dossier Árboles SEP.2025

Mário de Andrade

El problema de la llavecita

Traducción de Paula Abramo

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El 7 de mayo de 1927, a las prisas y armado de un bastón recién adquirido para enfrentar los fabulados peligros de la jungla, Mário de Andrade (1893-1945) se despidió de sus amigos en São Paulo y tomó un tren rumbo a la aventura. En Río de Janeiro se embarcó hasta Belém, capital del estado de Pará. Desde allí emprendió un viaje por los caudales del Amazonas y del Madeira. La expedición duró poco más de tres meses y, por única vez en su vida, lo llevó a tierras extranjeras. A diferencia de sus colegas artistas, que iban a las metrópolis europeas, el autor conoció un pedacito de Perú y otro de Bolivia.

​ Para entonces, Mário (así, sin apellidos, como le decimos sus lectores) era ya un reconocidísimo intelectual modernista, es decir, vanguardista. Había causado escándalo durante la Semana de Arte Moderno de 1922 en el Teatro Municipal de São Paulo y era muy respetado en los círculos literarios y artísticos del país como poeta, ensayista y polímata. El año anterior había escrito el grueso de su novela Macunaíma: el héroe sin ningún carácter, una de las obras maestras del modernismo, aunque todavía no la había publicado.1

​ El novelista escribió sobre la selva amazónica, antes de haberla visto con sus propios ojos. En realidad, la Amazonia no era entonces un atractivo turístico. De modo que, cuando surgió la posibilidad de ir, no lo dudó. Sin embargo, el viaje no transcurrió como se imaginaba. El plan original era que fuera con él un grupo de amigos e intelectuales, todos los cuales decidieron abortar la misión. En consecuencia, Mário quedó como acompañante de doña Olívia, mecenas y dama de la alta sociedad paulista, y de las dos traviesas jóvenes que iban con ella: su sobrina, Margarida Guedes Nogueira y la hija de la pintora Tarsila do Amaral, Dulce do Amaral Pinto. Con ellas pasó largas horas a bordo de diversas embarcaciones y asistió a muchos banquetes y recepciones.

Mário de Andrade con su sobrino Carlos Augusto de Andrade, ca. 1930. Todas las imágenes son del Fondo Mário de Andrade del Archivo del Instituto de Estudios Brasileños, Universidad de São Paulo.

​ Del viaje resultaron cientos de fotografías que tomó con una Kodak de bolsillo, así como el texto El turista aprendiz: viajes por el Amazonas hasta Perú, por el Madeira hasta Bolivia y por Marajó hasta decir basta, el diario que fue escribiendo y que luego reelaboró y organizó a lo largo de los años hasta que la muerte interrumpió su trabajo.2 Pese a que no deseaba sacarlo a la luz, Mário redactó, en 1943, un prefacio en el que afirma que el texto “huele a modernismo y ha envejecido bien”. El libro, sin embargo, no se editó sino hasta 1976.3

​ Este diario no es de fiar. Aquí y allá se entrega a fabulaciones graciosísimas, al más puro estilo paradoxográfico.4 Como en Macunaíma, el autor revuelve todo o, en sus propias palabras, lo desgeografiza: sitúa en la Amazonia elementos de otras partes de Brasil y del mundo. Al mismo tiempo pone en práctica su programa de construir una unidad lingüística, cultural y literaria brasileña que partiera de la realidad pluricultural del país; un traje de arlequín compuesto de muchos retazos distintos.5

​ El siguiente texto, “O problema da torneirinha”, forma parte de la entrada del 4 de junio de 1927 y parodia la formalidad de los relatos de viaje. Para entonces, el viaje ha producido ya sus primeros deslumbramientos y sus primeros tedios. Al día siguiente, el vapor hará puerto en Manaos, capital del estado de Amazonas.

Olívia Guedes Penteado con un bouquet de flores cosechadas en Iquitos, Amazonía Peruana, 1927. Fotografía de Mário de Andrade.

El problema de la llavecita

Aprovechando la parada en el puerto de leña, fuimos a ver esa liana célebre por la que la india de aquella historia tan hermosa de “La tapera de la Luna”, después de andar haciendo con su hermano unas cosas que no está bien decir, subió al cielo y se convirtió en Luna.6 La liana sigue fuertecita en su vejez veneranda. Su altura se ha achicado con la edad, es natural: tiene el tronco todo arrugadito, con unas sapopembas7 tan colosales que a la sombra de una sola pudimos vivaquear setenta personas. En realidad, no se trata de una liana, como informan los indios a la ligera; es un amate, eso es lo que es. El árbol al que se aferró para subir al cielo era una balatá8 formidable, la más grande del mundo, misma que, evidentemente, murió por el estrangulamiento del parásito. Todavía puede apreciarse bien el tamañote de esa balatá porque, aunque se pudrió y fue desapareciendo poco a poco, transportada por las hormigas, quedó el espacio que ocupaba dentro del amate. La oquedad, según pudimos sopesar, tiene unos setenta metros de diámetro por unos setecientos de altura. Dentro de ese amplio seno providencial hicieron colmena todas las castas de abejas brasileñas, desde la guarupu y la bijuri hasta la mandaçaia y la tubuna.9 Es extraordinario, y sin duda uno de los espectáculos más apetitosos del mundo. Hasta de las antípodas vienen extranjeros a asuntarlo. A una distancia de siete leguas se oye ya un zumbido melifluo y monótono, como el de la luz eléctrica. De cerca ni se diga: es una verdadera sinfonía, con la miel chorreando por las sapopembas y abrillantando el suelo. Como es sabido, el Gobierno brasileño tuvo la excelente idea de poner en la parte baja de aquella oquedad transformada en colmena gigantesca una enorme placa de acero provista de una llavecita. Así, el que quiere va, la abre y saca toda la miel que ocupa. Y hasta la que no ocupa, lo cual es una verdadera lástima. Pero, en todo caso, parece que ya está resuelto el problema del hambre entre nosotros. Hay toda una procesión en torno a la llavecita del Gobierno: caucheros de la región, muras,10 parintintins,11 taulipangs de las Guyanas,12 norteamericanos, mercachifles sirios, regatones argentinos, paroaras,13 hartos canadienses, la lengua de Goethe; una mezcla colorida de razas. Los canadienses y los ingleses hasta formaron un consorcio suizo para ayudar a nuestro Gobierno y construir, a poca distancia del amate, un hotel de verano con muchos pisos y todas las comodidades. El Gobierno concedió la exención de impuestos y el paso libre por la aduana a todo el material importado para la construcción del edificio: concreto armado, obras de arte, perfumes, setenta mil piezas de seda, marinonis,14 sombreros Borsalino, calzados, máquinas de escribir, radios, pieles de invierno para señoras, piedras preciosas, novelas levemente inmorales completamente francesas, encajes, etc. En verdad fue tanto el interés que luego luego le regalaron al consorcio setecientas leguas cuadradas de sesmaría en pleno seringal,15 con derecho a explotarlo todo: seringa, nueces,16 mujeres, rebaños.

Mário de Andrade con dos acompañantes, São Paulo, ca. 1930.

​ Como era de esperarse, probamos la “miel del amate”, según se le dice por allá. Es un alimento muy sabroso aunque un tanto sucio, puesto que viene mezclado con mucha samora.17 Esto se debe a que las abejas nacionales son todavía muy ignorantes de las nuevas soluciones introducidas por la Apis mellifera en la arquitectura de sus colmenas. Lo revuelven todo, los panales con los huevos, la cera con la samora, hay un relajo enorme allá adentro. Busca uno miel por un lado y no hay o lo que encuentra es polen. Ni las mismas abejas saben qué están haciendo, hay muchas que al buscar miel en la colmena que ellas mismas construyeron no pueden encontrarla, se pasan toda la vida buscándola y al final se mueren de hambre. Pero estoy hablando de las colmenas comunes y corrientes, claro, de esas que hay por todo Brasil. Con la miel del amate no se dan semejantes calamidades gracias a la llavecita del Gobierno. Uno la abre y listo: miel hasta el hartazgo. Aunque dicen que últimamente la miel anda escaseando porque ya ni las abejas quieren trabajar. Como no tienen fuerzas para girar la llavecita, se quedan por ahí cerca del orificio, con perdón de la expresión, esperando a que llegue un turista y la abra para que salga la miel. Así no hay colmena que aguante.

La traducción de este libro, así como el trabajo de investigación que implica, está en proceso gracias al apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte, del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales, en la especialidad de Traducción Literaria.

Imagen de portada: Mário de Andrade con dos acompañantes, São Paulo, ca. 1930.

  1. Macunaíma se publicó en 1928, al regreso del viaje amazónico. Su diario y la novela se entrecruzan, pues ésta incorpora varios apuntes del primero. 

  2. Ésta es sólo la primera parte del libro. La segunda contiene un Viaje etnográfico, notas de viaje al nordeste, realizado entre 1928 y 1929. 

  3. Esta traducción se basa en un cotejo de la edición crítica de Telê Ancona Lopez y Tatiana Longo Figueiredo (reeditada en 2015, en Brasilia, por el IPHAN) y la de Flora Thomson-DeVeaux (publicada en 2024, en Río de Janeiro, por Tinta da China). 

  4. Por ejemplo, en la entrada del 27 de mayo se lee: “Eran tantos los miles de moscos que avanzábamos trabajosos y teníamos que abrirnos paso con los brazos. Dicen que los de tercera clase cortan el aire a cuchilladas, abriendo tajos que, por desgracia, se desvanecen pronto. A veces la masa de los moscos era tan compacta que Mag y Dolur, deportistas, podían sostenerse no diré que un minuto, pero sí unos cuarenta segundos en el aire, nadando en el mosquerío. En estos ‘apuntes de viaje’, como decía mi abuelo Leite Morais, a veces me detengo y no sé si contar ciertas cosas por miedo a que no me crean”. 

  5. Para ello había que estudiar esa realidad. Un ejemplo del proyecto estético-lingüístico de Mário de Andrade es su Gramatiquinha da fala brasileira [Gramatiquita del habla brasileña] que muestra hasta qué punto le interesaba registrar y emplear las peculiaridades de la variante brasileña de la lengua. 

  6. Esta leyenda fue recogida por Afonso Arinos en Lendas e tradições brasileiras, Typographia Levi, São Paulo, 1917, pp. 27-30. Dos hermanos eran los últimos sobrevivientes de su aldea, arrasada por una guerra. La hermana decide marcharse y, enamorada de su hermano, lo visita a oscuras durante tres noches seguidas y hace el amor con él sin que éste sepa quién es ella. A la tercera noche, el hermano se pinta el rostro con achiote y tejoruco para marcar el rostro de su visitante y poder identificarla de día. Ella descubre las marcas reflejadas en el agua y, avergonzada, hace una liana con flechas para subir al cielo, donde se transforma en Luna. Su rostro conserva las marcas. 

  7. Raíces tubulares y planas que rodean los troncos de algunos árboles. Pueden llegar a tener gran altura y tamaño. Decidió preservarse el término tupí por su especificidad y gracia. 

  8. Manilkara bidentata. 

  9. Se trata de las especies Melipona bicolor (guarupu), Melipona quadrifasciata (mandaçaia), Scaptotrigona bipunctata (tubuna) y probablemente Scaptotrigona polysticta (bijuri), abejas de diversas regiones de Brasil y países colindantes, no únicamente de la Amazonia. 

  10. El pueblo mura, cuya lengua originaria se perdió a lo largo de los siglos de contacto con los colonizadores, habita en las cuencas de los ríos Purús, Madeira y Solimões de la Amazonia. Cf. Povos indígenas no Brasil, disponible aquí

  11. Parintintin es un término posiblemente de origen munduruku usado hasta los años veinte para referirse a los pueblos del grupo kawahiva. 

  12. Taulipang o taurepang es un nombre que se emplea para referirse a los pemones, que viven en la frontera entre Brasil, Venezuela y Guyana. Fueron precisamente las leyendas y las divinidades de los pueblos pemones (taulipang y arekuna), las que nutrieron la escritura de Macunaíma

  13. Migrantes del nordeste de Brasil establecidos en la Amazonia. 

  14. Probablemente se refiera a las imprentas rotativas inventadas por el parisiense Hippolyte Auguste Marinoni (1823-1904). 

  15. Seringueira es el nombre común con el que se conoce a la Hevea brasiliensis. Seringal es un conjunto o un plantío y seringa es el látex que producen. Esta especie protagonizó, junto con la Castilla elastica, la fiebre del caucho en la región amazónica. 

  16. Se refiere a las nueces de Brasil, semillas de la Bertholletia excelsa, nativa de la Amazonia. 

  17. La samora es una sustancia amarga que producen las abejas de la especie Tetragona clavipes