La vid del Caribe, contra la erosión y el desmonte
La uva de mar o uva de playa es un secreto escondido en la península de Yucatán y en otras regiones del Caribe. Se encuentra resguardado entre las dunas y la costa. Es un árbol cuyos frutos, semejantes a los de la vid, aunque no son de la misma familia, crecen en racimos en agosto, cuando termina la temporada veraniega, y tienen un sabor agridulce, aunque más dulce que agrio. Su sombra, tan conocida y apreciada, es menos frecuente debido al desmonte de las dunas para la construcción de casas y hoteles, otra consecuencia de la turistificación, la gentrificación y cierta idea de “progreso”. Hay pocas investigaciones científicas enfocadas únicamente en la Coccoloba uvifera, por lo cual he recurrido a la sabiduría popular de los poblados de la costa peninsular en Yucatán para estudiar esta especie.
En abril de 2025, visité Celestún, al poniente de este estado. En la playa vi un árbol de Coccoloba, oculto junto a una casa; medía, aproximadamente, cinco metros de alto. Sus ramas y hojas casi tocaban la arena; estas últimas, arriñonadas y orbiculares,1 eran enormes: tenían el tamaño de la portada de un libro de bolsillo. Aunque unas eran amarillentas, la mayoría era verde con venas de un tono más claro, casi blanco. Las venas dividen a las hojas por la mitad y se extienden hacia cada lado. Las uvas todavía estaban verdes y muy amargas, si bien las que se habían caído estaban secas y negras.
“Coccoloba uvifera” Curtis’s Botanical Magazine, vol. 59, Edward Couchman [impresor], Londres, 1832, s.p. Real Jardín Botánico de Madrid DP.
Los pescadores celestunenses cuentan que de antes, cuando una uva de playa tenía sus racimos llenos de frutos, la temporada de pulpo iba a ser abundante. Hoy, sin embargo, las uvitas no dan racimos completos y los pulpos están protegidos por la veda, debido a su sobreexplotación y a la pesca furtiva.
Aunque en Celestún los procesos de urbanización que ocurren en otros sitios de la costa yucateca —como en Sisal, Chelem, Chicxulub y Telchac— aún no son tan graves, hacia el norte del municipio ya se ven desarrollos inmobiliarios. A pesar de que todavía se conservan dunas, montículos de arena que se forman con vegetación rastrera y árboles —como la uva de mar—, hay pobladores que talan y queman las plantas con el objetivo de liberar el espacio para las futuras construcciones.
En esa localidad, conocí a José Isaías Uh Canul y a su hermana Mirian, guardianes de los manglares; ellos me platicaron que ahí existían dos especies de uvas de playa: las blancas y las moradas. Las primeras, más dulces, han dejado de verse; en cambio, las segundas siguen presentes en el paisaje y son más amargas. Al respecto, la vegetación del litoral peninsular protege la costa de los huracanes. Los manglares resguardan las rías, mientras que los árboles, incluyendo los de la uva y las plantas rastreras, evitan que el mar entre a la playa. De modo que, cuando se desmontan las dunas para construir casas, condominios y hoteles, estas edificaciones, así como los pueblos, quedan a merced de las inundaciones.
Fernando E. de la Torre, Playa Delfines hacia Punta Nizuc, Cancún. En primer plano la uva de mar (Coccoloba uvifera), 2013. © Del fotógrafo.
La uva de mar, n’iche’ en maya, es una especie dioica, si bien se han encontrado individuos hermafroditas; lo cual quiere decir que, al tiempo que existen tanto plantas masculinas como femeninas, también se autopoliniza. La visitan diversos insectos, como las polillas y las hormigas, y, cuando da fruto, algunas aves e iguanas se acercan para comérselo.
La Coccoloba uvifera es empleada en la medicina tradicional caribeña porque contiene lupeol, un antioxidante y desinflamante, que es astringente y ayuda a mejorar la salud digestiva.2 Por otra parte, de la uva se obtienen alimentos como mermelada, jalea, gelatina y miel —de sabor picante, según me cuentan— e incluso, en Cuba, se hace vino de este fruto. Su madera es apreciada como leña y para la construcción de viviendas.
Pedro L. Méndez, uva de playa (Coccoloba uvifera), Miami, Florida, 2014. Cortesía del fotógrafo.
Al sur de Celestún, a media hora en lancha, se encuentra Isla Arena, un pequeño poblado alejado de las grandes ciudades al que Pedro Infante iba de vez en cuando en su avioneta. Ahí hay varios Coccoloba diseminados por la arena. Elma Guadalupe Cab, una meliponicultora local, cultiva uno de medio metro junto a otros en su patio. Hace unos años, en la pandemia de covid, su hijo Santiago inició el proyecto ecosustentable Honey Kaab que trabaja con abejas meliponas, especie sin aguijón endémica de la península de Yucatán. Él y su equipo sembraron uvas de mar y otras especies para ayudar a la polinización de la cual también se benefician los manglares. Poquito a poquito, dice doña Elma, han aprendido sobre la importancia de la vegetación de la región y han reforestado el manglar. Sobre sus aprendizajes me cuenta: “La floración de la uva es anual, pero, últimamente, hemos observado que fuera de temporada ya está floreando. Por ejemplo, esta que usted ve con flores, no suele tenerlas en esta temporada [abril], sino hasta agosto o, incluso, octubre. Puedo entender que nuestras abejas están ayudando. La meliponicultura es una alternativa para nosotros como pescadores”.
Ciudad del Carmen, en Campeche, es una isla conectada a tierra mediante dos puentes, ubicada en el Área Natural Protegida Laguna de Términos. Una vez al mes, muchos de sus habitantes van a las plataformas de Pemex durante una quincena; luego vuelven a tierra quince días y repiten el ciclo. La bonanza del combustible favoreció las construcciones en la isla, provocando que los diez kilómetros de su playa no tuvieran vegetación. Raúl Alberto Peniche Mendoza, uno de los trabajadores, me comenta: “La isla es un organismo vivo que ha ido modificándose conforme ha pasado el tiempo; las tormentas y los huracanes cambian su configuración. Actualmente, estamos reforestando porque hemos invadido la reserva natural [el Área Natural Protegida de Laguna de Términos] y la orilla de la caleta; le agarramos un pedacito y luego otro y otro más”.
En 2019, Peniche creó el proyecto ambiental 1000 uvas de playa para el Carmen, tras ver la tala desmedida que se estaba haciendo de estos árboles para ampliar la carretera. Se propuso, entonces, plantar mil árboles de Coccoloba para reforestar los diez kilómetros de playa. Se acordaba del tsunami de 2004 en el sudeste asiático provocado por un sismo en el océano Índico y pensó que una barrera de árboles reduce el riesgo de que un maremoto impacte la zona. La isla no está exenta de movimientos telúricos, el 5 de noviembre de 2023, por ejemplo, se registró un sismo magnitud 4.1. “Hemos notado que las zonas que sufren mayor peligro por el oleaje son aquellas que no tienen árboles. Las zonas que tienen manglar, en cambio, se recuperan de los golpes asestados por los fenómenos naturales porque el oleaje es detenido por los mangles, y, entonces, el daño es menor.”
Óscar Rivero, uva de mar en forma de matorral, Isla Arena, Campeche, 2025. Cortesía del autor del texto.
Los ejemplares de_Coccoloba uvifera_, que crecen como arbusto a la orilla de la playa, no pasan los tres o cuatro metros de altura; mientras que aquellos que se desarrollan en terrenos más resguardados y de tierra más fértil, como los jardines de las casas costeras, pueden alcanzar hasta quince o veinte metros. Estas plantas son importantes, además de las razones ya mencionadas, porque sus raíces aglutinan la arena evitando así que ésta se desplace y se erosionen las playas.
En Sisal, un puerto yucateco devastado por la tala de manglares y la deforestación del ecosistema de dunas,3 el proyecto Reciclando dunas busca recuperar estos ecosistemas arenosos mediante la reforestación. “Las uvas de mar son maravillosas porque tienen la capacidad de soportar el enterramiento [causado por la arena] y las inundaciones, son guerreras, adaptadas a condiciones difíciles”, cuenta Patricia Guadarrama, asesora del proyecto e investigadora de la UNAM.
En los primeros meses de 2025, se deforestó el matorral de la duna costera para hacer lotes de terrenos. Según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), se desmontaron 37 000 metros cuadrados de vegetación4 —un área equivalente al centro de envío de Amazon en Guanajuato—5 . El material vegetal que se retira, incluyendo la duna, se lleva a la ciénega en Sisal, lo cual, en realidad, es una alternativa mejor a echarle cascajo y basura, porque éstos contaminan tanto la ciénega como el manto freático, señala Guadarrama.
Óscar Rivero, Elma Guadalupe Cab cuidando de una pequeña uva de mar, Isla Arena, Campeche, 2025. Cortesía del autor del texto.
Una característica especial de la Coccoloba es la micorriza, la relación simbiótica entre los hongos y las raíces de las plantas que ayudó a que éstas conquistaran el medio terrestre. Al respecto, la científica comenta que “se ha identificado que la Coccoloba tiene un tipo particular de micorriza, la ectomicorriza”, un hongo que “coloniza la planta” y “que produce una sustancia que funciona como antibiótico, pues evita que hongos parásitos puedan penetrarla”. La planta, por su parte, fotosintetiza y le otorga al hongo compuestos de carbono para alimentarse, explicó. La simbiosis es importante para la supervivencia de ambas especies: la falta de nutrientes en la arena, la alta salinidad y la falta de agua estresa a las uvas de mar, pero los hongos exploran el suelo “hasta sitios donde no llegan las raíces de éstas”, consiguiendo así los nutrientes y el agua necesaria para las dos.
La uva de mar es un árbol del Caribe, se encuentra en Florida, en Estados Unidos; también brota en el Pacífico, entre el Ecuador y el trópico de Cáncer; y pasa por las Antillas (en Cuba, por cierto, la llaman guiabara o caleta) y por Centroamérica, en Colombia, Venezuela, las Guyanas y Surinam hasta llegar a Brasil. Es una planta que une la historia del litoral caribeño, de la misma manera en que los huracanes se plasman en nuestra memoria, como parte de los recuerdos de quienes crecimos en esta región. La Coccoloba simboliza la fuerza de la playa porque protege contra la erosión y los huracanes del Caribe. Bajo su sombra han crecido generaciones probando sus frutos y jugando a su alrededor, a pesar de que hoy es amenazada por el crecimiento de las ciudades costeras en México.
Imagen de portada: Fernando E. de la Torre, uva de mar (Coccoloba uvifera), Ixtapa, Guerrero, 2018. © Del fotógrafo.
Es decir, tienen forma de riñón y son circulares. ↩
Ficha técnica de la Coccoloba uvifera de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, Conabio, s. f., disponible aquí. ↩
“Realiza Profepa operativos con el apoyo de Sedena, Semar y Guardia Nacional para frenar la tala de mangle en Sisal”, comunicado de prensa núm. 028/2025 de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, 2 de marzo de 2025, disponible aquí. ↩
“La Semarnat informa sobre la situación en Sisal”, nota informativa de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, 14 de mayo de 2025, disponible aquí. ↩
Scarleth Pérez, “Paso a paso: así opera Amazon en León”, El sol de León, 7 de diciembre de 2022, disponible aquí. ↩