Semilla a semilla

Propiedad / dossier / Enero de 2018

Vandana Shiva

Traducción de: Elisa Díaz Castelo

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La humanidad se encuentra en una encrucijada evolutiva. Podemos escoger conscientemente el camino de la unidad, de nuestra pertenencia a un planeta, una humanidad, y vivir y celebrar nuestras muchas diversidades, interconectados por vínculos de compasión, interdependencia y solidaridad. O podemos, por poco tiempo, vivir esclavizados por ese uno por ciento que le tiene miedo al cambio y vive aferrado a ilusiones de seguridad, mientras nuestra verdadera seguridad ecológica se va minando y nuestra verdadera seguridad social, encarnada en relaciones reales, se quiebra y rompe a partir de las políticas de la división, el odio y el miedo.   O bien hacemos las paces con la Tierra, dándonos cuenta de que formamos parte de ella y de que no somos sus amos, dueños, conquistadores, o la Tierra ya no nos permitirá existir. Nos enfrentaremos a la extinción como seres humanos mientras llevamos a millones de otras especies a la extinción. O hacemos las paces con nuestra diversidad o destruiremos la fábrica social que teje la diversidad y, con ella, las condiciones sociales que permiten la continuación de nuestra existencia. Precipitarnos por el camino de la extinción no es una opción inteligente para nuestra especie. Cuando pensamos en el planeta y en toda la humanidad a partir de la abstracción, tomar el camino hacia la unidad parece imposible. Pero cuando pensamos a partir de las relaciones reales que tenemos con la Tierra y unos con otros en el mundo real, nuestra conciencia se expande y la tarea de hacer un cambio radical se vuelve, simultáneamente, sencilla y posible. El resurgimiento de lo real se ha convertido en una precondición para que nuestra especie continúe sobreviviendo y evolucionando. Vivir con base en ilusiones ya no es un lujo que podamos darnos. Las ilusiones de separación, atomización, fragmentación, nos hacen sentir impotentes y aislados.

José Luis Cuevas José Luis Cuevas, de la serie Nueva era, 2009-2014

Notar las interconexiones hace que se colapsen las estructuras compartimentalizadas y se conviertan en puentes. Vivir en y a través de la indivisibilidad expande nuestra noción del ser. Tomar conciencia de nuestras relaciones amplía nuestro ser, nuestro potencial y nuestro poder. Nos damos cuenta de que rejuvenecer el planeta y reivindicar a la humanidad no son dos finalidades diferentes que se alcanzan por distintos caminos, pues la Tierra y la sociedad están interconectadas en el tapiz colorido, vibrante e indivisible de la vida en libertad autopoética. Tanto el planeta como la humanidad se enfrentan a la misma amenaza que proviene de la misma fuente —el uno por ciento que posee una mente mecánica está destruyendo la inteligencia de la naturaleza y la humanidad, gestionando la máquina de hacer dinero con base en la violencia y la guerra, la piratería y el cercamiento de los bienes comunes, creando pobreza, despojo y haciendo todo desechable—. Ese uno por ciento está intentando recrear una sola historia para ocultar la piratería y el colonialismo, para ocultar la culpa heredada, para continuar el saqueo en nuestro tiempo, para construir identidades falsas, falsos llamados a la innovación y la falsa afirmación de superioridad —por su mediocridad y deficiencia creativa—. La ilusión de la “innovación” ha llegado a un extremo con el deseo de patentar la vida, lo que de hecho equivale a apropiarse de la creación. Detrás de toda patente de semillas y de organismos vivientes se encuentra un pesado golpeteo de pecho mientras se canta “Dios, hazte a un lado”.1 Esta ilusión tiene efectos en el mundo real. El deseo de poseer y conquistar la naturaleza y la riqueza común de la sociedad se traduce en el deseo de exterminar. Patentar semillas está llevando a especies a la extinción, a granjeros al suicidio, mientras que el uno por ciento y sus corporaciones favoritas extienden sus tentáculos a lo ancho y largo del planeta para recaudar rentas y regalías a través de esparcir OGMs [organismos genéticamente modificados] y venenos. Ese uno por ciento nos está conduciendo a la agricultura industrial única, que esparce veneno y enfermedad, y contribuye a la inestabilidad del clima, transformando nuestro pan de cada día en nuestro veneno de cada día. Este futuro es un futuro nulo. Es un futuro sin naturaleza ni personas, sin mente, sin inteligencia, sin pensamiento, sin semillas, sin comida, sin agricultura, sin riqueza, sin diversidad, sin libertad, sin futuro. Para la gente de muchas culturas, y para los diversos seres del planeta, en verdad se trata de un final de la historia. La dictadura del uno por ciento le ha dado forma a una economía basada en la ambición sin límite, la extracción sin límite y la destrucción sin límite. A través de la construcción mediática de una democracia engañosa, la democracia representativa se ha vuelto un instrumento de la norma corporativa en beneficio del uno por ciento. La máquina sin control de hacer dinero también está usando tecnologías culturales de “divide y vencerás” para profundizar las políticas de miedo y odio. Las relaciones estructurales entre las economías que matan, las democracias moribundas y las culturas de miedo y odio nos obligan a pensar y actuar colectivamente para sembrar nuestro futuro y nuestras libertades a través de la democracia de la Tierra. El patrón que emerge de un mundo manejado con el fin de hacer dinero y tener poder es el patrón esbozado aquí.

  1. Mucho dinero hace más dinero. Ocho hombres, encabezados por Bill Gates, controlan y son dueños del 50% de la riqueza de la humanidad. La máquina de hacer dinero está fuera de control.
  2. La máquina de hacer dinero ha destruido nuestras libertades, ha creado una ilusión de democracia, dividiendo a las personas al tiempo que desmantela nuestras protecciones, que tanto nos ha costado ganar, para la Tierra (leyes del medio ambiente) y para las personas (los derechos humanos y los derechos de los trabajadores). Sin estas protecciones y regulaciones, la exclusión y una extrema y brutal desigualdad son inevitables. La idea de que el 99% es desechable es parte de este sistema diseñado por el uno por ciento.
  3. La destrucción del mundo natural y su poder de mantener la vida resulta tanto del apetito sin límite de la máquina para hacer dinero como de la falta de regulación ambiental que esta máquina diseña. Un antropocentrismo extremo, centrado en las corporaciones, es un intento no sólo de negar los derechos humanos sino también de menoscabar los derechos de la Tierra. En su centro, sin embargo, la personalidad corporativa está diseñada para permitir que el uno por ciento se esconda tras las corporaciones cuando se trata de enfrentar sus responsabilidades con el planeta.
  4. Para la máquina de hacer dinero todo es mercancía, todo está a la venta, todo puede ser, y debe ser, propiedad. La propiedad intelectual es un instrumento contemporáneo del monopolio, de la recolección de rentas y de la extorsión. La privatización de todos los recursos de la naturaleza y los recursos públicos es necesaria para el uno por ciento. A partir de la propiedad intelectual y la privatización, las corporaciones le ponen un impuesto a la gente en lugar de pagar impuestos a la sociedad. Las regalías de las semillas son impuestos privados corporativos que se les cobran a los campesinos, lo cual requiere la neutralización de los derechos de los campesinos de “intercambio equitativo” y de cultivar sus propias semillas. Las regalías de las farmacéuticas en medicinas son impuestos sobre los enfermos. La guerra contra los sistemas indígenas de conocimiento, asequibles y probados a través del tiempo —como la ayurveda— es dirigida por la máquina de hacer dinero. La economía digital y la guerra contra el dinero en efectivo permiten que corporaciones tecnológicas, financieras y de información asignen “impuestos” corporativos al dinero honesto que la gente ha hecho con el sudor de su frente y que ya ha sido gravado por los gobiernos.
  5. La hiperindustrilización de la agricultura con OGMs y drones, y la venta de información sobre el clima y tipo de suelo, no sólo ha transformado nuestro pan diario en nuestro veneno diario, sino que también ha reducido el conocimiento de los campesinos y el conocimiento colectivo de la sociedad a “datos”, y los ha vendido de vuelta como “big data” —la mercancía más moderna para el intercambio de monopolios de la máquina de hacer dinero—. A través del misticismo de los datos, tecnologías inútiles basadas en la mente mecánica fallida son empleadas en forma de edición de genes y genética dirigida. Las enfermedades causadas por la deficiencia de micronutrientes —creada por la ceguera de la monocultura industrial hacia la biodiversidad— generan un nuevo impulso hacia la biofortificación transgénica.
  6. El cartel del veneno ha creado epidemias al controlar nuestra agricultura y alimentos; ya que también disfruta del monopolio farmacéutico, el aumento de enfermedades como consecuencia de los venenos en nuestra comida incrementa sus ganancias con medicinas patentadas. Al ignorar las raíces ecológicas de la enfermedad y las aproximaciones ecológicas a la salud, el cartel del veneno se beneficia de los monopolios en semillas, la introducción de tóxicos en la agricultura y de la enfermedad. Muerte sostenida, ganancia sostenida.
  7. Una agricultura, una ciencia, una historia, una economía son una visión totalitaria. Deletrean el fin de la democracia, el fin de la libertad. Franklin Roosevelt había advertido: “La libertad de una democracia no está a salvo si la gente tolera el crecimiento del poder privado hasta volverse más fuerte que el Estado democrático en sí mismo. Eso es, en su esencia, el fascismo: la apropiación del poder por un individuo, por un grupo, o por cualquier poder privado en control”.
  8. La construcción de una historia es la exclusión de diversas historias. La construcción del personaje del elegido de dios es una licencia para matar, para destruir a las comunidades, culturas, incluso países. Ya sea por un “cambio de régimen” o en virtud del “mundo civilizado”, éstos son llamados a la guerra contra aquellos convenientemente definidos como “bárbaros”. La destrucción de nuestros mundos sociales y la devastación de civilizaciones completas desencadenan inestabilidad, conflicto y desintegración sociales; está propagando el miedo, el odio y la violencia.
  9. La máquina de hacer dinero sólo puede operar en contubernio con el Estado, que es ahora un Estado de vigilancia militarizado y corporatizado. El mandato de la violencia no sólo amenaza nuestras libertades, amenaza la vida misma de millones.

El aumento del poder corporativo sobre otras formas de poder a través de procesos desencadenados por la globalización corporativa y el neoliberalismo es a lo que Benito Mussolini se refería como fascismo: “El fascismo sería más correctamente llamado corporativismo, pues es una fusión de los poderes del estado y el poder corporativo”.

José Luis Cuevas José Luis Cuevas, de la serie Nueva era, 2009-2014

En 1999, después de que nosotros, el pueblo, detuvimos la Junta Ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Seattle, una serie de movimientos se formaron y comenzó el World Social Forum en Porto Alegre, Brasil, con la visión de que “otro mundo es posible”. Fue entonces cuando hablé por primera vez de la democracia de la Tierra como la alternativa a la globalización corporativa destructora. Ya no podemos considerarnos individuos atomizados y sin poder, separados de la Tierra y unos de los otros. La libertad en y a través de nuestra unidad e interconexión se ha vuelto un imperativo de supervivencia. Liberarnos del uno por ciento y de los constructos de su mente mecánica, la máquina de hacer dinero, la ilusión de la democracia, no sólo es posible sino que se ha vuelto imprescindible. Es una necesidad ecológica porque la perspectiva del mundo de la escisión, combinada con la ilusión de explotar la naturaleza sin límite nos está empujando a un precipicio ecológico. Es una necesidad económica porque un mundo del uno por ciento hace al 99% desechable y extingue nuestros diversos potenciales creativos. Es una necesidad democrática, porque el mandato del uno por ciento es una dictadura violenta: destruye nuestras libertades fundamentales y la libertad para que todos los seres evolucionen en un mundo interrelacionado, en una familia terrestre. Es una necesidad social porque el mundo del uno por ciento destruye nuestro ser social, nuestras comunidades, nuestros bienes comunes a través de la privatización y el cercamiento de todos los bienes comunes, reduciéndonos a consumidores y dividiéndonos con base en el sexo, la raza y la religión. Es una necesidad humana porque participar en un mundo de ambición sin límites, violencia sin límites, poder sin límites, nos roba nuestra humanidad. La ambición, el miedo y el odio van de la mano. Compartir, tener compasión y sentir amor nos ayudan a crecer. La minoría poderosa nos ha dividido y sigue dividiéndonos. Nuestra fuerza es nuestra unidad, a la que debemos despertar. Aquí es donde comienza el resurgimiento de lo real. La Tierra es real. Nuestra unidad con la Tierra es real. Nuestras familias, nuestros amigos y nuestras comunidades (no Facebook) son reales. Es real la semilla que da lugar a la semilla (no la semilla OMG, patentada, tóxica, no renovable). Es real la comida cultivada con manos cuidadosas y la plena conciencia de los seres en la Tierra (no la industria de manufactura de comida falsa, con químicos tóxicos y combustibles fósiles, cosechando ganancias ilimitadas mientras destruye nuestra salud). Ya que la industria farmacéutica y agroquímica son “la misma gata revolcada”, se benefician de la enfermedad que causan. La inteligencia de la vida es real. Es real nuestra creatividad, la creatividad de nuestros cuerpos y mentes, la creatividad de nuestras manos (no la “innovación” de herramientas basadas en la piratería y las herramientas destructivas para controlar la naturaleza y la sociedad para la extracción y la explotación). Al hacernos conscientes de nuestra unidad nos volvemos conscientes de nuestro poder: nuestro shakti; el mismo shakti en el universo, en el planeta, en cada miembro de la comunidad terrestre. El deber de involucrarnos nos da la valentía de proteger y defender. A lo largo de las cuatro décadas que he dedicado a servir a la Tierra, a lo largo de mi viaje intelectual para trascender la mente mecánica, de mi compromiso con crear economías vivas basadas en la no violencia y en la creatividad real, democracias vivas basadas en la libertad real y culturas vivas de amor y compasión, siempre me he referido a la lucha por liberarnos del Imperio británico y a las lecciones de Gandhi para inspirarme y actuar en momentos de desesperanza, para abrir espacios cuando éstos se reducen, para cultivar la compasión y la solidaridad en tiempos de ambición, miedo y odio, para reclamar nuestro poder cuando nos dicen que el poder reside en el monopolio de aquellos que derivan falso poder del dinero, y sólo del dinero. Aunque los tiempos han cambiado, los patrones de colonización permanecen iguales, basados en violencia, destrucción de las libertades y las economías de la gente, tomando lo que no les pertenece, colectando rentas injustas de lo que no les pertenece, creando constructos de división y supremacía para dominar. Y los patrones de liberación y libertad son perennes —realmente circulares (a diferencia del “cero” de la mente mecánica, que comienza y termina en el vacío)—. Estos contornos de la libertad le dan forma a nuestro camino hacia el resurgimiento de lo real.

Fragmento del libro inédito El resurgimiento de lo real, publi­cado como “Seeding the Future, Seeding Freedom, One Seed at a Time” el 8 de febrero de 2017 en www.vandanashiva.com
Imagen de portada: Ana Hop, sin título, 2015.

  1. En inglés “God Move Over”. Se trata de un juego de palabras en el que coinciden las primeras letras con la siglas para referirse a organismos genéticamente modificados (GMO). [Nota de la Traductora]