Canto a su amor desaparecido

Muerte / dossier / Octubre de 2023

Raúl Zurita

Canté, canté de amor, con la cara toda bañada canté de amor y los muchachos me sonrieron. Más fuerte canté, la pasión puse, el sueño, la lágrima. Canté la canción de los viejos galpones de concreto. Unos sobre otros decenas de nichos los llenaban. En cada uno hay un país, son como niños, están muertos. Todos yacen allí, países negros, África y sudacas. Yo les canté así de amor la pena a los países. Miles de cruces llenaban hasta el fin el campo. Entera su enamorada canté así. Canté el amor:


Fue el tormento, los golpes y en pedazos nos rompimos. Yo alcancé a oírte pero la luz se iba. Te busqué entre los destrozados, hablé contigo. Tus restos me miraron y yo te abracé. Todo acabó. No queda nada. Pero muerta te amo y nos amamos, aunque esto nadie pueda entenderlo.


—Sí, sí miles de cruces llenaban hasta el fin el campo.

—Llegué desde los sitios más lejanos, con toneladas de

—cerveza adentro y ganas de desaguar.

—Así llegué a los viejos galpones de concreto.

—De cerca eran cuarteles rectangulares, con sus vidrios rotos

—y olor a pichí, semen, sangre y moco hendían.

—Vi gente desgreñada, hombres picoteados de viruela y

—miles de cruces en la nevera, oh sí, oh sí.

—Moviendo las piernas a todos esos podridos tíos invoqué.

—Todo se había borrado menos los malditos galpones.

—Rey un perverso de la cintura quiso tomarme, pero aymara

—el número de mi guardián puse sobre el pasto y huyó.

—Después me vendaron la vista. Vi a la virgen, vi a Jesús, vi a

—mi madre despellejándome a golpes.

—En la oscuridad te busqué, pero nada pueden ver los

—chicos lindos bajo la venda de los ojos.

—Yo vi a la virgen, a Satán y al señor K.

—Todo estaba seco frente a los nichos de concreto.

—El teniente dijo “vamos”, pero yo busco y lloré por mi muchacho.

— Ay amor

—Maldición, dijo el teniente, vamos a colorear un poco.

—Murió mi chica, murió mi chico, desaparecieron todos.

Desiertos de amor.


Ay amor, quebrados caímos y en la caída lloré mirándote. Fue golpe tras golpe, pero los últimos ya no eran necesarios. Apenas un poco nos arrastramos entre los cuerpos derrumbados para quedar juntos, para quedar uno al lado del otro. No es duro ni la soledad. Nada ha sucedido y mi sueño se levanta y cae como siempre. Como los días. Como la noche. Todo mi amor está aquí y se ha quedado:


—Pegado a las rocas al mar y a las montañas.

—Pegado, pegado a las rocas al mar y a las montaña.

—Recorrí muchas partes.

—Mis amigos sollozaban dentro de los viejos galpones de

—concreto.

—Los muchachos aullaban.

—Vamos, hemos llegado donde nos decían —le grité a mi

—lindo chico.

—Goteando de la cara me acompañaban los Sres.

—Pero a nadie encontré para decirles “buenos días”, sólo

—unos brujos con máuser ordenándome una bien

—sangrienta.

—Yo dije —están locos, ellos dijeron —no lo creas.

—Sólo las cruces se veían y los dos viejos galpones cubiertos

—de algo.

—De un bayonetazo me cercenaron el hombro y sentí mi brazo

—al caer al pasto.

—Y luego con él golpearon a mis amigos.

—Siguieron y siguieron pero cuando les empezaron a dar a

—mis padres corrí al urinario a vomitar.

—Inmensas praderas se formaban en cada una de las arcadas,

—las nubes rompiendo el cielo y los cerros acercándose.

—Cómo te llamas y qué haces me preguntaron.

—Mira tiene un buen cul. Cómo te llamas buen culo bastarda chica, me

—bastarda chica, me preguntaron.

—Pero mi amor ha quedado pegado en las rocas, el mar y las

—montañas.

—Pero mi amor te digo, ha quedado adherido en las rocas, el

—mar y las montañas.

—Ellas no conocen los malditos galpones de concreto.

—Ellas son. Yo vengo con mis amigos sollozando.

—Yo vengo de muchos lugares.

—Fumo y pongo con los chicos. Sólo un poco del viejo pone

—y saca.

—Es bueno para ver colores.

—Pero nos están cavando frente a las puertas.

—Pero nos están rajando, te digo.

—Oh sí lindo chico.

—Claro —dijo el guardia, hay que arrancarlo de raíz.

—Oh sí, oh, sí.

—El hombro cortado me sangraba y era olor raro la sangre.

—Dando vueltas se ven los dos enormes galpones.

—Marcas de T.N.T., guardias y gruesas alambradas cubren

—sus vidrios rotos.

—Pero a nosotros nunca nos hallarán porque nuestro amor

— está pegado a las rocas, al mar y a las montañas.

—Pegado, pegado a las rocas, al mar y a las montañas.

—Pegado, pegado a las rocas, al mar y a las montañas.

—Murió mi chica, murió mi chico, desaparecieron todos.

Desiertos de amor.

Fragmento de Canto a su amor desaparecido, Editorial Universitaria, Chile, 1985.

Imagen de portada: James Ensor, La muerte y las máscaras, 1897. Liège, Musée des Beaux-Arts [Dominio público]