El Bhagavad Ghita

Cultos / suplemento / Diciembre de 2018

Setecientos versos componen la Bhagavad Ghita, que es a su vez un fragmento del poema épico veda del Mahabharata. Como si de un paréntesis se tratara, la Ghita continúa con los sucesos que transcurren durante la guerra entre dos tribus hermanas. Narra el diálogo que sostiene Krishna con un guerrero vacilante, Arjuna. Krishna le explica qué es el Cosmos, quién es él y el lugar que ocupa el hombre en el universo, para que su empeño no flaquee. Las enseñanzas vedas legan un mensaje que se expresa por la voz de Krishna —como una manifestación humana de Visnú— para liberar al hombre de la ilusión del mundo sensorial. Aquí transcribimos parte de ese legado.

A aquellos que apuntan su corazón hacia mí y consagran su amor hacia mí, a aquellos que tienen una fe inamovible, a ellos considero los mejores yoguis. Pero aquellos que consagran lo Imperecedero, lo Infinito, lo Trascendente que no se manifiesta, lo Omnipresente, lo Que Está Más Allá de Todo Pensamiento, lo Inmutable, lo Siempre Idéntico, lo Único; que tienen todos los poderes de su alma en armonía, y la misma mente amorosa para todo, los que encuentran gracia y dicha en todo lo que vive —ellos alcanzan en verdad mi ser verdadero—. Aún más grandioso es el esfuerzo de aquellos cuyas mentes apuntan hacia lo Trascendente, porque el camino de lo Trascendente es duro de conseguir para los mortales. Pero para aquellos para los que yo soy el fin supremo, quienes ceden todos sus trabajos ante mí, y quienes con amor puro meditan en mí y me adoran —a éstos, muy pronto los liberaré del océano de la muerte y de la muerte en vida, porque ellos apuntan su corazón hacia mí. Apunta tu corazón hacia mí y dame tu entendimiento: vivirás una vida verdadera en mí desde ese momento. Pero si eres incapaz de entregarme tu mente, entonces busca alcanzarme por medio de la práctica de concentración yoga. Si eres incapaz de concentrarte, consagra todo tu trabajo a mí. Por el simple hecho de realizar acciones a mi servicio, alcanzarás la perfección. Y si tampoco eres capaz de hacer eso, entonces refúgiate en la devoción a mí y rinde ante mí todo el fruto de tu trabajo —con la devoción desprovista de ego de un corazón humilde—. Porque la concentración es mejor que la mera práctica, y la meditación es mejor que la concentración; pero aún mejor que la meditación es rendir enamorado el fruto de tus acciones, porque habrá paz después del rendimiento. El hombre que guarda una buena voluntad hacia todos, quien es amigable y siente compasión, quien no tiene pensamientos de yo o lo mío, cuya paz es la misma en medio de placeres y penas, quien perdona; Este yogui de unión, por siempre lleno de gracia, cuya alma está en armonía y cuya determinación es fuerte, cuya mente y visión profunda apuntan hacia mí —este hombre me ama, y es valioso para mí—. Aquel cuya paz no es perturbada por los otros, y que antes que otras personas encuentra paz, más allá de la emoción, la furia o el miedo —él es valioso para mí—. Aquel libre de esperanzas vanas, el que es puro, el que es sabio y no duda qué hacer, aquel que mira en paz ambos lados, aquel que no tiembla, que trabaja para Dios y no para sí mismo —este hombre me ama, y es valioso para mí—. El que no siente ni pasión ni repulsión, que no se queja y no ambiciona cosas, el que está más allá del bien y del mal, el que tiene amor —es valioso para mí—. El hombre que les da el mismo amor a sus enemigos o a sus amigos, cuya alma es la misma en el honor o en la vergüenza, el que está más allá del calor o el frío, el placer o el dolor, el que está libre de las cadenas de los apegos; que está balanceado en culpa y en halago, cuya alma es silenciosa, que es feliz con lo que sea que tenga, cuyo hogar no está en este mundo, y quien tiene amor —este hombre es valioso para mí—. Pero incluso más amados me son aquellos que tienen fe y amor, y quienes me consideran su fin supremo: aquellos que escuchan mis palabras de Verdad, y que vienen a las aguas de la Vida Eterna.

Fuente: Juan Mascaró (ed. y trad.), The Bhagavad Gita, Penguin Books, Baltimore, 1962. Traducción de Nayeli García Sánchez sobre la versión en inglés de Juan Mascaró.

Imagen de portada: Ilustración del Razmnámah, la traducción del Mahabharata al persa de Nab Khán, 1598. © British Library Londres.