El regreso de las aves a las islas del Pacífico

Populismos / panóptico / Diciembre de 2022

Andrea J. Arratibel

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Desembarcaron de sus buques armados de arpones para dar caza a la ballena gris, extraer de ella su aceite y elaborar con sus huesos corsés, cepillos, paraguas… Llevaban sus ropas húmedas y ajadas por el salitre. Arrastraban un hambre voraz y también las ansias de hacer propio aquel territorio inhóspito.

​ Después de años de travesía y padecer las peores fiebres hacinados en una bodega, los exploradores europeos consiguieron por fin vencer las corrientes salvajes del mar del Sur, como lo bautizó Vasco Núñez de Balboa tres siglos antes; un océano de olas violentas y despiadadas, el más profundo del mundo, que baña la isla Guadalupe (la quinta más grande de México), ubicada en Baja California. Frente a este parche de tierra firme anclaron sus embarcaciones a mediados de 1800 para colonizarla con sus costumbres y añoranzas, y también con cabras y gatos, depredadores de la fauna y la flora endémicas. Las cabras desaparecieron gran parte de la vegetación, mientras que los gatos exterminaron y diezmaron un sinfín de especies, como el albatros de Laysan.

Maria Dulębianka, *Mar*, 1910Maria Dulębianka, Mar, 1910

​ De los mismos tonos que una gaviota, pero de mayor tamaño y con una mirada difuminada en negro, como de párpados pintados con kohl para lograr una belleza arábiga, el ave salvaje más antigua que se conoce ha regresado a estas islas del Pacífico, recién proclamadas un santuario ornitológico gracias al Grupo de Ecología y Conservación de Islas. A través de una iniciativa pionera de conservación, el equipo de biólogos y oceanógrafos que lleva años trabajando sobre el terreno ha logrado restablecer la biodiversidad que pobló una vez las tierras insulares frente a la península de Baja California, donde los gorjeos de los albatros y de otros veintidós tipos de aves vuelven a escucharse como ecos de sus paisajes. Además de crear áreas protegidas y erradicar especies exóticas invasoras, el afortunado experimento ha logrado la restauración activa de colonias aviares mediante técnicas de atracción social y de monitoreo a largo plazo, ambas aplicadas sobre las aves marinas, que presentan el mayor y más rápido declive de población a nivel mundial.

​ Este corredor de treinta islotes alberga una quinta parte de las especies totales de aves marinas que existen en el mundo, de las cuales catorce se encuentran en peligro de extinción, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Muchas de ellas son endémicas de México y se reproducen en apenas unos pocos atolones, como el paíño de Ainley y el de Townsend, que solo anidan en la isla Guadalupe y sus islotes circundantes.


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Nacidas de erupciones volcánicas submarinas hace millones años, estas tierras son atravesadas por el Sistema de la Corriente de California, que las ha convertido en uno de los ecosistemas marinos más nutritivos del planeta. De las 386 especies de aves marinas registradas en todo el mundo, México concentra un tercio de ellas. Estas se han adaptado a las condiciones extremas, la lluvia y el sol impasible que moldean los atolones vírgenes del Pacífico, cuyos acantilados se vuelven de color ocre en cada atardecer sin neblina y sobre los que colapsa la espuma blanca de las olas del océano.

*Diomedea immutabilis*, en *The avifauna of Laysan and the neighbouring islands…*, 1893-1900. Biodiversity Heritage LibraryDiomedea immutabilis, en The avifauna of Laysan and the neighbouring islands…, 1893-1900. Biodiversity Heritage Library

​ En la desolación de sus largas playas grises, donde la mirada humana solo advierte bases militares y estaciones biológicas, se esconde un ecosistema único para la vida, repleto de endemismos, enriquecido por las aguas frías y nutritivas que bajan desde Alaska y recorren los litorales de Canadá, Estados Unidos y toda la costa oeste de Latinoamérica. Estas corrientes, acompañadas de los golpes vehementes de un sistema de vientos noroestes, propician la abundancia de alimento para mamíferos, aves e invertebrados que mantienen a las comunidades costeras dependientes de la pesca: una fusión de fenómenos atmosféricos y oceánicos que convierten este rincón del Pacífico oriental en un oasis para el lobo marino, la ballena jorobada, la gris, los delfines, las orcas, entre otros.

​ Para hacer de estas islas un refugio seguro para las aves marinas, el equipo científico trabajó años en estrategias que erradicaran a los animales invasores que trajeron hace siglos los colonizadores europeos para su beneficio. También acabó con los roedores más voraces que durante tanto tiempo depredaron los huevos de varias especies y extinguieron a pequeños reptiles.

​ Desde helicópteros, estos ecosistemas fueron fumigados con granos envenenados para las ratas negras y los ratones domésticos. Y sobre el terreno, al que solo se puede acceder en los buques de la Secretaría de Marina mexicana, los investigadores se acompañan de los llamados perros de conservación, pastores belgas con el olfato más entrenado, que buscan rastros de aves marinas difíciles de detectar porque se refugian en madrigueras, entre rocas o arbustos, como el pequeño mérgulo, que es del tamaño de una toronja y anida bajo los lugares más insospechados. Los infalibles caninos, además, siguen la pista a los gatos ferales, uno de los mayores depredadores de aves del planeta.

​ En cuanto los biólogos y oceanógrafos extrajeron el ganado caprino del territorio, la añorada vegetación xerófita regresó. Pero acabar con las cabras no resultó suficiente para que las aves volvieran a su hábitat originario, por lo que el equipo tuvo que llevar a cabo una restauración activa: se crearon viveros para hacer crecer las plantas y se reforestaron las tierras despojadas de flora. Aún así, en algunas islas donde décadas atrás ya se había acabado con las especies invasoras, los pájaros seguían sin escucharse. Necesitaban un estímulo más.

​ Entonces se implementaron acciones de atracción social a través de la recreación de colonias artificiales. Cada año, durante las épocas de apareamiento, se instalan bocinas entre las rocas para reproducir sonidos de cortejo, así como espejos y siluetas de pájaros para simular una mayor cantidad de ejemplares. Los métodos resultan efectivos: en ocho años se han recuperado las poblaciones de más de dos decenas de especies, entre ellas la del albatros Laysan, protagonista en la actualidad de un experimento pionero en paternidad que puede cambiar el futuro de un familiar suyo, el albatros de patas negras, el cual jamás logró establecerse en la isla Guadalupe.

​ A principios de 2021 llegaron desde Hawái, de donde son oriundos, un centenar de crías de albatros de patas negras, que hasta ahora solo habían encontrado dificultades en el territorio mexicano, para ser adoptadas por albatros de Laysan, que las cuidan y alimentan como si fueran suyas. Desde entonces, los científicos cuentan los días para la llegada del momento en que los polluelos, ya adultos, emprenderán su vuelo en busca de comida a miles de kilómetros de la isla. Se espera que en unos cinco años regresen a repetir el ciclo biológico y aniden en este espacio salvaje, igual que hicieron sus padres adoptivos y tantas otras especies como el cormorán de doble cresta, el charrán elegante, el mérgulo o el pelícano pardo.

​ Para seguir su rastro, los científicos les anudan en las patas anillos localizadores con los que trazan mapas de sus largos viajes y obtienen datos fundamentales sobre la temperatura superficial del mar o la profundidad de buceo. Sin embargo, los investigadores no pueden obtener la información recopilada por estos dispositivos de forma inmediata, sino que deben esperar meses o años, hasta que las aves regresen.

Isla Guadalupe, 2009. FlickrIsla Guadalupe, 2009. Flickr

​ Tras declarar a esta reserva de la biosfera como “área natural protegida” en 2005, el gobierno federal decidió otorgar aquí concesiones para la acuicultura a las comunidades de pescadores artesanales, que deben mantener su oficio en equilibrio con la naturaleza y aprovechar los recursos. Dichas comunidades cuidan su parcela de agua como oro líquido y conocen mejor que nadie la riqueza de las corrientes que atraviesan las orillas vírgenes del corredor de islas del Pacífico me­xicano, cuerpos volcánicos que quedaron inactivos hace más de diez millones de años, territorio de epopeyas que un grupo de científicos ha convertido en un edén para las aves marinas.

Imagen de portada: Isla Guadalupe, 2009. Flickr