Dos textos cabalísticos

Cultos / suplemento / Diciembre de 2018

En hebreo, la palabra kabbalah significa “lo que se recibió”. De acuerdo con sus seguidores se trata de una sabiduría ancestral anterior a todas las religiones, que Yahveh habría revelado primero a Adán, después a Abraham y luego a Moisés en el monte Sinaí, al tiempo que le hacía entrega de las Tablas de la Ley. La historia, sin embargo, indica que la cábala apareció como una forma temprana del misticismo judío en los siglos XII y XIII en el sur de Francia y en España, donde se publicó el Zohar, uno de sus libros más antiguos y fundamentales, firmado por Moisés de León. La cábala se considera el aspecto esotérico de la Torá y sigue siendo comentada tanto en los círculos de estudio judíos como en las grandes universidades del mundo. Según esta filosofía, todo lo que existe en el universo anhela evolucionar y elevarse hacia lo divino. Pero incluso ahora mismo, cualquiera que sea su estado, todos pueden recibir la luz divina y devolverla a Dios de una manera única. Los dos poemas que aquí publicamos pertenecen a Orot Haqodesh ("Luces de lo Santo") un libro que concentra la doctrina espiritual del maestro Rabí Abraham Itzjak Hacohén Kook (1865-1935), uno de los cabalistas contemporáneos más reconocidos.

Los cuatro cantos

Existen muchos niveles de canto. Algunos entonan el canto del alma. Dentro de su propia alma lo descubren todo, y alcanzan la plenitud espiritual. Otros entonan el Canto de la Nación. Salen del círculo restringido del alma individual… con amor sublime, comulgan con el Knesset de Israel. Cantan sus cantos, sienten sus dolores, se deleitan en sus esperanzas y contemplan tanto su pasado como su futuro. Otros permiten que su alma se expanda más allá del pueblo de Israel. Entonan el canto de la Humanidad, descubriendo en la grandeza del género humano lo ilustre de la imagen divina. Aspiran al objetivo último de la humanidad, y anhelan su compleción sublime. De esta fuente de vida, extraen la inspiración para sus pensamientos universales, análisis, aspiraciones y visiones. Y algunos alcanzan aún más alto hasta unirse con todo lo que existe, con todas las creaturas y todos los mundos. Junto a todos ellos, entonan el Canto del Universo.

Luces sagradas

Si lo deseas, lo conseguirás, Hijo del Hombre, ¡mira! ¡Contempla la luz de la presencia que habita en todo lo que existe! ¡Contempla la fuerza jubilosa de la vida en los mundos de arriba! Ve cómo desciende e impregna todas las parcelas de vida que percibes con los ojos de la carne y los ojos de la mente. Contempla las maravillas de la creación y la Fuente de todo lo vivo que da ritmo a cada creatura. Aprende a conocerte. Aprende a conocer el mundo, tu mundo. ¡Descubre la lógica de tu corazón y los sentimientos de tu razón! Siente las vibraciones de la Fuente de la vida que está en lo más profundo de ti, encima de ti y en todo tu alrededor. La llama de amor que hay en ti, hazla subir hacia su potente raíz, extiéndela al alma entera de todos los mundos. Mira las luces… Mira al interior de las luces… Sube y sube porque posees una fuerza poderosa. Tienes alas de viento, nobles alas de águila… No reniegues de ellas para que no renieguen de ti. Búscalas y ellas de inmediato te encontrarán…

Fuente: Orot Haqodesh, citado en Marc-Alain Ouaknin, Mystères de la Kabbale, Assouline, París, 2007. Traducción de Yael Weiss sobre la versión en inglés de Mira Regev y en francés de Marc-Alain Ouaknin.