Colección Ultramar

Identidad / crítica / Septiembre de 2017

Argel Corpus

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En una tierra lejana la propia escritura parecía inverosímil

Un barco con su cargamento de libros surca la zona azul eléctrico situada en la parte baja de la portada y la contraportada de la colección Ultramar. ¿Cuál es el mapa que le da consistencia a este viaje? Si el lector abre las tapas de estos libros editados por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM admirará en los forros interiores uno de los mapas más famosos del Renacimiento: la diseñadora de la colección, Mónica Zacarías, escogió un mapamundi de 1564 diseñado por Paolo Forlani, “Universale Descrittione di Tutta la Terra Conosciuta”. Según la página de la galería Barry Lawrence Ruderman Antique Maps, el mapa en el que se inspiró Forlani registraba un extenso territorio en el Cono Sur con el nombre de “Terra Incognita”. Al grabador genovés le pareció adecuado poblar esa tierra misteriosa con rinocerontes, leones, camellos, elefantes, y añadir a esta zoología las imposibles especies del unicornio y del grifo. De esta manera, creo, el mapamundi se convierte en una ingeniosa metáfora de la literatura que esta colección presenta. Nosotros, los hispanohablantes, estamos en la “Terra Incognita”. Sabemos de la maravilla de los leones y rinocerontes, de los camellos y elefantes, y ahora queremos asomarnos, incluso lo necesitamos, a la sorpresa y el espanto del unicornio y el grifo. Afortunadamente para todos, esta colección permite disfrutar de esta fauna. Sus páginas azules sirven como el océano que transporta, desde el inglés, francés, alemán, italiano, las tensiones de mujeres y hombres que enfrentan el drama de ser migrantes, de adquirir un idioma nuevo, de ser marginados por su color de piel o acento, y del menosprecio de sus habilidades y saberes debido a que ellos no son los que deberían de ser. Éste es el cargamento del barco que sirve de logo a la colección Ultramar. Y no podía ser más adecuado para los tiempos en los que vivimos. La variedad de voces y tratamientos temáticos da vigor a la colección, con sus diversos frentes, historias y modos de narrar. Así, en Todo era adiós de Gurjinder Basran leemos la historia de una mujer india que desatiende sus costumbres familiares en Canadá; en El ojo desnudo de Yoko Tawada nos estremecemos al conocer la vida de una adolescente vietnamita en Alemania, donde es raptada, y en Francia, donde descubre el cine de Catherine Deneuve; o en Chef de Jaspreet Singh quedamos hechizados por los olores de la cocina del chef Kip mientras los Himalaya se levantan como trasfondo y notamos la discusión territorial que China, Pakistán y la India han sostenido sobre el territorio de Siachen. Todas estas historias fueron escritas originalmente en otro idioma y todas recibieron premios que, quiero suponer, elogian la maestría con la que cada uno de los escritores utilizó el francés, el inglés, el italiano o el alemán. Sin embargo, una pregunta me ha aquejado desde que terminé de leer los libros y sobre todo dos de ellos: Todo era adiós y Las personas de mi ciudad. ¿Se puede o no resolver el conflicto de ser extranjero? La cautela aquí es importante. No digo que estas novelas no presenten empatía y solidaridad, sino que en pleno 2017 nos revelan un mundo excluyente, temeroso de lo otro, un mundo que se debate con lo políticamente correcto: aceptar la diferencia, pero que parece preferir retraerse a un tiempo polarizado, ¿quizá el de 1933? ¿Será que mi lectura de la colección está inducida por el contexto que la rodea? Y es que este contexto, que no necesariamente coincide con el de su escritura, es el de la toma de posesión de D. Trump, la experiencia inglesa del Brexit, el recrudecimiento de las políticas de la derecha europea, las consecuencias de las crisis económicas de Irlanda, Portugal, España e Italia. Este contexto está muy lejos de reforzar la idea, al menos la posibilidad, de la unión. ¿Acaso es de esto de lo que trata finalmente Ultramar? Si la literatura, y en particular las novelas, son un espejo del mundo, entonces esta colección presenta un mundo que privilegia las historias individuales sobre las que involucran a una sociedad, el temor y la desconfianza sobre la curiosidad natural hacia otras culturas y otras formas de ser, la compañía sobre la amistad, y el sexo sobre el amor. ¿Será que por todo lo anterior uno debe cerrar estos libros e irse a jugar videojuegos o conectarse a Netflix? No. Si es verdad lo que he escrito, entonces la colección Ultramar es una herramienta necesaria para pensar esta realidad. En este sentido debo decir que ninguna de estas nueve novelas es condescendiente, pues son de un pesimismo lúcido. En la lucidez de este pesimismo reside su éxito. Sin embargo, si he de señalar una flaqueza, diría que los autores se afanan en no perder la brújula ideológica, debilitando así la fuerza de la narración y, a veces, la construcción de personajes en un mundo que por cosmopolita no deja de estar dividido. La calidad humana, las emociones, los destinos están supeditados a un esquema binario en donde la realidad se entiende por sus dos mitades, constituidas por los que son y los que no. En los personajes no hay el arrebato necesario para desafiar el orden y convertirse así en personajes redondos, totalmente memorables. Tal vez es esto último lo que me hace pensarlas como novelas pesimistas y, sin duda, el marco ideológico es lo que me hace considerar ese pesimismo como lúcido. El entramado ideológico, por directo que sea, abre también la posibilidad muy clara de hacer comunidad. Al hacer frente al problema de encajar en una sociedad profundamente excluyente, le sigue necesariamente la ardua labor de imaginar posibles salidas a este nudo. Para la adolescente Meena, de Todo era adiós, la salida es la música en inglés. A lo largo de la novela entabla una relación íntima con la música de los Smiths, Depeche Mode, Blondie, Simple Minds, New Order, entre muchos otros. Este acercamiento construye un puente, un punto de convergencia entre la adolescente, cuyo contexto familiar es la India, y la cultura que en otros aspectos parece repudiarla. Otra forma de crear comunidad es el viaje, y la novela de Andrea Alì es un ejemplo de ello. Podemos suscribir las palabras del narrador de Las personas de mi ciudad cuando dice: “La historia occidental siempre ha estado llena de viajeros” (es imposible no recordar de inmediato a Ulises o a Marco Polo) y también coincidir con el final de la cita: “pero hoy existen los turistas”. Es claro que el narrador ve con desdén la moda actual de viajar y prefiere ser un viajero. Para evitar ser un turista, Alì le regala a su personaje el modelo de Rimbaud y le llena la imaginación con los nombres de los lugares por los que pasó el francés y que el narrador recita como un encantamiento: “Roche-Charville-París-Bruselas-Londres, luego Hamburgo-Stuttgart-Milán-Génova, e incluso Alejandría-Chipre, luego de otra vez Roche, de nuevo Chipre, Egipto, el Mar Rojo, Abisinia-Aden-Harar-Marsella-Roche-Marsella”. El encantamiento surte efecto y el personaje deja Italia para trasladarse a Francia, Holanda, Dinamarca, Inglaterra e incluso volar a México. Su ejercicio es accidentado porque las fronteras sí existen, porque las políticas de la derecha europea afectan los comportamientos y porque ser italiano no tiene el mismo estatus que ser alemán, inglés o francés. Pero un lúcido pesimismo establece que al conocer y experimentar el mundo, éste se mantiene unido. Así como Canadá para Meena ya no es una tierra incógnita llena de fauna posible e imposible, sino un espacio nuevamente habitable, asequible a través de la pugna por hacer de la diferencia una energía que tienda hacia la empatía y no al rompimiento. Recién desembarcadas, pues, estas novelas son la fauna que nos maravilla y nos sorprende, que nos relata, casi como un eco, los sucesos que acontecen cuando los problemas de migración, marginación, racismo e identidad se vuelven el centro de atención de la mayoría de los novelistas publicados en Ultramar.


Argel Corpus Colección Ultramar, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM

El título de esta reseña es una cita de La higuera encantada de Marco Micone, publicada en la Colección Ultramar [trad. de Rocío Ugalde, México, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, UNAM, 2014].