Depresión. La noche más oscura, Jesús Ramírez-Bermúdez

No hay respuestas fáciles

Contracultura / crítica / Marzo de 2021

Adam Vázquez

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Depresión. La noche más oscura, de Jesús Ramírez-Bermúdez, especialista en neuropsiquiatría y profesor del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, es un panorama temático con especial énfasis en los estudios que se han llevado a cabo en torno a esta enfermedad durante el siglo XX, de forma interdisciplinar. La depresión se puede abordar desde distintos frentes y, a decir del autor, debe ser motivo no sólo de interés sino de colaboración entre diversas disciplinas. De este trabajo debe destacarse el estilo diáfano de Ramírez-Bermúdez, así como la voluntad de esclarecer un tema complejo para el público general. La prosa sencilla, la explicación constante de términos técnicos o disciplinares, así como la brevedad de los capítulos convergen en la factura de un libro que se deja leer con agrado, que despeja dudas y desmiente supuestos compartidos acerca de la depresión. El repaso del autor, además de mirar fuera de los límites de su especialidad, también es histórico. Sin ser excesivo, nos recuerda que en la Antigüedad existía una afección llamada melancolía. Ramírez-Bermúdez nos informa que en el Corpus Hipocrático se dice que: “si el temor o la tristeza duran mucho tiempo, tal estado es melancólico.” Esta cita se repite en numerosos estudios sobre el tema. Revisé algunas otras traducciones del aforismo y encontré que se utiliza “miedo” o “ansiedad” en vez de “temor”; y “falta de ánimo” y “depresión” en vez de “tristeza”. Lejos de criticar la labor de los traductores, esto pone sobre la mesa la dificultad de lidiar con un concepto como la melancolía, que resulta tan abarcador como impreciso, particularmente cuando se busca señalar aquello específico de la depresión. Ramírez-Bermúdez navega sin dificultad por los dichos hipocráticos y por la teoría humoral que imperó durante varios siglos. Por lo mismo, nos encontramos nombres como Lope de Vega, Rubens, Robert Burton, etcétera, que en mayor o menor medida participaron en el desarrollo de nociones de medicina clásica y contribuyeron a sostener ese discurso. Así llegamos hasta la figura imprescindible de Philippe Pinel, fundamental para el avance en el tratamiento de la melancolía y quien, junto con Jean-Baptiste Pussin, abandona prácticas amparadas por la teoría humoral como las purgas y sangrías —u otras más radicales, como encadenar a los enfermos— y las reemplaza con escucha, compasión e intercambio verbal. De esta manera no sólo se dejaron atrás las prácticas comunes sino que se dio un paso fundamental en el avance de los tratamientos para el padecimiento. Depresión es el nombre de un cuadro sintomatológico amplio y, a decir verdad, también incierto, aunque Ramírez-Bermúdez revela que en la misma palabra hay una voluntad de precisión. Anteriormente se utilizó el término lipemanía, acuñado por Jean Étienne Dominique Esquirol, discípulo de Pinel. A pesar del nuevo término, Louis Delasiauve opinó que para identificar a pacientes con persistencia de “sentimientos de depresión” debía acuñarse un término todavía más estrecho. Especula Ramírez-Bermúdez que quizá el término “depresión mental” se popularizó en el siglo XVIII por analogía con la “depresión” de la que se hablaba en medicina cardiovascular: hoy en día aún hablamos de “depresión respiratoria” para referirnos a una deficiencia profunda de los movimientos respiratorios. Por medio de términos en uso y desuso el autor nos lleva por la historia de la enfermedad hasta llegar al DSM V (quinta edición del Diagnostical and Statistical Manual of Mental Disorders), en el que dentro de los trastornos depresivos se incluyen aquellos con características melancólicas. A partir de dos ejes que la doctora Margaret Sheridan identificó, la privación y la amenaza, este libro explora cómo es que ambos inciden en las personas. La privación se puede ejemplificar con individuos que sufrieron abandono o que están en una institución que no les permite relacionarse con el exterior, mientras que la amenaza se debe a la exposición a la violencia, que se extiende desde las condiciones de una sociedad hasta la del entorno familiar. Como resultado de este enfoque, vamos a encontrar, en mi opinión, la virtud más poderosa de este libro: con el respaldo de investigaciones científicas, se propone hacer evidente la relación entre la depresión mayor y el cuerpo humano, es decir, constatar que hay huellas fisiológicas de la depresión. Ramírez-Bermúdez nos explica que la privación de estímulos en edades tempranas puede repercutir en la capacidad de hacer conexiones neuronales. El encierro, el abandono y otras situaciones pueden afectar la corteza prefrontal cerebral, lo cual disminuye la inteligencia, la memoria y la capacidad de hacer planes. Un estado de amenaza constante es capaz de ocasionar una amígdala hiperactiva, lo que a su vez desencadenaría que las personas no sepan distinguir las señales que anuncian algún peligro de las que no. También puede verse afectado el hipocampo, que repercute en la memoria a largo plazo. El estrés generado por los estados de privación y amenaza puede propiciar la depresión, pero lo que es fundamental subrayar es que estos factores ambientales —como los llama Ramírez-Bermúdez— no sólo afectan el ánimo de las personas, sino que alteran sus cuerpos, lo que a su vez determina sus comportamientos y capacidades. El autor señala que la pobreza es una circunstancia en la que tanto la violencia como la amenaza son comunes, y que por eso es importante tomar en cuenta estudios sociológicos que iluminen la práctica médica, a la vez que los datos arrojados por la investigación de pacientes deben nutrir las políticas públicas de los gobiernos para propiciar un entorno más saludable. Se pone de manifiesto que no hay soluciones sencillas ante la depresión. Para muestra, se registra el caso de una paciente que era resistente al tratamiento psicológico y a los medicamentos antidepresivos. Una resonancia magnética mostró que su cerebro presentaba lesiones ocasionadas por una enfermedad vascular. Las lesiones explicaban sus problemas de concentración, de falta de memoria y su incapacidad para hacer planes. A su vez, esta paciente había sido víctima de abuso sexual. El autor se pregunta si el sufrimiento de eventos traumáticos y de depresión pueden ser factores de riesgo para el desarrollo de una enfermedad neuroinmunológica. A su vez, señala que, aunque existe el consenso de que el tratamiento psicológico y el uso de medicamentos antidepresivos son efectivos contra la enfermedad, pueden existir factores que escapan a sus rangos de acción; por eso es importante distinguir entre grados de depresión para tomar las medidas necesarias. Más que ofrecer soluciones definitivas, Depresión. La noche más oscura nos lleva por el camino de la historia y de diversos estudios científicos, y nos regala preguntas certeras para abordar este tema tan complejo. No hay respuestas fáciles; la depresión no sólo resulta de la falta de serotonina, no es un diagnóstico que patologiza la experiencia humana a la ligera y, por encima de todo, no se debe a una “falla” de carácter o a desear ser feliz. Así como los diabéticos no pueden decidir producir insulina para estar sanos, quien padece depresión no puede decidir dejar de estar deprimido: es una condición integral de la que aún se ignora mucho. Este libro, sin embargo, es un esfuerzo decidido por disminuir esa ignorancia.

Ciudad de México, Debate, 2020 Ciudad de México, Debate, 2020

Imagen de portada: Stephen Magrath, Depression. Wellcome Collection