Traza del elegido
Leer pdfUn ángel caído
erizado de ásperos cañones
anuncia la Edad de la Rapiña
MANUEL SILVA ACEVEDO
Y he aquí que un rayo atravesó
el cemento descascarado
y cayó sobre mí.
Y me tocó la luz de salir a castigar.
Recogí los huesos que me quedan.
Con un trapo restregué la mugre los restos de sarna y recompuesto algo el gesto fingí tener sonrisa. Fingí gesto amable. Fingí el ojo limpio.
Fui destruyendo la torre del afecto
socavando cimientos,
hasta sumergir en los escombros
—como pepitas de oro—
los restos del amor.
Cual insecto de dientes crujidores
que acomete su empresa furiosamente,
así he gastado el material del que estoy hecho.
Fueron cayendo los primeros resguardos
piedras pequeñas
desprendimientos
que siguieron en rodada
arrastrando líquenes.
Todos mis hermosos helechos.
El ángel despliega su ala devorada,
oculto el rostro en el hueco de la axila.
Se odia a los favoritos,
se desconfía de un cierto resplandor.
A pesar del muñón, el ser alado brilla digamos que está destinado a elevarse y el musgo verdoso que iba creciendo en sus delicados huesos, se volverá polvo. Por un buen tiempo seguirá reverberando sin él.
Nadie sentía piedad del elegido
cuando subía al sacrificio.
Siendo pus de la herida,
la materia repulsiva que se expulsa,
todos evitan su mirada.
Hasta el más pequeño de los seres se las ingenia para prosperar en el mundo, pero este ángel ha dejado su ala luminosa por ser llaga.
Imagen de portada: Elena Loson, de la serie Horizonte, 2018. Fotografía de Ignacio Iasparra. Todas las imágenes son cortesía de la artista.