La U en las olas

Agua / dossier / Junio de 2020

María Esther Nieto

Vivir en Quintana Roo es como montarse en una secuencia de olas marinas. Sin importar por dónde se comience esta experiencia, necesariamente se pasa por crestas, valles y definitivamente vórtices. Una vez que se llega a esta región de México se establece un contacto profundo con los diferentes cuerpos de agua, que son imán de viajeros y habitantes milenarios: lagunas, cenotes, ríos subterráneos, humedales, el mar Caribe y en el peor de los casos la piscina imitadora de colores turquesa que promete la propaganda turística. Antes o después brotan las preguntas: ¿de dónde viene toda esta agua dulce que abastece a una creciente concentración humana?, ¿a dónde va el agua una vez que entró en contacto con quienes no necesariamente la dejaron más limpia de lo que la encontraron? y, finalmente, ¿qué podría hacer yo para contribuir a un futuro donde la salud y belleza de esta agua ancestral perdure? Para responder a las preguntas de dónde viene y a dónde va el agua dulce bastaría con enunciar dos palabras: acuífero cárstico, es decir, aguas subterráneas bajo la roca caliza. Para la tercera pregunta propongo una inmersión.
Retomando la imagen de la ola podríamos decir que la letra U la emula. Comienza en una cresta, se sumerge en un valle y tras sortear su vórtice llega a la siguiente cresta. Otto Scharmer propone un camino en su Teoría de la U: Liderar desde el futuro a medida que emerge. En el extremo izquierdo de la U formula el reto cuya solución se sitúa en el extremo derecho, pero para transitar del reto a la solución sugiere deslizarse hacia el punto más bajo para, pasado el vórtice, comenzar el ascenso hacia la próxima cresta y encontrarse con la solución de una manera más profunda. El propósito de no apurar la respuesta tiene que ver con realizar un recorrido personal, entregarse a una búsqueda con la mente, el corazón y la voluntad abiertos, y vencer lo que él llama los tres enemigos del buscador de soluciones: la voz del juicio, la voz del cinismo y la voz del miedo.

Cenote Dos Ojos. Fotografía de Matías Callones, 2015

Situarse en el extremo izquierdo de la letra U y considerarlo el punto de partida es semejante al instante previo a saltar dentro del cenote Esmeralda. Entonces uno se pregunta: ¿cómo es posible que el agua de este cenote sea tan transparente, si la veo confinada y dicen que el agua estancada se pudre? La duda dura poco, pues la seducción del salto es inmensa; me espera esa agua verdeazul que hace honor al nombre del cenote, juego de luz que confabula con el sol del mediodía. La península de Yucatán emergió del mar y es la zona cárstica más grande de México, con 150 mil km² de rocas calcáreas, además de evaporitas —piedras formadas por la evaporación del agua de mar— del periodo Cenozoico. Imaginar una plataforma hecha en parte por millones de animales que ofrendaron sus cadáveres —ricos en calcio— para ir pacientemente conformando el suelo que hoy pisamos invita a escribir una fábula cuya moraleja podría ser “antes o después todos vamos a contribuir en la construcción de esta península hasta los huesos”. El proceso de carsificación ocurre cuando la roca calcárea entra en contacto con el agua y hace que estos suelos sean altamente permeables. El acuífero cárstico de la península está compuesto por una matriz de roca porosa (el mayor almacén de agua dulce del país) y también comprende fracturas —producidas por movimientos geológicos— como el sistema de fracturas de Holbox, que recorre el estado de norte a sur. Y finalmente están las estructuras con forma de conductos de diámetros diversos y que transportan grandes volúmenes de agua a través de largas distancias. A estos conductos los llamamos de cariño ríos subterráneos. De manera que el agua del cenote Esmeralda no está estancada. Su transparencia se logra gracias a la dinámica del sistema geohidrológico subterráneo, donde los conductos interconectan el agua que se infiltra de la superficie hacia el acuífero, pero también conectan el agua que se encuentra tierra adentro en la selva con la zona costera (con humedales como el manglar y el arrecife mesoamericano). Un río que corre bajo la tierra, haciéndose invisible a los que habitan en la superficie, es paradójicamente su única fuente de agua dulce.

I. Suspenderse en una tarde de Tulum

La primera parada de los tres escalones de la teoría de la U implica suspender el juicio y ver la realidad con ojos nuevos. En el primer escalón, sería necesario remover la cobertura vegetal: la construcción de un hogar que respete los árboles (tecnología de punta para la recarga del acuífero y climatización habitacional) enfrentará el desafío de trasplantar o asumir la responsabilidad de reforestar. Cuidar de la vegetación es una forma de evitar que el suelo calcáreo quede expuesto a los elementos y se vulnere su misión de dejar que el agua de lluvia continúe su romance con el acuífero. El siguiente es reflexionar sobre la infiltración humana de contaminantes: ¿Qué productos empleados cotidianamente en la limpieza del hogar terminan mezclados con agua? La inmensa variedad de jabones, detergentes y desinfectantes usados con el fin de “remover la suciedad” en las casas afectan la pureza del agua que terminará de vuelta en el acuífero y afectará su composición química. Desinformación: cualquier ser humano que comprende la profunda interconexión entre sus acciones y la salud del acuífero sabe que éstas regresarán a él.

Cenote Samula. Fotografía de Falco Ermert, 2017

II. Redirigiendo el timón del velero

La segunda parada descendente de la U se concentra en atender la situación desde la totalidad. Así, el hogar hipotético habría que multiplicarlo por los millones de personas que lo habitan y, además, incluir sus lugares de trabajo. Lo más común es caer en el cinismo y en el alejamiento emocional que producen panoramas devastadores como selvas deforestadas por ciudades en expansión, un acuífero contaminado por aguas residuales domésticas, campos de golf, jardines de hoteles y más de cuatrocientas hectáreas de agroindustria en la zona sur del estado de Yucatán, lixiviados de tiraderos a cielo abierto, fragmentación de ecosistemas por construcción de grandes estructuras, extracción desmedida que reduce la lente de agua dulce —la capa superior de un acuífero—, incendios inducidos por desarrolladores inmobiliarios que promueven el “eco chic” y sequías e inundaciones que pronostican escenarios de cambio climático donde la península podría quedar casi en su totalidad bajo el mar Caribe. Tocar esta vulnerabilidad sin caer en el cinismo de “aceptar que así son las cosas y no hay mucho que hacer para cambiar la situación” se logra gracias al reflejo de las miradas de aliados que comparten el mismo mar y deciden subirse al mismo velero.

III. Otro amigo que deja el Caribe

La tercera parada de la U dice “dejar ir” y esto implica hacer una exhalación, reconocer las prácticas que no funcionan más. Tan simple y tan difícil como vivir en un lugar cuya constante es su población inconstante. Sin embargo, es ese silencio al despedir a un amigo que deja el Caribe lo que sirve de vacío para ir al fondo de la U.

IV. El vórtice

El punto más bajo o vórtice de la U es el lugar más íntimo y personal. Es un lugar de silencio y reflexión. Un vórtice, dice Theodor Schwenk en su libro El caos sensible, es un universo en miniatura. Así son los momentos de trascender la voz del miedo a lo desconocido, donde no hay más certeza que sintonizar con la fuente interior y ponerle creatividad a la pregunta: ¿cuál es mi contribución ante el reto de cuidar el acuífero? Cuando el verano en el Caribe llega con su sofocante regalo cálido-húmedo no he encontrado mejor antídoto que entrar en un río subterráneo. El agua fría reacomoda toda dispersión de pensamiento y me regresa al aquí y ahora. Ahí he tenido la revelación más importante sobre el agua: es el órgano sensorial de la naturaleza; percibe y transmite lo que el entorno le comunica.

V. Otro amigo que llega al Caribe

La primera parada ascendente de la U tiene que ver con aprender a recibir con la voluntad abierta lo que ya vislumbramos como soluciones. Es reconocer iniciativas en acción. Así como se van, también llegan nuevos amigos que se ponen al servicio de la salud del acuífero. Aliados diversos organizando asociaciones civiles, colectivos, institutos de investigación, empresas responsables e instancias gubernamentales. Individuos al servicio de la vida concretando soluciones para cada amenaza del acuífero.

Roca calcárea. Fotografía de Luis Fernández García, 2005

VI. El mar como pantalla de plasma

La segunda parada ascendente de la U es enunciar las soluciones al reto, la visión e intención de una nueva realidad que necesita emerger. Observando el mar en Holbox muchas veces he tenido la sensación de estar ante una pantalla de plasma donde aparecen imágenes claras que responden cómo podrían materializarse las iniciativas que promueven el cuidado del acuífero. Es sorprendente cómo se arman la película, los actores e incluso alguno que otro comercial. El guion es la interconexión ecosistémica como maestra de alianzas intersectoriales. Como cualquier buena trama, pasa por puntos de tensión y protagonismos, pero basta una nueva ola para borrar la escena y volver a organizar una visión que sirva al más elevado bien.

VII. Prototipos microcósmicos

La tercera parada ascendente de la U se enfoca en crear prototipos, microcosmos de estrategias. Contribuir al diseño de la casa que habité en Playa del Carmen es crear prototipos. La casa recolecta el agua de lluvia, tiene un hermoso baño seco, sus aguas grises riegan guanábanas, huayas, plátanos, además de la ceiba que climatiza el jardín. Todo esto, junto con los productos biodegradables elaborados por mi vecina bióloga e inspiradora empresaria, hace de ésta una casa cero contaminante para el acuífero, con cero extracción del mismo. Casa saludable y fácil de replicar que ha servido de inspiración para la construcción de aulas escolares rurales, centros comunitarios y casas habitacionales de amigos. Otro ejemplo tiene lugar en Bacalar: con un grupo multidisciplinario generamos eventos que dan soluciones de fácil réplica a las amenazas del acuífero. Para la remoción de cobertura vegetal está la agricultura sintrópica, es decir aquella que busca parecerse a los procesos naturales; para la infiltración de contaminantes, los talleres de productos biodegradables; para la sobreextracción, captación y manejo de agua de lluvia, y para la desinformación, foros de arte. Soluciones microcósmicas que tienen un ritmo anual.

Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera

Para encarnar y consolidar soluciones Scharmer propone vincular prototipos con soluciones de mayor escala. Hay excelentes iniciativas para el cuidado y protección del acuífero: inclusión del karst1 y los cenotes en las propuestas de la nueva Ley de Aguas Nacionales. Otros proyectos de mitigación de los daños tienen que ver con diseñar asentamientos humanos sensibles al agua; fortalecer redes para monitorear la calidad del agua; exigir transparencia en el acceso a la información en materia hídrica, y enfocar la educación ambiental desde los ecosistemas como aulas vivas. ¿Qué podría hacer yo para ayudar a hacer realidad un futuro donde la salud y la belleza de esta agua ancestral perdure? Como gotas que contribuyen a que se recargue el acuífero, en estos logros he dejado mi huella. Como sea la vida sobre la superficie cárstica, así será abajo en el acuífero. Como sean los corazones de quienes habitan el paisaje cárstico, así será afuera. Que sea un paisaje bueno, bello y verdadero. Ése es el orden que le va bien al agua.

Imagen de portada: Laguna Kaan Loom. Fotografía de Falco Ermert, 2017

  1. Un karst es un tipo de relieve producido por la disolución y la erosión de ciertos tipos de rocas y se caracteriza por tener simas, cuevas, cañones y otras morfologías muy peculiares.