La Joute Lachenais, revolución y poder en Haití

Comunidad / panóptico / Noviembre de 2023

S. Juliana Granados

A finales del siglo XVIII, un coronel francés de apellido Lachenais, asentado en el territorio que hoy se conoce como Haití, solicitó en matrimonio a una joven negra, originaria de Arcahaie, al oeste de la isla. Las mujeres del lugar, especialmente las racializadas —es decir, el 95 %—, no tenían muchas opciones. Su condición de raza las condenaba, tal y como sigue ocurriendo ahora en su propio territorio, a sufrir formas muy específicas de discriminación y violencia. Una de esas prácticas violentas y denigrantes era el matrimonio forzado, que en su momento no solo era aceptado, sino bastante común.

​ La unión a la fuerza entre el coronel blanco Lachenais y la joven negra Marie Thérèse Fabre dio origen en 1778 a un personaje vehemente y furtivo, del que hoy en día se sabe muy poco: Marie-Madeleine Lachenais. Conocida también como Joute Lachenais, Marie-Madeleine es una figura que permanece oculta por los escasos testimonios de la historia de su pueblo, pero también por su género, su raza y su contexto geográfico. Con el paso del tiempo, la Joute ocupó un papel muy importante en la historia política del Haití posrevolucionario, y se convirtió en la mujer más influyente en la toma de decisiones del Estado durante el mandato de Alexandre Pétion, primer presidente de la época republicana de Haití, y en el de Jean-Pierre Boyer, sucesor de aquel. Recordada como la “presidenta de dos presidentes”, una suerte de femme fatale caribeña, Marie-Madeleine Lachenais tuvo una vida compleja con la que desafió los relatos hegemónicos de su tiempo.

​ Su trayectoria política desde las sombras comienza a los veinte años, cuando la joven Marie-Madeleine se casa con Marc-Joseph Lefèbvre Laraque, un reconocido comandante militar. Era la época de la Revolución haitiana, una revuelta que se adelantó a todas las revoluciones en América Latina y el Caribe, inspirada, por supuesto, en la Revolución francesa. Casarse con un militar de alto rango, sobre todo uno afiliado a la revolución, significó para la joven Marie-Madeleine su primer contacto con la esfera del poder.

​ Es también la época en que emergen personajes como François Dominique Toussaint-Louverture, un exesclavo que abanderó la causa abolicionista, entre otros ideales que buscaban la liberación del pueblo negro caribeño. Toussaint-Louverture se convirtió en el prototipo ideal de hombre: inteligente, culto, revolucionario, diestro para la guerra, apuesto y con poder. Se trató de un momento de hervor social único en la isla y las ideas políticas emanaban por los poros de las juventudes negras. No era extraño que una joven ambiciosa e inteligente, como Marie-Madeleine, deseara unirse a un hombre del prototipo mencionado, y Marc Joseph representaba justamente eso. De ese matrimonio, en el que se especula que hubo cariño y amor, nació la primera hija de la Joute, Marie-Joseph —años más tarde, ella se convertiría en la primera escritora publicada en Haití, gracias a las entrañables cartas que le enviaba a su esposo, el poeta Pierre Faubert—.

​ Sin embargo, la relación entre Marie-Madeleine y Marc Joseph no duró mucho. La Joute enviudó, y a los pocos años se emparejó con Alexandre Pétion, otro militar muy reconocido en su momento por las batallas que libró a favor de la independencia y el establecimiento de un Estado democrático en Haití. En cuanto se conocieron, ella rápidamente se convirtió en su amante. Nunca se casaron. Algunas versiones alegan que fue decisión de él abstenerse de la unión, dejándola a ella como concubina. Luego se supo que la Joute no quiso casarse con Pétion: su destino estaba dispuesto hacia otro camino y ella lo tenía más claro que nadie.

​ La historia de Pétion también es memorable. Era un negro libre, de linaje respetable y educado en Europa que regresó a Haití para combatir a los soldados franceses liderados por Napoleón, que intentaban retomar el control político y económico de la isla y sofocar los movimientos antiesclavistas que afloraban en ella. Pétion fue cercano a Jean Jacques Dessalines, otro de los líderes reconocidos en la historia de la independencia haitiana. Después de expulsar a los franceses del territorio colonizado, Dessalines se proclamó emperador y condenó a la ejecución a la población blanca que permanecía en Haití. Ante esta situación, Pétion planeó junto con Marie-Madeleine —que con los ires y venires de la guerra y las revueltas había adquirido una invaluable destreza política— el asesinato de Dessalines y otros oficiales, para restablecer la democracia. Pétion —uno de los pocos aliados con los que contó el mismísimo Simón Bolívar para retomar el impulso de las guerras independentistas en Sudamérica— no tardó en convertirse en el primer presidente de la recién formada República de Haití. La pareja tuvo dos hijos: Cecile, y años más tarde, Hersilie. La Joute no se separó de Pétion ni un segundo durante los años de gobierno e infinitas batallas. Con su gran inteligencia y como una extraordinaria lectora de su realidad, le aconsejó al padre de sus hijas que nombrara un sucesor antes de su muerte para perpetuar su legado y evitar el regreso a un Estado autócrata. Pétion no solo la escuchó, sino que además nombró como sucesor al hombre que ella quería: Jean-Pierre Boyer.

​ Marie-Madeleine conocía a Boyer de antes, cuando este no era tan cercano al presidente Pétion. Poco a poco desplazó a sus superiores y posibles competidores para acercarse al presidente. Algunos piensan que la Joute movió premeditadamente sus fichas para hacerlo ascender y que más tarde se hiciera con el poder. Con el paso del tiempo, Boyer se convirtió en uno de los militares más cercanos a Pétion, pero también en el amante de Marie-Madeleine. Dicen que la relación entre la Joute y el oficial llevó al deterioro de la salud de Pétion, que murió en 1818 tras contraer fiebre amarilla.

​ En términos de poder, aquel deceso no significó mucho para Marie-Madeleine, ya que Pétion había designado previamente a Boyer para continuar con su mandato. Así que la Joute, desde la sombra, siguió gobernando. Jean-Pierre Boyer era un hombre sensible, que aceptó gustoso la paternidad de las hijas de la Joute, y concibió con ella a la última Lachenais, Azema, de la que tampoco se sabe mucho. Marie-Madeleine asumió una vida envidiable: procuraba a su familia, atendía los asuntos de Estado, promovía reformas que el parlamento aprobaba y gozaba de los privilegios de estar en la presidencia. Sin embargo, la situación interna del país no mejoraba. Muchos querían fuera a Boyer y se confabularon para destronarlo.

Retrato anónimo de Marie-Madeleine Lachenais Retrato anónimo de Marie-Madeleine Lachenais

​ Hacia 1827, Marie-Madeleine descubrió estos planes y se adelantó a sus rivales: los persiguió con el brazo oficial hasta atraparlos, apresarlos y ejecutarlos. Estos acontecimientos hicieron flaquear a Boyer, que comenzó a reconsiderar la idea de permanecer a toda costa en el poder. Además, su decisión de acatar la multa millonaria impuesta por Francia a cambio del reconocimiento de la independencia lo afectó mucho en términos políticos. ¿Cómo era posible que los exesclavos tuvieran que pagar a sus antiguos amos los daños que les habían ocasionado al buscar su libertad?

​ Todo esto hizo que Boyer quisiera dimitir, pero la Joute se lo impidió, haciéndole ver que irse representaría un acto ridículo y falto de valentía, así que lo alentó para continuar. Surgieron nuevos complots, rumores de golpes de Estado, la ira de otros líderes. La situación se volvió insostenible para la familia presidencial y la gran estratega política de la primera nación libre e independiente de América Latina también se sintió acorralada. Las zonas españolas se inconformaron. Se avecinaba un momento crítico.

​ La maestría política de Marie-Madeleine ya no bastaba para hacerle frente al conflicto interno. Los levantamientos finalmente hicieron que la familia abandonara la presidencia y se exiliara en Jamaica en 1843. La Joute murió al poco tiempo de haber llegado al país vecino, no sin antes casarse con Boyer. La Joute Lachenais fue indudablemente la voz más poderosa de las dos primeras presidencias de Haití y, en muchos sentidos, sigue siendo un misterio.

Imagen de portada: Retrato anónimo de Marie-Madeleine Lachenais