Editorial

Éxodos / editorial / Febrero de 2018

Guadalupe Nettel

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Como las aves, las ballenas, las plantas y muchos de los seres que pueblan el planeta, los humanos hemos sido siempre una especie migratoria. Desde que el Homo sapiens salió de África no ha dejado de recorrer los confines de la Tierra en busca de lugares propicios para establecerse. Los movimientos humanos tienen diversos nombres: éxodo, migración, exilio, nomadismo destierro, entre otros. Cada uno insinúa motivos diferentes para un mismo fenómeno. En este número hemos querido hablar de esas razones y de quienes se ven obligados a dejar su hogar para adentrarse en la incierta, y a menudo peligrosa, experiencia de la migración, ya sea individual o colectiva. A partir de su vínculo largo y profundo con los escritores exiliados de Casa Refugio, Philippe Ollé-Laprune nos propuso varios de los textos de este número y le damos las gracias por ello. En “Por una ontología del exilio” Věra Linhartová aborda las diferentes actitudes que uno puede tener ante el desarraigo: “una primera distinción histórica es necesaria entre exilio forzado y exilio voluntario”, nos recuerda la escritora checa, afincada en París desde los años setenta. Los poemas en ladino de Myriam Moscona rememoran la diáspora sefaradí y los diversos territorios de esa cultura. Abdallah Audu Salisu, académico ghanés instalado en Austria, hace un recuento del éxodo africano y de la necesidad de construir una nueva narrativa que dignifique a quienes en algún momento fueron vendidos como esclavos, pero también a los que ahora se van por razones socioeconómicas. La poeta y ensayista egipcia Safaa Fathy nos explica que los pueblos árabes sitúan sus raíces entre los beduinos del desierto del Sahara y que en los últimos años el nomadismo se volvió un imperativo para sobrevivir al integrismo islamista y a sus políticas asesinas. Es imposible hacer un número sobre el éxodo sin detenerse en la migración mexicana y centroamericana hacia Estados Unidos. Daniela Pastrana y Óscar Martínez escribieron textos escalofriantes sobre esta realidad. Así, cuando observamos muchos de los éxodos que acontecen hoy en día, el de los sirios, por ejemplo, o el de los somalíes y etíopes —retratados en Etenesh, la novela gráfica de Paolo Castaldi—, nos damos cuenta de que enfrentan los mismos horrores que los mexicanos y los salvadoreños: robo, secuestros, extorsión, violencia física y abusos sexuales. Es como si los pobres de la Tierra, los rechazados, los que no tienen lugar ni en sus países de origen ni en aquellos donde se sueñan más prósperos y más felices, formaran un único pueblo. Si se piensa, resulta revelador que las mercancías, las armas y el capital tengan mayor libertad de movimiento que la gente. Así, los Estados que repudian a los migrantes son los mismos que fomentan la necesidad imperiosa de migrar. Pero la miseria no es la única razón para el éxodo; también lo han sido las guerras, el racismo, los regímenes autoritarios y excluyentes, los cambios climáticos y ecológicos, la intolerancia religiosa. En el Ágora de este número, Emiliano Monge publica la conferencia que leyó en nuestra Universidad durante el coloquio “Los acosos a la civilización. De muro a muro”. En ella recuerda nuestra constante indiferencia y falta de empatía con quienes, por su cultura, sus rasgos físicos o su clase social, se distinguen de nosotros. La situación de cada migrante es un motivo de vergüenza para la humanidad. Para solucionarla debemos empezar por mirar el problema de frente. Dejar de hablar de cifras o de nacionalidades y ponerles nombres, rostros, escuchar sus historias. La Revista de la Universidad de México ha querido sumarse a este esfuerzo de sensibilización. Con esta serie de artículos, nuestro número sobre éxodos aspira a quitar un ladrillo del muro intangible e ideológico que nos impide verlos.

Imagen de portada: Héctor Guerrero, Tijuana, 2016.