La sombra del granado

Tabús / dossier / Junio de 2018

Manuel Andrade

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La trepadora sombra del granado —en realidad eso lo inventas luego— simula ser raíz de la terraza que flota como fibra en mi recuerdo; se liquidaba en lluvia cada tarde, y caía cual rebozo que trenzaba la tierra o despertaba en los sentidos lúdicos sus aromas de humedad y canción.


Era mi madre y su sabor disperso en los temas vitales de los libros: era su forma de educar los días, de tomar los cubiertos, y sus altos registros matutinos, como gotas que pegan contra un tubo metálico y despiertan a sangre, el sentimiento de heredar, de oído, la inquieta y tumultuosa nube negra donde se forja el agua, y la fiesta secreta de los gritos: una cama nocturna: afuera llueve, y el temporal golpea la conciencia que cae entre los sueños aromáticos cual sonora granada vespertina…

La sombra del granado se desgrana, musgo hilarante contra la ventisca, se monta en la escalera de cemento, y le da varias vueltas a mi vida: es la terraza donde escucho el radio, una atalaya desde donde miro el flujo de las nubes cada tarde, y renuevo los votos amatorios con himnos que celebran mis héroes y su canto dulce, desenfrenado, casi eterno… La sombra del granado prende luces tras los vidrios en danza de mi cuarto, forja en el ventanal la miniatura de una ciudad febril, un altercado de hojas y de ramas, contra la luz, que todavía tiene el sabor del pleamar, y cuyo faro antiguo, entre la niebla, inventa las mujeres de mis sueños, el cuerpo adolescente en el abismo de la carne y el gozo, una botella de evocaciones y de sugerencias…  

La sombra del granado, su agitada memoria, en la noche sin luz, baila de danza, rito y cabellera, ya cuando la mujer había cedido su voz a las mujeres, y era tal cual la Madre de los Vientos, desplegando su sombra y sus poderes sobre los cuerpos arrebatadores, con su rima y su rumba que me llevó a perder las ataduras, a caminar las calles y las voces, a diluirnos en la multitud, ya sin sentido y sin extrañamiento: el telar amatorio, en la ventana abierta, tras las luces y voces del granado…

La sombra del granado, el pulso de su sangre que se vuelve escritura, dibuja de memoria sus olvidos por repetir las voces misteriosas de la especie, y alzar, sobre el mandato del padre (de ensayar con la voz para durar) el cuerpo de la madre, su lengua enredadera, que se proclama baile como divisa cierta (toda la tarde de todas las tardes): y es un cuerpo y un manto, que es la tierra, la región transparente, volviéndose pantano, la milenaria música y sus bordes de plata, el agua sincopada de la sombra en el patio que es la tarde profusa, de los montes que gritan las heridas, cuando el Sol se despoja de antifaces, y late para siempre: ya centro de la casa, y primigenio corazón del mundo…

Imagen de portada: Phillip Guston, Grupo I, 1968.

A partir de este número, el Periódico de Poesía de la UNAM nos ofrece una selección de poemas vin­culados con el tema del dossier. Los invitamos a leer más de esta publicación uni­versitaria en Periódico de Poesía