Niños prodigio

Infancia / dossier / Octubre de 2019

Mathieu Hautefeuille

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Hoy, Greta Thunberg, adolescente sueca de dieciséis años es un fenómeno mundial que genera conciencia sobre el calentamiento global. Según su página en Wikipedia:

En agosto de 2018 se convirtió en una destacada figura dentro de las huelgas estudiantiles realizadas en las afueras del Riksdag (el parlamento sueco), al promover conciencia sobre el calentamiento global. En noviembre de 2018, habló en TEDx Estocolmo e inició el movimiento “Juventud por el Clima”, y en diciembre de 2018 ofreció un discurso ante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2018 (COP24). En marzo de 2019 fue nominada para el Premio Nobel de la Paz por un grupo de parlamentarios noruegos.

Greta Thunberg en Estocolmo sostiene un cartel que dice “Huelga escolar por el medio ambiente”, marzo de 2019. Fotografía de Per Grunditz/Shutterstock.com

En 2014, una adolescente pakistaní de diecisiete años se volvió un fenómeno internacional por ser la galardonada de Premio Nobel más joven de la historia. Malala Yousafzai (mejor conocida como Malala) fue reconocida a finales de ese año como la coganadora del Premio Nobel de la Paz por su importante labor a favor del reconocimiento de los derechos de las mujeres y las niñas, particularmente el del acceso a la educación en su región. Pero no fue el único premio o reconocimiento que ganó por su activismo; por ejemplo, durante tres años consecutivos fue incluida por la revista Time en la lista de las cien personas más influyentes del mundo. ¿Cómo una adolescente se convierte en una referencia internacional, escuchada, multicitada y seguida por tantas personas? ¿Cómo logró ella influir en las masas, siendo tan joven, sin ser una experta de trayectoria reconocida o con amplia experiencia en el tema, mientras tantos activistas informados quedan inaudibles u olvidados por el público? Desde su adolescencia Malala ha sido considerada una niña capaz de representar a su generación ante los adultos, siendo de cierta manera la voz —la opinión, incluso— de todos los niños que piden que se respeten sus derechos a la educación, especialmente en zonas de guerra o a manos de talibanes, como fue su caso. Niña prodigio a los 12 años, Malala fue muy precoz y demostró mucha destreza en la descripción de su vida cotidiana en su blog hospedado por la BBC. Despertó el compromiso de periodistas extranjeros que se interesaron por su vida, su testimonio y su activismo, y optaron por propagar su mensaje a todo el mundo. El eco internacional que logró alcanzar su lucha personal para que las niñas y mujeres tengan acceso a la educación en el valle del río Swat disgustó tanto a los talibanes que controlan la región, que Malala sufrió un atentado a los quince años, un intento de asesinato del cual se salvó de pura suerte. Malala ha tenido gran reconocimiento desde muy joven, porque supo expresar lo que otras niñas de su edad o incluso mayores no podían. Supo hacer oír su opinión, su voz, convencer a los adultos, hasta en discursos dados en las Naciones Unidas, y se le reconoce por tanta valentía. ¿Pero por qué y cómo una niña es capaz de realizar tal proeza? ¿Qué hace propensos a los adultos a estar fascinados por los niños prodigio?

Gari Kaspárov, 1985. Fotografía de Rob Bogaerts/Anefo

Para empezar, vale la pena recordar que no se puede confundir a los niños prodigio o Wunderkinder (término usado frecuentemente con el sentido de “niños milagro”) con los niños superdotados. Si esta cualidad se define como “una aptitud innata para la actividad intelectual que no puede ser adquirida por el esfuerzo personal” y, por ende, se relaciona con el cociente intelectual y la inteligencia, ser prodigio supone que se domina a edad precoz una aptitud que se adquiere normalmente en la adultez (generalmente artística, cultural o incluso científica). Prodigio no significa genio entonces, ni más inteligente, sino precoz; para romper el primer mito, sin por ello despreciar el mérito. En la historia hay bastantes ejemplos ilustres de niños prodigio: Gari Kaspárov (ajedrez), Arthur Rimbaud (literatura), Ludwig van Beethoven (música), Pablo Picasso (pintura y escultura), Drew Barrymore (cine). Todos tienen en común con Malala y Greta Thunberg que fueron niños prodigio con mucho éxito y hasta se podría decir que tuvieron un cierto impacto en la sociedad humana de su época y para la posteridad. Wolfgang Amadeus Mozart es quizás el más famoso de todos, pues componía obras completas de música desde los cinco años. Existe un mérito en los niños prodigio que efectivamente hay que reconocer, pues no es sencillo dominar a temprana edad una aptitud que un adulto normal típicamente tarda años en adquirir gracias a entrenamientos y estudios sostenidos. Pero lo que suele desconocerse y nos explican los múltiples estudios científicos y análisis históricos sobre niños prodigio es que se puede pasar de ser una gran promesa a temprana edad a ser una verdadera referencia en su campo solamente si se supo aprovechar la precocidad para superar a los demás, gracias a un esfuerzo constante desde la identificación de su condición. En otras palabras, parten con ventaja, no desde cero, pero sin práctica continua esa ventaja se puede perder. Y de ahí surge la necesidad de contar con una escuela especializada o de mantener una estimulación constante para progresar. Y para eso se requiere de la presencia de un adulto que identifique la precocidad de la niña o del niño en algún tema (algunos le llaman “el don”) y que la estimule. En la biografía de Mozart por ejemplo, se sabe todo del don del niño de cinco años que impresionaba a los músicos adultos y con mucha experiencia de su época, pero pocos hablan de la necesaria perseverancia de su padre, que buscaba a los mejores profesores y pedagogos de toda Europa, capaces de entrenar a un niño como si fuera un adulto, para que su hijo progresara rápida y eficientemente. No se sabe qué habría dejado Mozart a la posteridad sin esa escuela especializada para niños prodigio.

Wolfgang Amadeus Mozart a los seis años, 1793. Pintura atribuida a Pietro Antonio Lorenzoni

Por cierto, vale la pena recordar aquí algo importante: es muy probable que muchas niñas prodigio hayan pasado desapercibidas debido a las esperanzas que tenía la sociedad hacia ellas en una gran parte del mundo, pues se formaban para “casarse bien”. ¿Quién conoce hoy la historia de la hermana de Mozart, Nannerl, también Wunderkind talentosa? Mayor que él, siempre estaba junto a Wolfgang Amadeus en clases con los mejores profesores, pero al alcanzar la edad para poder contraer matrimonio, se le prohibió dar recitales. Tenemos el derecho a preguntarnos qué habría dejado ella a la posteridad si hubiera podido expresar su pleno potencial (utilizando palabras más modernas). ¿Y otras? ¿Cómo sería nuestro mundo con más arte, ciencia, cultura femenina? Entonces, como lo mencionamos antes, la mayoría de los niños prodigio son al fin y al cabo hijos prodigio, ya que se requiere de la estimulación constante para alimentar sus capacidades extraordinarias. Por más precoces que sean, siguen siendo niños, con necesidades y deseos propios de la infancia. Seguramente, y se puede observar en estudios y análisis sobre el tema, los papás, tíos, abuelos y hermanos mayores son los que empujan a los chiquitos a superarse, a convertirse en los mejores. Hoy este fenómeno se observa con mayor potencia en el mundo de la farándula, de los deportes y del espectáculo. ¡Cuántos ejemplos tenemos actualmente de niñas y niños prodigio que parecen pequeños adultos! Hay hasta concursos y programas de televisión que los ponen a competir para nuestra diversión. Lamentablemente, esto suele tener muy malas consecuencias. La identificación de un niño prodigio se puede convertir en nuestra época en una búsqueda de un perfil sobresaliente para obtener fama, dinero o reconocimiento. Es algo que ciertamente ha existido en todas las épocas (en la de Mozart pasaba algo comparable, pues algunos niños prodigio eran fenómenos de feria). Además, muchos estudios recomiendan un acompañamiento y ayuda psicológica constante para los niños prodigio, ya que el hecho de obsesionarse con ser una referencia (por no decir el/la mejor en su campo) conlleva cierto estrés y mucha presión vinculada con las altas expectativas de la sociedad, que quizá no cuida su trato hacia personas que podrían parecer adultas pero siguen siendo niñas y niños. El acompañamiento debe ser constante y debe, así como la edad real de los Wunderkinder, respetar sus propias necesidades personales, sus derechos como niños (el derecho a no tener que trabajar, a jugar, a no preocuparse por las tareas de los adultos a temprana edad, etcétera). No hay que olvidar que los niños prodigio tienen talento especial y facilidades para un solo campo, una de las múltiples facetas de las artes, la cultura o el deporte. Para todo lo demás, no dejan de ser niños. De hecho, cuando les preguntan sobre su infancia a los Wunderkinder que ya están en la edad adulta, sus historias varían mucho pero el resultado depende en gran medida de la interacción con otros niños de su edad y con adultos a su alrededor. En una entrevista en 2010 con el diario The Guardian, a sus 55 años, John Nunn —el estudiante más joven de la Universidad de Oxford en la historia— afirmaba dos cosas que invitan a pensar. Primero dijo que no le gustaba la calificación de niño genio o prodigio porque, aunque estaba adelantado comparado con otros niños, sólo lo estaba en una de las muchas habilidades humanas que pertenecen a múltiples facetas. Y finalmente comentó que detectaba una diferencia profunda al comparar la infancia como se vivía entre 1960 y 1970 y la forma de experimentarla ahora; si él podía dedicarle el tiempo a actividades como jugar en el jardín, leer libros, jugar ajedrez, ahora no se deja el tiempo suficiente a la niñez para desarrollarse en las numerosas dimensiones que existen. Por lo tanto, hoy es más difícil cultivar un talento específico en la infancia, porque ya no hay tiempo para nada. Y si lo tomamos en cuenta, está probablemente muy mal que los niños se parezcan a los adultos desde temprana edad. Habrá que meditarlo.

Anónimo, retrato de Beethoven a los trece años, ca. 1783

Imagen de portada: Malala recibiendo el Premio Nobel de la Paz en 2014.