La historia en femenino

Conciencia / panóptico / Febrero de 2021

Andrea Reed-Leal

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Hemos olvidado —o explícitamente ignorado— que en la Edad Media vivieron muchas mujeres eruditas, intelectuales y elaboradoras de libros. A partir de hallazgos textuales y materiales, historiadores, arqueólogos y paleógrafos han reconstruido sus historias y representado sus voces. En el siglo XII vivieron dos mujeres estudiosas e intelectuales que patrocinaron a poetas, historiadores y filósofos: Anna Comneno (1083-1153) e Irene Sevastokratorissa (1110-1151/1152). Alrededor de 1148, Anna Comneno escribió la Alexiada en el convento Kecharitomene, en la capital del Imperio Bizantino, donde residió exiliada durante los últimos años de su vida. Casi al mismo tiempo, Irene Sevastokratorissa comisionó al famoso historiador Constantine Manasses el texto Synopsis Chronike, narración sobre la historia del mundo. Tanto Anna como Irene tenían reputación de mecenazgo literario; sin embargo, sorprende que dos princesas bizantinas se involucraran en la elaboración de libros de historia, pues era un género que excluía a las mujeres como autoras y audiencias. Por el prólogo de la Alexiada, sabemos que Anna recibió una educación inusual; estudió a los autores clásicos en retórica, filosofía y matemáticas. Leyó tragedia y comedia griega, comisionó comentarios de los textos de Aristóteles y apoyó a filósofos y escritores que habían participado junto a ella en las reuniones literarias de la corte. Por la oración fúnebre que escribió George Tornikes a finales del siglo XII, sabemos que ella dominó la gramática y la poesía, y a escondidas de sus padres tomó lecciones de sirvientes eunucos de gran conocimiento.1 Conocemos muy poco sobre Irene y no está claro su origen, era posiblemente normanda del sur de Italia, Antioquía o provenía de la comunidad inmigrante en Constantinopla. Alrededor de 1124 Irene se casó con Sevastokrator Andronikos, el segundo hijo del emperador Juan II Comnenos y hermano de Anna, lo que le dio el título de princesa (sevastokratorissa). Irene debió recibir también una sofisticada educación, pues mantenía correspondencia e intercambiaba libros con filósofos, historiadores y teólogos. Autores como John Tzetzes, Theodore Prodromos, Iakovos el monje y Constantine Manasses comentaron su entusiasmo por aprender. Manasses la describió en su Poema Astrológico como “brillante de sabiduría”, “gran amante del aprendizaje, siempre sedienta de conocimiento, aprendizaje y educación…”. En paralelo, Tzetzes la describió como una “amante de la historia y del aprendizaje”. La estructura de la Alexiada y el Synopsis Chronike, que comienza con la presencia textual y pictórica de las mujeres, nos permite considerar los múltiples significados incrustados en estos libros. Anna Comneno demuestra en su prólogo autoridad y legitimidad para escribir sobre el reinado de su padre. La voz y las referencias a los historiadores clásicos exhiben una estrategia para justificar su autoría a los ojos de los lectores. Del mismo modo, en el Synopsis Chronike el autor fue representado mientras entrega el códice a Irene, quien fue retratada con un vestido ricamente decorado. La dedicación es textual y pictórica en un gesto para establecer a la autora y a la mecenas como autoridades literarias dentro del género de la historia. La práctica del patrocinio literario estaba asociada con el antiguo valor cristiano de la filantropía —del griego phil, “amor”, y antrhōpos, “humanidad”— y configuraba la identidad apropiada de las mujeres nobles. La participación de Anna e Irene en un género predominantemente masculino es interesante, pues nos permite ver el uso de los libros para buscar legitimación, reconocimiento, y demostrar su contribución benévola a la comunidad intelectual bizantina. A principios del siglo XII, el patrocinio de mujeres a escritores era más común que en siglos anteriores, pues fue un periodo de gran florecimiento intelectual. Se construyeron bibliotecas en el palacio, instituciones de aprendizaje y monasterios que contenían los tesoros escritos: las Sagradas Escrituras, la literatura de los clásicos antiguos y las obras de escritores contemporáneos. Constantinopla fue un espacio fructífero para eruditos. Los filósofos y escritores pasaban sus días impartiendo clases. Por la oración fúnebre de George Tornikes para Anna Comneno sabemos que las reuniones literarias y conferencias de profesores se llevaban a cabo diariamente en la corte y que Anna asistía a ellas.

Emperatriz Irene, madre de Anna Comneno, mosaico de Hagia Sophia, ca. 1122. Imagen de dominio público

Las mujeres nobles participaron en la producción de manuscritos al encargar libros a escritores, proveer de materiales necesarios y financiar instituciones de aprendizaje. Por ejemplo, a través de fuentes textuales tenemos noticia de que la emperatriz Eudokia amplió la “universidad” de Constantinopla en el siglo V y construyó una gran cantidad de cimientos, incluida la Iglesia de San Polyeuktos, la Iglesia de San Esteban y la Iglesia de San Peter. Las mujeres imperiales también adquirieron reliquias y manuscritos lujosos. La emperatriz Anicia Juliana, por ejemplo, encargó un libro de medicina en el siglo VI, en el que ella aparece ilustrada en la dedicatoria. Estas mujeres se inspiraron en las iconografías de santas eruditas y de la Virgen María representada como intermediaria entre las mecenas y dios. En el reinado de Alexios I, la imagen de la Virgen se asoció significativamente con la lectura, un ideal de la mujer cuya piedad se expresa a través del aprendizaje. En este contexto, las aristócratas buscaron ser alfabetizadas, apoyaron a poetas y comisionaron libros. Irene Doukaina (1066-1123), esposa de Alexios I y madre de Anna Comneno, fue una figura destacada que financió el trabajo de intelectuales. Mantuvo correspondencia con Michael Italikos, Nicholas Kataskepenos y Theophylaktus de Ohrid; recibió elogios de Manuel Straboromanos y encargó poemas de Nicholas Kallikles y Theodore Prodromos. Inspirada por historiadores griegos como Tucídides, Heródoto y Homero, la redacción de la historia se convirtió en un género popular entre los pocos alfabetizados de la época; Anna Comneno e Irene vivieron en la “Edad de Oro” de la historiografía bizantina. La escritura de la historia, considerada un género sofisticado y difícil, requería la habilidad de narrar el pasado con veracidad, sin subjetividades ni adornos. En este contexto se argumentaba que las mujeres, al contrario que los hombres, eran guiadas por sus emociones y no podían adherirse a las convenciones del género textual. La Alexiada, por lo tanto, se escribió en una época en la que era muy poco común que las mujeres escribieran, y mucho menos historia. Los académicos han cuestionado la autoría de esta obra en múltiples ocasiones. Algunas críticas se concentran en que sería imposible que una mujer hubiera reunido la información sobre batallas y disputas políticas presente en el texto. Anna se defendió en su dedicatoria de una manera que parece necesaria incluso hoy en día:

En este punto, nuevamente debo rogarle al lector que no me reprenda por ser jactanciosa; ésta no es la primera vez que me reúno contra tal acusación. No es el amor por mi padre lo que me impulsa a estas reflexiones, sino el curso de los acontecimientos. En cualquier caso, no hay nada (en lo que respecta a la verdad) para evitar que una persona ame a su padre y al mismo tiempo respete la veracidad.2

La autora demuestra aún más su habilidad para escribir historia al mostrar constantemente la confiabilidad de sus fuentes:

Como decía, parte de mi material es el resultado de mis propias observaciones; parece que me he reunido de varias maneras por las heridas de armas del emperador, quienes nos enviaron información sobre el progreso de las guerras por parte de personas que cruzaron el estrecho. Sobre todo, he escuchado al emperador y a George Palaeologus debatir estos asuntos en mi presencia. La mayor parte de la evidencia la reuní yo misma…3

Es significativo que tanto Anna como Irene eligieron patrocinar obras de historia contemporánea, pues los textos se leían en voz alta en reuniones literarias dominadas por hombres, ya sea en la corte o en los monasterios. Las crónicas frecuentemente proporcionaban puntos de vista morales y, en ese sentido, eran “maestros de carácter”. Su propósito era educar al público y proporcionar modelos de comportamiento para las personas. Los libros de historia tenían la intención de establecer parámetros morales para sus audiencias. Sólo aquellos con formación en retórica y gramática griega participaban en las reuniones literarias. Debemos pensar que Anna Comneno tenía la intención de que la Alexiada fuera actuada en sus círculos literarios, es decir, leída en voz alta, como lo haría cualquier historiador de su tiempo. De manera similar, Irene patrocinó a uno de los escritores más populares de su época, esperando que la crónica se leyera en uno de estos círculos. Es llamativo que ambas mujeres estuvieran involucradas en un género literario que tenía como objetivo “educar” a su audiencia. Los textos, en este sentido, articularon su significado político principalmente a través de su contenido, las narraciones históricas, pero también a través de su performance en las reuniones literarias en la corte, que llamaban el theatron. Cuando se hicieron estos libros, ambas mujeres sufrían de aislamiento político. Anna Comneno se había retirado, después de las muertes de su padre y esposo, al monasterio que su madre, Irene Doukaina, había fundado décadas antes. Irene había sido acusada de conspirar contra el emperador Manuel I, hermano menor de su esposo, Andronikos, y por lo tanto fue víctima de persecución política. En estas circunstancias, la relación entre el género de los textos y las páginas de dedicación se vuelve más significativa: se esperaba que la recepción de estos libros transmitiera una narrativa del mecenazgo cultural, en busca de exponer la piedad de su mecenas en una sociedad que cuestionaba su reputación. Al analizar el prólogo de la Alexiada y la página de dedicación en Synopsis Chronike, vemos que estos libros sirvieron a propósitos específicos. Al patrocinar a los escritores y contribuir a la vida intelectual de su tiempo, Anna e Irene se insertaron en un diálogo con los destinatarios de los libros, políticos y escritores hombres, y pretendieron mostrar su lealtad política a la familia imperial y su legítima pertenencia a ella.

Imagen de portada: Fragmento de un mosaico con la personificación de Ktisis, ca. 500–550. Metropolitan Museum Collection. Imagen de dominio público

  1. George Tornikes y Dèmètrio Tornikes, Lettres et Discours, Jean Darrouzès (trad.), Centre National de la Recherche Scientifique, París, 1970, p. 244. 

  2. Mi traducción del inglés. Anna Komnene, The Alexiad, E.R.A Sewter (trad.), Penguin Random House, Londres, 1969, p. 478. 

  3. Ibid., p. 460.