artificiales generativas (IAG) es constante y difícilmente identificable. Y si los sistemas inteligentes nos instruyen y nos transforman, ¿en qué nos estamos convirtiendo?, ¿estos sistemas para el aprendizaje humano no serán, más bien, sistemas de la abolición de lo humano, el último resquicio de la alienación?
El aprendizaje, como muchos otros aspectos importantes de la vida, se ha modificado continuamente desde la aparición del internet; luego, del teléfono celular táctil y, finalmente, de la IAG. Acerca de la última han surgido libros en múltiples campos del conocimiento que nos permiten reflexionar sobre nuestra interacción con los objetos técnicos para aminorar su impacto en el cuerpo y el cerebro. Sin embargo, en el sector educativo hay mucha confusión y desinformación. Esos objetos que nos afectan profundamente parecen salidos de una película de fantasía, pero no es así, su funcionamiento tiene una explicación y descubrirla nos permitirá desalienar el aprendizaje de los sistemas de IAG.
La pregunta central ante cada aprendizaje es: ¿qué tan beneficioso resulta, para la formación del alumno, usar este sistema de IAG?, ¿le restará habilidades para resolver otro tipo de tareas o interacciones en el mundo real en algún momento de su educación o incluso de su vida?
Propongo, para explorar la educación bajo estas circunstancias, entender que somos parte de un sistema global y que estamos donando de forma inconsciente y constante muchas funciones mentales a la IAG. El individuo, con su celular en la mano, es ya algo más, no está ni vivo ni muerto; de hecho, es lo que existe cuando la vida y la muerte se atraviesan, lo que resulta de ese choque: un espectro1 que recorre la web deseando experiencias y ser comprendido.2 Por eso es importante considerar cómo se ha transformado la interacción de alumnos y profesores con la tecnología, y generar estrategias para la formación de los actores educativos como agentes en diálogo auténtico.
Para pensar cómo reducir la alienación ante los sistemas de IAG, el concepto de “ensamblajes cognitivos” de Katherine Hayles será de gran utilidad;3 a grandes rasgos, Hayles los define como constituidos por diferentes entes cognoscentes. Para cumplir con esta condición, el teléfono celular tiene aplicaciones que interactúan y modifican el entorno y sus entes:4 yo dirijo el coche al lugar que me indica la aplicación, que me lleva a la acción corporal específica, y así el ensamblaje humano-celular-coche llega al destino señalado con una instrucción lingüística. Al analizar el fenómeno como Hayles, es posible identificar procesos de ensamblaje que nos afectan como seres biológicos. De este modo, las máquinas con IAG son cognoscentes e interactúan a través de su cuerpo artificial con el nuestro, por lo que inciden también en los procesos cerebrales.
Nuestra relación con la IAG ya es parte de las funciones del cerebro-cuerpo, aunque de forma diferente a la planteada por McLuhan (extensión), por Baudrillard (prótesis) o por Éric Sadin (relación consanguínea). Esta unión es más parecida a la que propone Hayles: formamos con las máquinas ensamblajes cognitivos. Ahora consideremos que estos ensamblajes se vuelven coercitivos cuando el individuo no cede únicamente la posibilidad de ubicarse de cierta manera en el espacio; si hablamos de Waze, le regala también la huella de su información a un sistema de posicionamiento que se podría beneficiar de esos datos. En ese sentido, lo que supone una carga cognitiva menos en la vida cotidiana del individuo, resulta en una cesión de habilidades e información.
Rodrigo Garrido, We don’t trust you [esculturas sensibles con inteligencia artificial], 2024. Todas las fotografías son cortesía del artista.
Si bien la interacción humana con ensamblajes cognitivos y coercitivos no es nueva,5 aplicaciones como ChatGPT han puesto en el centro de la discusión educativa la aparición de contenido inédito a través de comandos lingüísticos (prompt) en tareas que no implicaban, para su creación, sólo palabras, sino observación del entorno, de las sensaciones o de los sentimientos: la pintura, la danza, el diseño, la fotografía y más.
Al panorama anterior, debemos añadir que en la web, como en el relato, funcionan los principios básicos de verosimilitud;6 los acontecimientos no deben ser verdaderos, sino posibles. Así las fronteras entre lo correcto y lo incorrecto se desdibujan, porque el individuo (los estudiantes), convertido en un espectro más poderoso e influyente que cuando tenía sólo un cuerpo vivo, ahora interactúa como parte de un ensamblaje y es otro: se parece a sí mismo, pero sin duda ya no es él; se ha emborronado.
Podríamos decir que su vida es una alucinación colectiva, la cual es controlada y administrada por diversos sistemas inteligentes que son uno con él y pueden sumergirlo en la nostalgia de un pasado vivido o no y en el espectáculo casi sin censura, lleno de pornografía ambiente (donde todo está a la vista) y de una violencia maquínica sin precedentes (es decir, hecha por máquinas, como en las películas y en la publicidad),7 que se reproduce en sus conversaciones, en sus clases y en sus sueños. Porque ser un espectro resulta liberador. Quizá por eso los estudiantes regresan a la web, para encontrarse y, paradójicamente, perderse en los otros, que son necesariamente falsificaciones. Y cuando son uno con la técnica, por qué no les ayudaría siempre ésta a resolver todas las tareas que les impone la realidad. El estudiantado cree que es consciente, la realidad es que está respondiendo a impulsos ajenos. Gran parte de su actividad con pantallas apenas la registra su consciencia, y después aplica lo aprendido por medio de ellas en el mundo real, pero ese “conocimiento” lo interpreta como producto de su intuición.
En este ambiente de permisividad y de camuflaje, la IAG libera de más responsabilidades a quien apenas está aprendiendo. El estudiantado actúa de forma tiránica, todo lo atrae a su esfera de control a partir del celular: la música, la comida, la ropa; sin moverse, como un mago; por eso la idea del individuo tirano, planteada por Éric Sadin, ayuda a comprender la situación actual en la educación.8 Con ChatGPT, este estudiantado, que de forma constante pliega la realidad a su deseo, ya no tiene que encargarse de crear contenido, mucho menos de cuestionarlo. Simplemente espera que éste sea comprensible, sencillo, lógico y verosímil. No tiene, en ningún momento, que participar en su construcción, sólo lo pide y se le otorga liso, llano, incluso más verosímil y vibrante que la propia realidad. Cuando lo presenta como suyo ante los otros, realmente cree que lo es, y por un momento se siente comprendido, competente, exitoso y feliz. Por esa recompensa están dispuestos a todo muchos estudiantes. De esa manera pasan de un nivel educativo a otro con aprendizajes artificiales.
Este estudiantado tirano, ya instalado ante la membrana táctil de su celular, cree que es invencible y que no tiene por qué hacer ningún esfuerzo por siquiera pensar lo que le piden que resuelva. Así como le pregunta a su celular cómo llegar a un lugar, y éste se lo dice, también le ordena resolver una ecuación matemática, escribir un cuento o un poema y, en un acto de prestidigitación, resuelve las diferentes tareas que se le presentan en la escuela. Este comportamiento es completamente natural, lo ve en todos lados: en la política, en el arte, con sus amigos, con sus profesores.
Así, muy rápidamente, el estudiantado ya no sólo es una máquina del otro lado de la interfaz,9 es una proyección de sí mismo como en La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, un espectro que se comunica con más eficiencia porque es un ensamblaje con los sistemas conectados a la red. De ese modo, los objetos de la realidad también le parecen espectros, no son verdaderos ni inventados. Acaso también su mente está allí, interesada en saber un poco más sobre los demás, pero ese deseo es frustrado por la necesidad de satisfacer el hedonismo, ya colectivizado.
Aunque los contenidos de la IAG parecen hechos por inteligencias humanas, no lo son; de hecho, sus procesos de creación son completamente diferentes. ChatGPT no establece conversaciones como las que tendríamos dos personas,10 ya que no tiene un contexto espacial referencial y, sobre todo, el lenguaje que genera está completamente anclado al pasado. Es decir, no se está generando una conversación a partir de la lectura del otro en el presente común, en el que adaptamos el discurso en tiempo real y predecimos lo que el otro dirá en una lectura compleja de su voz, su cuerpo y su forma de vestir.11 ChatGPT es un dispositivo que nos hace dialogar con un ser que sólo posee información del pasado. No dialoga igual que nosotros, pero es seguro que seguiremos introduciendo a la vida las formas lingüísticas de los sistemas de IAG, como seres espectrales que somos.
Lovers [esculturas sensibles con inteligencia artificial], 2023.
El alumnado prefiere negar cualquier elemento que lo separe del dispositivo con el que genera una discusión interna libre de castigos o disonancias. Con las aplicaciones del teléfono celular tiene una conversación lisa, sin caos, y continúa la interacción porque parece que todo está ordenado, que es narrativamente lógico. No nos extrañe que personas de todos los niveles educativos decidan proceder de esa forma, la cual funciona; dan órdenes a la realidad y a los objetos que la componen: piensa por mí, habla por mí, aprende por mí.
Por eso tanto profesores como alumnos no sólo deben investigar y formarse para utilizar las diferentes herramientas con IAG; lo más importante es pensar qué funciones mentales les estamos cediendo y cómo, en un futuro, nos afectará perderlas.
La mayor parte de las decisiones humanas son inconscientes,12 y creemos de verdad que la IAG es la solución a nuestros problemas en el terreno educativo. No es así, hay una crisis que afectará a la educación. Aunque si la población del sistema educativo tiene conocimientos fidedignos sobre la IAG, podrá manejar mejor sus efectos y usarla en su beneficio. Es importante saber que las mayores ganancias serán para las empresas proveedoras de estos servicios y para los gobiernos con los que estén aliadas.
A pesar del escenario planteado, es posible concebir una educación humanista, empática y feminista mediante la cual los individuos se alejen de estos dispositivos durante sus procesos de formación. La propuesta es hacer que el sujeto cognoscente se dé cuenta de que esos sistemas le quitarán lo que lo define. Debe usarlos sabiendo que modifican el cuerpo,13 así como la construcción de imágenes en tiempo real, que son los asideros de nuestros deseos e imaginación. Hay que trabajar con las poblaciones estudiantiles de todos los niveles educativos, no únicamente para que sepan usar los diferentes sistemas de IAG, sino para que piensen cómo funcionan, cuáles son los objetivos de sus creadores, cómo podrían desarrollarse en ensamblaje con los humanos y en qué contexto y para qué se está utilizando dicha inteligencia. La pregunta central ante cada aprendizaje es: ¿qué tan beneficioso resulta, para la formación del alumno, usar este sistema de IAG?, ¿le restará habilidades para resolver otro tipo de tareas o interacciones en el mundo real en algún momento de su educación o incluso de su vida?
Es preciso educar en habilidades físicas, sociales y creativas al estudiantado de todos los niveles, ya que la red mundial de comunicación inteligente hace que perciban únicamente sus propios intereses y se vean sólo a sí mismos, lo que cambiará su forma de aprender, pensar y estar en el mundo. La mente y el cuerpo, en ensamblaje con diversos sistemas cognoscentes, se modificarán para adaptarse a las exigencias de lo digital, que no necesariamente están correlacionadas con el relato de los hechos de una vida. Y aunque el individuo no puede resistirse a esta red coercitiva, porque el sistema ya es de esa manera, sí puede entender cómo funciona para reducir su alienación, hacerse consciente y saber que hay otras formas de solucionar las diversas tareas. De no hacerlo, perderá aún más capacidades que permiten acceder a otros niveles de conocimiento.
Imagen de portada: Lovers [esculturas sensibles con inteligencia artificial], 2023.
Jaques Derrida, Espectros de Marx, Trotta, 2012 y Jean Baudrillard, Pantalla total, Anagrama, 2006. ↩
Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, Artificial. La nueva inteligencia y el contorno de lo humano, Debate, 2024. ↩
N. Katherine Hayles, Lo impensado. Una teoría de la cognición no consciente y los ensamblajes cognitivos humano-técnicos, Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2024. ↩
Lo modifican porque, de entrada, hacen que el individuo se traslade de una forma específica hacia su destino, al tiempo que reportan su ubicación en tiempo real para actualizar las bases de datos, entre otras cosas. ↩
Yuval Noah Harari, Nexus, Debate, 2023. ↩
Ibid. y Éric Sadin, La vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas, Caja Negra, Buenos Aires, 2024. ↩
J. Baudrillard, op. cit. ↩
É. Sadin, La era del individuo tirano, Caja Negra, Buenos Aires, 2022. ↩
J. Baudrillard, op. cit. ↩
É. Sadin, op. cit. ↩
Mijaíl M. Bajtín, Problemas de la poética de Dostoievski, FCE, 1986. ↩
M. Sigman y S. Bilinkis, op. cit. ↩
Ibid. ↩