Saliva legal

Discapacidad / dossier / Noviembre de 2020

Cristina Morales

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Durante toda la escena, el texto aparecerá en sobretítulos. Es importante que la proyección de las frases se corresponda con los tiempos del habla de la actriz, que a veces tardará mucho en pronunciar una palabra o una sílaba, o se trabará. Que el texto no vaya por delante de la propia dicción de la actriz es fundamental porque, si bien la función de los sobretítulos es la de facilitar la comprensión del público, no pueden suponer una enmienda a la peculiar manera de hablar de la actriz con diversidad funcional. El lanzamiento, pues, de los sobretítulos, es una tarea performativa más. El público no podrá descansar en ellos cuando el habla de la actriz lo agote o hastíe. Los sobretítulos no serán un refugio. Por ello, el lanzador de los sobretítulos tiene en este monólogo consideración de intérprete. Entra una actriz con parálisis cerebral caminando con su andador en dirección al centro del escenario. Va vestida con el uniforme reglamentario de mossa d’esquadra (si se piensa representar en otro territorio diferente a Cataluña, la actriz llevará el uniforme de aquel cuerpo de policía sobre el que recaigan la mayoría y más importantes funciones de orden público), gorra, porra extensible y cartucheras incluidas. Cuando llega al centro, suelta el andador y lo deja a su lado, a mano para cuando lo necesite. Está, pues, de pie, quieta y en silencio. Deja pasar así unos segundos. Entonces se cuadra, es decir, hace la posición de firmes, el saludo marcial, que consiste en ponerse muy recta y llevarse los dedos de una mano a la frente a modo de visera, mientras que el otro brazo está recto a un lado del cuerpo. Como la movilidad de la actriz no es normativa, su saludo marcial resultará muy diferente al que habitualmente hacen los policías y demás fuerzas del orden.
Buenas noches.
Deshace la posición de firmes como si un superior le hubiera dicho “¡Descansen!” A pesar de que la movilidad de la actriz no es normativa, debe ser bien visible la diferencia entre su posición de firmes y su posición de descanso.
Al inicio de la pandemia del coronavirus, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y de las Comunidades Autónomas no contábamos con los equipos de protección integral para reducir el riesgo de contagio, pero debíamos igualmente garantizar la paz y la seguridad en las calles y en los campos, en las carreteras y en los caminos. Ni mascarillas teníamos, mascarillas que, como ustedes saben, para la policía son especiales debido a nuestras especiales características. No nos sirven las normales de la farmacia ni de los supermercados, ni siquiera las que tienen válvula. Las mascarillas que usamos los y las policías tienen una compresa por dentro para absorber la baba que se nos cae.
Se saca de un bolsillo del pantalón una mascarilla y del otro bolsillo una compresa para la regla, fina y sin alas, que no supere en tamaño a la mascarilla. Muestra al público los dos objetos.
Como la industria nacional e internacional estaban colapsadas y los canales de importación corrompidos o inoperantes, en todas las comisarías y cuarteles de Cataluña, de España y del extranjero nos vimos obligados a improvisar.
Procede a desplegar la compresa, quitarle el papel que protege el adhesivo y pegarla en el interior de la mascarilla. El envoltorio y el papelito que ya no sirven se los guarda en el bolsillo.
Las mujeres agentes de la autoridad pusimos compresas a disposición de nuestros compañeros varones y les enseñamos a usarlas. Una vez más, los cuidados recaían sobre los hombros femeninos. ¿Y algún telediario o alguna radio o algún medio de prensa escrita de algún país del mundo dio cuenta de este acto de solidaridad corporativa, una solidaridad cuyo objetivo trascendía ampliamente el corporativismo, pues su razón de ser era proteger a toda la población en su conjunto y salvaguardar sus derechos y libertades? Era o esto o ir con la camisa llena de baba porque las mascarillas normales, dado el calor que provocan en nariz y boca, nos hacían babear todavía más. Si antes la gente, sobre todo los inmigrantes, ya nos rehuía cuando nos veían pasar, imagínense cómo era en los tiempos duros de la pandemia. Nuestro babeo habitual resultaba aterrador. ¿Por qué durante el estado de alarma se han puesto más multas por contravención de la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana de lo habitual? Porque los sospechosos, incluso los que eran sorprendidos cometiendo faltas o delitos flagrantes, se resistían a que los cacheáramos, se resistían incluso a identificarse y a tendernos la documentación por miedo a que una gota de nuestra legal saliva los alcanzara. Y, obviamente, si alguien se revuelve contra un o una policía que no está sino cumpliendo con su obligación, yo lo siento mucho, yo entiendo que mi baba te pone en riesgo, ¡a mí también me pone en riesgo la tuya, ojo!, pero tengo que multarte. Artículo 36.6 de la mencionada ley. Dicho lo cual, me pregunto a mí misma y se lo pregunto a todos ustedes: ¿no es esto discriminación? Yo estaré dándole el alto al latino que tiene toda la pinta de no tener papeles y que, efectivamente, cuando se los pido, no tiene, qué casualidad. Pero el dominicano que se inventa la película de que se los ha olvidado en casa y que no deja de caminar mientras yo le hablo, ¿no está discriminándome a mí por la mera característica física que es mi baba cayéndoseme?

Fotografía de una mujer vestida de policía que gesticula con las manos, a la izquierda se ve el detalle de una andadera y más abajo unas esposas. Saliva legal, de Cristina Morales, en el Teatre Nacional de Catalunya, forma parte del espectáculo Decameró. Fotografía de May Zircus / TNC ©

Quita la compresa de la mascarilla, la guarda en su envoltorio original y se la mete en el bolsillo. Saca de otro bolsillo del pantalón un salvaslip y procede, como antes con la compresa, a pegarlo en el interior de la mascarilla. Mientras hace eso, dice:
Al principio usábamos una compresa que nos duraba toda la jornada laboral, pero acababa picándote y oliendo feo. Así aprendimos que es mucho más cómodo e higiénico llevar cuatro o cinco salvaslips de recambio. Esto ahora lo hacen hasta mis compañeros más machitos. Gracias a este proceso auto­gestionado entre nosotros los trabajadores, ya ninguna de las agentes mujeres siente ningún pudor en hablar de la menstruación. Puedo ir patrullando con el sargento Bonconpaim, que me saca veinte años y cuarenta kilos de peso, y decirle mi sargento, tengo dolor de ovarios, necesito parar un momento a tomarme algo caliente y un ibuprofeno, que el sargento Bonconpaim enciende la sirena y no deja de saltarse semáforos hasta que llegamos a un bar con pinta de tener los baños limpios. Y lo último que me dice antes de aparcar en doble fila, o en mitad del carril bici, o en el aparcamiento para minusválidos es si necesito una compresa, porque él tiene de sobra. Si esto no es feminismo, señoras y señores, si esto no es inclusión, no sé qué será.
Vuelve a cuadrarse como al inicio de la escena.
Buenas noches.
Regresa a la posición de descanso, agarra su andador y se va.

Este texto fue escrito para el espectáculo Decameró, estrenado el 1 de octubre de 2020 en el Teatro Nacional de Catalunya (Barcelona, España), siendo interpretado por Desirée Cascales Xalma y dirigido por Neus Suñé.

Imagen de portada: Saliva legal, de Cristina Morales, en el Teatre Nacional de Catalunya, forma parte del espectáculo Decameró. Fotografía de May Zircus / TNC ©