Del tzompantli a las máscaras caídas

Extractivismo / panóptico / Mayo de 2023

Erika Lozano

“¡Máscaras!, ¡llaveros!”. Pasos apresurados, hay que alcanzar un buen lugar. “Llévele, para la porra”. “¿Técnicos o rudos?”. En la fachada del recinto se lee ARENA MÉXICO con una tipografía de corte ochentero. Luces fosforescentes guían a lxs aficionadxs hacia los puestos con parafernalia de la lucha libre. “Pregunte sin compromiso, güero”. “¿Quiere boletos? Hay hasta adelante, a mitad de precio”.

​ Al entrar, un señor y su hija se detienen a observar el mural que da la bienvenida al coliseo. Me acerco a preguntarle qué le dice la obra o qué significa para él. Cree que es un recuento histórico de uno de sus deportes favoritos y quiere verlo a detalle. Saca su celular y lo fotografía por partes. Avanza lentamente para observarlo. Su deseo es transmitirle a su hija el amor que desde hace más de cincuenta años tiene por las luchas.

​ Dos extranjeros (hablan en inglés) se toman una foto posando con sus máscaras. “¡Papaaas, nachooos, palomitaaas, tortaaas, cervezaaas, micheladaaas, refrescooos! ¿Qué va a querer?”.

​ Se apagan las luces, el espectáculo está por comenzar.

​ “Sean bienvenidos al santuario de la lucha libre mexicana”, dicen los comentaristas.

​ Comienza el desfile de grandes personalidades y atuendos. Lxs contrincantes bajan al ring desde lo alto de una especie de Olimpo para ofrecer al público un espectáculo lleno de emoción, risas, coraje y, a veces, llanto. Portan trajes con lentejuelas, capas y máscaras de todos los colores. Han construido personajes amados u odiados por lxs aficionadxs.

Fotografía de Larry Costales. Unsplash Fotografía de Larry Costales. Unsplash

​ Con elegancia coreográfica, distintos equipos de técnicos y rudos se enfrentan en este recinto como cada martes, viernes y domingo durante aproximadamente dos horas. Cientos de personas se dan cita para disfrutar en familia o con amigxs. Hay guías de turistas con algunos grupos. Llaves, contrallaves, vuelos, cachetadas, patadas. Hay matches relámpagos, debuts y apariciones legendarias. Construir un héroe o un villano lleva su tiempo, y lxs luchadores dejan todo en el ring. “Ponte la máscara”. Aparecen personas en la pantalla de la arena; la cámara busca entre el público a niñxs para compartir su alegría.

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Miguel Valverde, el encargado de realizar el emblemático mural A dos de tres caídas, sin límite de tiempo que desde hace casi una década recibe a lxs asistentes a la Arena Mé­xico,1 me comparte algunas anécdotas de su infancia:

La lucha libre ha estado presente en mi vida desde niño, cuando platicaba con mi abuelo y me invitaba a desayunar menudo a su casa, donde veíamos la lucha los domingos en una televisión en blanco y negro. Desde entonces siempre me ha llamado la atención. Incluso la primera palabra que dije de niño fue “Batman”, o sea, el nombre de un enmascarado. Mi mamá decía: “¿Cómo es posible que haya dicho Batman y no papá o mamá?”.

​ El artista chihuahuense recuerda cuando en la adolescencia tuvo que reposar en cama durante casi nueve meses debido a una enfermedad. En ese tiempo solo esperaba los fines de semana para ver los combates entre enmascarados. “Me tocó la mejor época de la lucha libre. Para mí era lo máximo, fue mi tablita de salvación”, cuenta.

​ Desde el tzompantli y los guerreros mexicas hasta las máscaras caídas (su sección favorita del mural), una línea de tiempo muestra parte de ese recorrido histórico y de su investigación. A lo largo de la pieza se suceden batallas entre culturas prehispánicas y colonizadores, así como escenas de lucha grecorromana y peleas a ras de lona, el paso de grandes luchadores por el cine, el parteaguas que supuso Salvador Lutteroth,2 la dualidad entre la lucha de los años setenta en el Toreo de Cuatro Caminos y la Arena México, hasta llegar a la lucha actual. En su obra, además, establece un paralelismo entre los cráneos de las víctimas de los sacrificios expuestos en la gran Tenochtitlán y quienes han perdido la máscara en combate.

©Miguel Valverde, *A dos de tres caídas, sin límite de tiempo* (detalle), 2013©Miguel Valverde, A dos de tres caídas, sin límite de tiempo (detalle), 2013

​ Sobre una superficie de 2.44 x 30.5 metros, el mural presenta una especie de pentagrama: de manera armónica, los trazos y movimientos aparecen de izquierda a derecha como notas musicales. Después de vivir algunos años en Estados Unidos y Alemania, y conocer y estudiar otras expresiones artísticas, regresó a su ciudad natal para dedicarse a pintar lo que realmente quería. En 2006 desarrolló una colección llamada Esquinas Rudas, sobre la lucha libre en Chihuahua, que en 2007 se expuso en el Centro Banamex, sede de la primera Expo Lucha. Ahí conoció a Sandra Granados, encargada de prensa del Consejo Mundial de Lucha Libre, con quien decidió colaborar. En ese entonces Valverde comenzó a trabajar en la idea del mural: investigaba y trazaba la cronología que terminaría por ilustrar. “¿Cómo reconectar con tu parte más profunda, central, emocional, histórica, personal…?”, se preguntaba el artista durante su proceso de creación.

​ El proyecto se aprobó, pero la pandemia de H1N1 en 2009 detuvo la obra, de manera que no fue sino hasta 2012 que empezó a trabajar en la realización de la obra.

​ Según recuerda, varias personas le señalaron la ausencia de algunas máscaras y otros elementos icónicos en el mural , pero hubiera sido imposible abarcar la amplitud de la cultura de la lucha libre en una sola pieza. Aun así, logró una síntesis de la que se enorgullece. Su objetivo era llevar a un plano patrimonial aspectos de la cultura popular que hoy —ahora celebra el artista— son reconocidos como tales. A diferencia de las piezas del Museo de Antropología, esculturas de piedra que cuentan lo que sucedió, y a través de las cuales se pueden entender el refinamiento estético y el dominio de distintas técnicas de los pueblos prehispánicos, la lucha libre es cultura viva que obedece a aspectos sociales, económicos, culturales y globales.

​ El ruido en la calle (“¡Se compraaan, colchoneees, lavadoraaas!”), la música por aquí y por allá, los colores saturados, el folclor y el orden en el caos son algunos de los rasgos más característicos de la estética que buscó retratar Miguel Valverde, o que de alguna manera influyen en el impacto visual de su obra, que contiene desde una representación del volcán Popocatépetl frente a una pirámide, a guerreros jaguar que luchan contra caballeros españoles, y hasta imágenes que remiten a los dioses griegos. Del fuego de ese volcán surgen las llaves de lucha, que avanzan en el tiempo hasta volverse constelaciones que también son llaves. Un plano abierto, un paisaje un tanto desértico, una gama de colores que recuerda al atardecer de un western. “Se nota que soy norteño”, dice. Es una síntesis entre el norte y el sur en una sola pieza.

​ Según Valverde, quienes van a las luchas pueden entonces conectar con distintos momentos históricos de este deporte-espectáculo, ya sea a través del color, las imágenes o la secuencia que narra el mural. El público forma parte esencial de la lucha: no hay luchador sin público.

​ A casi noventa años del nacimiento de la lucha libre en México y a diez de que se inaugurara su mural, Valverde considera que lo importante en el arte consiste en plasmar elementos atemporales que se puedan revisitar para contar una historia, de manera que uno de sus principales retos fue seleccionar a los gladiadores que aparecerían en su mural, así como los movimientos clásicos que se ejecutan sobre el ring.

Arena México, 2020. Fotografía de Vanessa Zamora. Unsplash Arena México, 2020. Fotografía de Vanessa Zamora. Unsplash

A dos de tres caídas, sin límite de tiempo también fue impreso en los billetes de la Lotería Nacional. Ahora la Ciudad de México es un destino turístico mundial y el espacio se ha ido adaptando a ello, a las necesidades globales, al igual que la lucha libre. Hace una década, Miguel Valverde vaticinó que este espectáculo sería declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; aún guarda la esperanza de que le toque verlo.

Imagen de portada: ©Miguel Valverde, A dos de tres caídas, sin límite de tiempo (detalle), 2013

  1. Puede verse aquí. 

  2. A Salvador Lutteroth (1897-1987) se le considera el padre de la lucha libre mexicana y su principal promotor. En 1933 fundó la Empresa Mexicana de Lucha Libre, antecedente del actual Consejo Mundial de Lucha Libre [N. de los E.].