dossier Árboles SEP.2025

Irene Romero Nájera

La majestuosa ceiba

En un paseo familiar a bordo de las trajineras de Xochimilco, nos encontramos con un señor que vendía bonsáis. Uno llamó mi atención: era una ceiba, también conocida como pochote. “¿Cuál prefiere: el macho, que tiene espinas en el tronco, o la hembra, que no las tiene?”, me preguntó el vendedor. Hay plantas que efectivamente tienen flores masculinas o femeninas en árboles separados. ¿Acaso ocurre lo mismo con la ceiba? ¿Estas “espinas” son lo que distingue sexualmente un árbol del otro?

Un árbol sagrado y productivo

Así como los aztecas buscaban una señal para establecerse en un territorio —un águila posada en un nopal devorando una serpiente—, los mayas se establecían bajo la protección de las ceibas. En el Popol Vuh, se menciona que los dioses sembraban este árbol en los cuatro puntos cardinales y dejaban uno al centro, el cual sería el punto de reunión y de comercio en el pueblo. La ceiba es considerado un árbol sagrado, pues representa la conexión entre el subsuelo, la tierra y el cielo: sus raíces simbolizan el inframundo; su tronco, la vida terrenal; y su copa (ramas y hojas), lo divino.1 En el mundo espiritual, su función es sostener el universo. Los pueblos que se establecieran bajo su manto, encontrarían un suelo próspero y agua abundante, lo que les permitiría tener buenas cosechas y un lugar adecuado para vivir y criar animales.

​ Todas las ceibas son hermafroditas, es decir que, en el mismo árbol, hay flores con estructuras tanto masculinas (estambres) como femeninas (ovarios). Sus principales medios de polinización son los murciélagos, el aire y el agua.2 Además, es una especie caducifolia, es decir que tira sus hojas al inicio de la temporada seca, que abarca los meses de noviembre a abril.3

​ Podemos encontrar a las ceibas gigantes, esto es, la C. pentandra, en las selvas tropicales del sureste de México; principalmente, en la península de Yucatán y en Chiapas, pero también las hay en Centroamérica. Su tronco es recto y ancho, mientras que su copa es aplanada y extendida: llega a cubrir hasta cincuenta metros, lo que mide de largo una alberca olímpica.4 Suelen crecer en las orillas de los ríos, aunque, por la destrucción de su hábitat, podemos observar ejemplares en terrenos abandonados y a ambos lados de caminos de terracería. Las flores tienen pétalos de color blanco a rosado; o bien, amarillo a dorado. Las semillas son redondas y negras, rodeadas de vello sedoso de un tono blanquecino o plateado. Cuando el fruto se abre, parece que de sus ramas cuelgan bolas de algodón.

​ Más allá del valor espiritual, varias partes de la ceiba han sido aprovechadas desde tiempos prehispánicos hasta la fecha. Su madera se emplea para la construcción de casas y la fabricación de artesanías; además, la leña se usa como combustible. De las semillas se extrae aceite. La fibra del interior de sus frutos se utiliza como aislante térmico y sonoro, así como relleno de almohadas y colchas.

​ Las abejas toman el néctar de sus flores para producir miel. Mientras que la medicina tradicional las emplea para los malestares cardíacos, renales y digestivos; de igual manera, se ha usado para atender trastornos de aprendizaje y de memoria, como el alzhéimer.5 Finalmente, por si fuera poco, las semillas se muelen junto con el cacao para darle un toque especial a la bebida de los dioses.6

Manuel Blanco, “Bombax pentandrum”, Flora de Filipinas II, Establecimiento tipográfico de Plana y C.ª, Manila, 1880-1883, lámina 238.

La armadura de la ceiba

En México hay cuatro especies de ceibas: la aesculifolia, la acuminata, la schottii y la pentandra. Sin embargo, las que tienen una mayor distribución y comercialización son la primera y la última. La aesculifolia mide entre cuatro y catorce metros de altura y su tronco tiene aguijones cónicos de color gris, con apariencia arrugada. Mientras que la Ceiba pentandra es mucho más grande: puede llegar a medir hasta setenta metros de alto y, aunque también presenta aguijones cónicos, éstos son lisos y de color verde.7 Esta última es precisamente la ceiba que representa la interpretación del mundo para los mayas.

​ Las estructuras cónicas en el tronco son aguijones y no espinas. Estas últimas están conectadas a los órganos de las plantas a través de un tejido que transporta el agua y los nutrientes; mientras que los aguijones carecen de esta estructura celular. Sin embargo, ambos cumplen la función de evitar que los herbívoros lleguen a las hojas, a las flores y a los frutos.8 Sirve como una pista de obstáculos que hace tortuoso e inaccesible el camino hacia la comida, por lo que ha resultado ser un mecanismo de defensa muy exitoso.

​ ¿Pero por qué algunas ceibas tienen aguijones y otras no?, resulta que es una característica que se va perdiendo con la edad. En ejemplares de C. aesculifolia y de C. pentandra se ha observado que sólo están presentes en ramas jóvenes.9 Lo más probable, entonces, es que el vendedor de bonsáis en Xochimilco haya conservado un tronco adulto y lo haya propagado por reproducción vegetativa. Es decir que, en lugar de usar una semilla para que germine la planta, se corta una rama del tronco original y se coloca en un medio adecuado con suficiente luz, agua, tierra y nutrientes, de modo que le crecen nuevas raíces, ramas y hojas. Así se desarrolla un nuevo árbol idéntico a la planta madre.

​ La ceiba es un árbol imponente, majestuoso, enorme, que capta la atención de sus espectadores. Un árbol tan grande requiere tierra fértil y suficiente agua para alcanzar tales dimensiones; por esa razón los mayas, de manera acertada, lo asociaban con un buen sitio para establecerse. Del mismo modo en que los maples son el símbolo nacional de Canadá o las secuoyas gigantes son los habitantes más longevos de Estados Unidos, la ceiba es un digno representante de nuestra flora, así como de nuestra cultura y la cosmovisión maya.

​ Estos árboles son hermafroditas, por lo cual pensar que hay machos y hembras es una mala interpretación de las irregularidades de la apariencia de algunos pochotes. Los aguijones en sus troncos y ramas son una característica de la especie que se pierde con la edad y, por lo tanto, no tiene relación alguna con el sexo del árbol. Tampoco la tiene la distinción que habitantes del Valle de Tehuacán han hecho de los árboles de la C. aesculifolia que presentan frutos sin semillas, a los cuales llaman machos. Lo que sucede es que algunos frutos son atacados por un hongo, por lo que al interior de éstos se encuentra un polvo café conformado por las esporas de los hongos, en lugar de las semillas de la ceiba.

Ceiba en Oaxaca, 2021. Wikimedia Commons CC 4.0.

Imagen de portada: Ceiba petandra, 2008. Fotografía de Klaus Schönitzer. Wikimedia Commons CC 3.0.

  1. Chrystyan Iván Bustos Gómez y Ángel Josabad Alonso Castro, “La ceiba: un símbolo en la mitología maya con propiedades farmacológicas”, Naturaleza y Tecnología, núm. 2, junio-agosto, pp. 13-17, 2021. 

  2. Ficha técnica de la Ceiba pentandra de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, Conabio, s. f., disponible aquí

  3. Nelly Diego-Pérez y Armando GómezCampos, Bombacaceae, UNAM, Facultad de Ciencias, Ciudad de México, 2013. 

  4. Ficha técnica de la Ceiba pentandra de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, Conabio, 2025, disponible aquí

  5. Bustos Gómez y Alonso Castro, op. cit., 2021. 

  6. Amalia Attolini Lecón, “Cuentas, dares y tomares del cacao: delicia, convite, rito mesoamericano. Aspectos antropológicos”, Revista Digital Universitaria, vol. 12, núm. 4, 2011, pp. 1-22 y Sergio D’angelo-Jerez, “Saborizantes del cacao en la cultura maya”, Entre Cultura, 2024. 

  7. Sandra Guía-Ramírez et al., “Desarrollo de la corteza: estudio comparativo en dos especies de Ceiba (Malvaceae)”, Acta botánica mexicana, núm. 128, 2021. 

  8. Guía-Ramírez et al., op. cit., 2021. 

  9. Diego-Pérez y Fonseca, op. cit., 2013; Conabio, op. cit., 2025.